Toque de nano sabiduría
Semana Santa, la fiesta soñada
La semana Santa tiene una profundidad divina, rica más que todos
los gozos humanos. Ahí mana el amor y la vida de Dios.
Estamos en la Semana Santa, es la fiesta de la Pascua. Es universal en los países de fe cristiana, los cristianos ortodoxos y otros la celebran por las mismas fechas con algunas diferencias.
Es una fiesta muy bella y profunda del acontecimiento original de la salvación, del acontecimiento central de la historia del universo y de la humanidad.
Dios, Creador y Padre tiene un proyecto maravilloso desde la creación hasta la consumación y para todo el universo. Este proyecto es para todos los hombres y es para ti.
Dios tiene para ti un destino único, maravilloso, tú entras en el proyecto de Dios que se realiza a través de los siglos y te lleva al mundo de lo definitivo, a la fiesta sin fin, las Bodas eternas del Cordero. Es el festín de la gloria, el cielo.
Ahí florecen todos tus sueños, se realicen los más caros y puros deseos. Es la fiesta del amor y de la gloria, no falta nada. Es la fiesta de los príncipes, mejor aún de los hijos de Dios.
Todo esto es posible por obra de Dios y lo realiza en Cristo, el en Belén se hizo uno como nosotros, compartió nuestra historia en todas incertidumbre y miserias y la cambió radicalmente.
Cristo desafía el mundo de los poderosos, falsos dioses que se sienten dueños de la persona y de la vida de los humildes.
Cristo, desde recién nacido da prueba de su fe en el Padre celestial. Se siente amado y obedece en todo, se vuelca todo, se entrega a sus hermanos.
Echa en cara a las autoridades del pueblo su hipocresía porque se adueñan del poder para servirse a sí mismos. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. Se pone del lado de los pobres y de la justicia real. Los poderosos ególatras y aferrados al poder para servirse y engordarse, falsos profetas, lobos rapaces no aceptan críticas y son vengativos.
Cristo pone de manifiesto la corrupción, el crimen por el abuso del poder. Los poderosos temen por sus privilegios, por sus caprichos de dictadores, por sus riquezas injustas. No soportan la evidencia, la verdad, sus crímenes secretos y corrupción. Los líderes sociales y los gobernantes desde un principio quieren matar a Jesús, que pasó haciendo el bien que no tuvo engaño en su boca, el más grande de los profetas y de los líderes sociales. Contra toda justicia lo agarraron prisionero, en sus tribunales de maldad, mentira cometieron contra el toda clase de injusticias.
Se lo llevaron preso como un criminal, lo trajeron de Herodes a Pilato, a Caifás… Hicieron que lo condenaron a muerte, con los más crueles tormentos, lo vejaron, torturaron, entre burlas sacrílegas. Hicieron una carnicería, lo dejaron sin forma humana, lo hicieron expirar. Lo metieron en un sepulcro, deshecho, todo parecía terminado, final trágico.
Pero el Padre Dios tuvo la última palabra, reivindicó a su hijo único, amadísimo. Sucedió lo inesperado, absolutamente inédito,
inimaginable. Aquel cadáver ¡resucitó!
No cabían sus seguidores de alegría. Cambió aquella historia y la historia del mundo. No fueron testigos los soberbios, prepotentes, autoritarios sino sus creyentes, vivieron una experiencia única, maravillosa, indecible de fe.
Es el alba del mundo de la resurrección, ira en crescendo, deshaciendo la corrupción, venciendo resistencias, vicios, malos hábitos. Se irá transformando el hombre, ya no se replegaron más en
sí mismo, en sus ventajas egoístas y mezquinas. Dará un giro de 180°, saldrá de sí mismo y vivirá entregando todo a los temas, conocerá el amor, construirá ciudades, mundos de amor, un universo
nuevo como el Creador lo planea y lo puso en marcha desde el principio.
Hay reductos del mundo viejo de soberbia, egoísmo y pecado. Las autoridades corruptas del pueblo de Cristo y los criminales empedernidos siguen haciendo su lucha, defendiéndose como gatos
boca arriba.
La verdadera lucha contra el pecado y la soberbia, el egoísmo y las ideologías perversas y asesinas continúa, está entre nosotros como lo vemos todos los días alrededor de nosotros.
Los creyentes de Cristo se acercan a él escuchan su Palabra, la ponen en práctica y son gérmenes del mundo nuevo. Son presencia de Cristo, su cuerpo místico. En ellos el divino redentor muerto y resucitado sigue presente.
Esta familia de creyentes es su presencia sobre la tierra, es su salvación que llega a los pecadores, los purifica, los hace criaturas nuevas y construye el mundo nuevo de la resurrección que realiza el
proyecto de Dios.
La semana Santa es un tiempo de gracia, ahí se derrama las fuentes de la vida nueva de Cristo, ahí los pecadores se vuelven a Dios.
Es necesario renunciar a los placeres y seducciones mundanas, de playas, de consumo, de placeres del cuerpo, a veces irracionales, excesivos, de pecado y de destrucción de la persona y
del mundo.
Las vacaciones deliciosas, refrescantes, donde se renueva la vida no están en los centros turísticos, sino en el silencio de las iglesias, donde se derrama como torrentes de agua pura el encanto de Dios, de pureza, de vida.