Transición y universalidad en salud: Rafael García Tinajero Pérez
Morelia , Michoacàn a 6 de Junio del 2019.
TRANSICIÓN Y UNIVERSALIDAD EN SALUD.
Por Rafael García Tinajero Pérez
Las condiciones de salud en las que viven los individuos y las sociedades se encuentran en permanente cambio. El concepto de ‘transición’ sirve para captar ese dinamismo en una temporalidad determinada y así se facilita su análisis y estudio rigurosos.
Son dos los cambios principales que se están dando en salud: Primero, la transición epidemiológica, que se refiere a las transformaciones que se van dando a través del tiempo en las condiciones de salud de una población; segundo, las modificaciones que se van generando en la respuesta social organizada a los retos que plantea el proceso salud- enfermedad que es lo qué conocemos como sistemas de salud.
Desde principios del siglo pasado la salud en todo el mundo ha experimentado transformaciones que podemos calificar como revolucionarias, tanto en el ámbito científico y técnico, como en los modelos y sistemas de atención y en de las condiciones sociales y sanitarias en que se desenvuelve la vida de las personas, esto ha traído como consecuencia cambios demográficos y epidemiológicos de enorme impacto social. México no es ajeno a estos procesos y en el terreno demográfico hemos transitado de ser un país con una alta mortalidad y fecundidad, a ser uno con baja mortalidad y fecundidad lo que ha llevado al crecimiento envejecimiento de la población con grandes consecuencias en todas las áreas de la vida social que se expresan a su vez en las condiciones de salud, generando una transición epidemiológica con tres transformaciones fundamentales:
Las causas dominantes de enfermedad y muerte han pasado de las infecciosas a los padecimientos no transmisibles, como diabetes, cáncer, cardiovasculares y mentales
La composición por edades de la mortalidad ha cambiado, antes la mayoría de las muertes se daban menores de cinco años, mientras ahora se concentran entre los adultos mayores.
La disminución en la fecundidad, la de la mortalidad y que ésta se de en etapas avanzadas de la vida, ha conducido al envejecimiento de la población y a que la enfermedad haya pasado de ser una sucesión de episodios agudos a una condición crónica de vida para muchos individuos.
Al tiempo que se dan las transiciones demográfica y epidemiológica, surge una revolución paralela en los sistemas de salud. Durante siglos la función social de promover la salud y cuidar de los enfermos corrió a cargo instituciones no especializadas como la familia o las organizaciones caritativas. En el siglo 20 surgen un conjunto de instituciones especializadas, las cuales han experimentado una gran expansión con profundas implicaciones sociales, económicas, políticas y culturales.
Hoy la atención de la salud es uno de los sectores más grandes y dinámicos de la economía. También es terreno de lucha política, de disputa ideológica y hasta filosófica y ética en la interpretación de asuntos clave de la experiencia humana, como el nacimiento y la muerte, el dolor y el sufrimiento, la normalidad y la desviación; también se formulan y se responden varias de las preguntas clave de nuestro tiempo: ¿Cuándo empieza y cuándo termina la vida? ¿Hasta qué punto y como intervenir en la enfermedad terminal? ¿Qué es una muerte digna? ¿Cómo establecer prioridades entre distintos tipos de padecimientos o diferentes grupos de población? ¿Cómo lo distribuir justamente los recursos asignados a la atención de la salud?
El sistema mexicano de salud a experimentado tres generaciones de reformas.
La primera generación arranca en 1943 con la creación de nuestras principales instituciones de salud: la Secretaría de Salubridad y Asistencia, el Instituto Mexicano del Seguro Social y el primer Instituto Nacional de Salud.
La segunda, que empieza a finales de los años setenta y se extiende hasta la siguiente década y que se dio en respuesta a que el modelo hospitalario y de medicina especializada que se había creado en el país había alcanzado sus límites y los servicios públicos de salud no llegaban a buena parte de la población, corresponde al cambio estructural del sistema, comenzando con un amplio proceso de descentralización de los servicios para la población sin seguridad social y culminando con la incorporación, en el artículo 4º de la Constitución, del derecho a la protección de la salud.
Finalmente, una tercera generación de reformas, ya en éste siglo, Tomando en cuenta que México tiene un sistema segmentado, formado por distintas Instituciones que atienden a diferentes grupos poblacionales, tiende a reorganizar el sistema por funciones, en lugar de por grupos sociales, para así garantizar a todos el acceso universal e igualitario a servicios integrales de salud de alta calidad con protección financiera. Es necesario asociar a esta tercera generación de reformas nuevos preceptos legales, para que la protección de la salud pase de ser prestación laboral a derecho humano exigible, para esto se requieren los instrumentos jurídicos, financieros y administrativos adecuados. Un primer paso para generar tales instrumentos fue la reforma de 2003 a la Ley General de Salud, que dio lugar al Sistema de Protección Social en Salud, cuyo brazo operativo es el Seguro Popular.
Gracias a la reforma, las personas que carecían de protección social en materia de salud se han ido incorporando paulatinamente a dicho seguro y a la fecha más de 56 millones de mexicanos están afiliados al Seguro Popular con lo que pasan de dependientes de la acción asistencial del Estado a sujetos de derecho, independientemente de su situación laboral.
Para alcanzar ideal de una autentica universalidad en salud, será necesario perfeccionar lo que hoy existe al tiempo que se diseña la siguiente generación de reformas. El Sistema Universal de Salud para el México del siglo XXI debe atender a las cambiantes condiciones de vida y a las crecientes demandas ciudadanas y exige el diseño de un nuevo modelo de atención con los siguientes atributos:
• Anticipatorio y predictivo, que promueva la salud y combata proactivamente los riesgos a la población;
• Centrado en la persona, lo cual implica desarrollar la capacidad de responder a las características específicas de cada paciente individuo, sano o enfermo;
• De calidad, lo que supone prestar servicios efectivos, eficientes y seguros, basados en la mejor evidencia científica y técnica, social y culturalmente aceptables;
• Continua e integral , con cobertura de todo el ciclo del proceso de salud-enfermedad y el ciclo de vida de las personas, con énfasis en el manejo de la cronicidad que ahora domina el panorama epidemiológico;
• Diversificado, con espacios para una atención hospitalaria, ambulatoria y domiciliaria, capaz de responder a las diferentes necesidades de los enfermos y los sanos;
• Mutidisciplinario, es decir, basado en equipos con diversas y variadas competencias profesionales;
• Interconectado a través de redes locales, regionales, nacionales y globales;
• Sostenible, lo que exige un manejo fiscalmente responsable y que garantice un alto nivel de protección financiera;
• Responsable , es decir, capaz de rendir cuentas en un marco de transparencia e integridad;
• Innovador , que invierta en investigación y desarrollo tecnológico de manera que sea capaz de renovarse en consonancia con el dinamismo inherente a la salud;
Avancemos hacia un Sistema Universal de Salud, aprovechando los aciertos del pasado y corrigiendo errores, sobre los cimientos que ya existen, pero sobre todo sin dogmatismos y utilizando como herramientas a la ciencia, la tecnología y las mejores prácticas que son las que han mostrado efectividad aquí y en otras partes del mundo.