Todos somos migrantes/Luisa María Calderón
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Si nuestros ancestros, los primeros pobladores de Mesoamérica y Sudamérica vinieron del norte, llegando por el estrecho de Bhering, o si vinieron por mar, desde el sur, puede ser una discusión que mantengan los investigadores y que tendrá argumentos que refuercen o debiliten cada teoría; pero que eran migrantes, nadie puede dudarlo. Venían por comida, para sobrevivir, detrás de grandes animales y cosechando alimentos silvestres. Se quedaban en cierto territorio hasta que terminaban con el alimento disponible, y luego avanzaban a otro territorio a repetir la operación. Para hacer las paces con grupos que avanzaban también y/o que se detenían en algún territorio, emparentaban y se hacían aliados.
Que las mujeres descubrieron la agricultura, lo defendemos pero también podemos escuchar argumentos, pero que descubrir la agricultura los hizo sedentarios, también es una afirmación que cambió el ritmo de la vida de la migración, tal vez en los periodos y la forma de migrar, pero en eso todos estamos de acuerdo.
Que siglos después, en los mediados del siglo pasado la agricultura cambió de nuevo la forma de estar o de migrar de los habitantes, también es cierto: en nuestro país, por ejemplo, cuando llegó la revolución verde, esto es, la agricultura con agroquímicos y el cultivo intensivo debido a avances tecnológicos y grandes inversiones, pasó que se cultivó intensivamente, no para comer sino para ganar dinero exportando, y se agudizó la diferencia entre quien pudo cultivar su tierra y quien tuvo que dejarla para ir a buscar otro modo de ganarse la vida: los que pudieron dejar como aval en el banco su propia tierra pudieron crecer económicamente, los que no, esto es, los ejidatarios y comuneros quienes no podían empeñar su parcela y por tanto no eran, no son, sujetos de crédito, la casi única opción fue, ha sido, abandonarla y migrar, ya sea a la ciudad o a Estados Unidos.
Indudablemente, la revolución verde también expulsó a cientos de miles de mexicanos a otro lado, inhóspito, desconocido, hostil, a trabajar, a ser migrantes. Y lo mismo pasa en las tierras del sur y de Centroamérica, además de los cultivos intensivos, el cambio climático también ha provocado desastres naturales, cambios en los ciclos de cultivo, y ha traído como consecuencia la migración. O los conflictos de guerra en Centroamérica; en países como Venezuela, la presión política, la represión y la falta de cultivos también los ha expulsado, los ha hecho migrar.
Total, que el mundo en que vivimos se mueve, y lo que pasa en un lugar por una circunstancia específica, tiene consecuencias en otros lugares, lo pensemos o no. Por ejemplo, y hay que tener cuidado, lo que pasa hoy con la caravana de migrantes, tiene sus repercusiones serias en las elecciones del 7 de noviembre próximo en EU y esas posibles repercusiones también nos hacen pensar en que el tono de la caravana puede haber sido controlado o manipulado para que ese aparente conflicto en la frontera sur, fortalezca a los aliados de trump: hoy los migrantes parecen haberse tornado irrespetuosos al entrar en nuestro frontera, por donde pasan a diario muchos centro y sudamericanos. Ser percibidos como conflictivos permite a Trump rechazarlos y decirle a sus votantes que luchará por detenerlos, y probablemente, el presidente en la lona pueda levantarse y ganar otro round con el conque de defender el empleo, la seguridad y el patrimonio de los norteamericanos que también prefieren olvidar que son migrantes, hijos de migrantes, esposos de migrantes, papás de migrantes.
Todos somos migrantes, sólo debemos ordenar el paso de cada persona, y todo lo que se hace o se deja de hacer desde el estado y con los ciudadanos, puede hacer eco e influir en el destino mediato de todos nuestros pueblos, entonces cuidemos las formas en que decimos cada cosa que pasa en nuestro alrededor, puede darle fuerza a quien nos ha tratado mal y ha debilitado las instituciones, incluidas las relaciones internacionales.