Tigres de arena
Espejismo de concordia
La discusión de las semanas recientes se ha centrado en las reformas al Poder Judicial de la Federación, en función del ataque férreo del Poder Legislativo —en ciernes de ser controlado por el oficialismo— que busca terminar de golpe con el último contrapeso que se tiene el sistema político mexicano para frenar la amenaza totalitaria que se hace llamar a sí misma “transformación”.
La única base con la que soportan el ataque al poder judicial es la supuesta red de intereses particulares y acusaciones sobre corrupción y nepotismo que dicen han alterado el buen funcionamiento de este poder del Estado.
La realidad, que siempre brinda decepciones al oficialismo, demuestra que lo que se pretende imponer aquí en México no ha funcionado en otras demarcaciones. Aún y buscando comparar su reforma judicial con Bolivia o Estados Unidos, el partido oficial no repara en lo más obvio: el sistema judicial mexicano es único e incontrastable.
La reforma al poder judicial respaldado por los “continuadores” no entiende de raíces históricas ni de servicios de carrera profesionales; tampoco entiende de progresividad de derechos humanos ni de controles constitucionales; mucho menos entenderá de defender la Constitución.
La narrativa destructiva del partido de los 32 millones cree que puede someter a 90 millones de mexicanos por medio de la disolución del máximo tribunal del país. Aquí sólo existe una venganza hacia los funcionarios que han detenido por la vía judicial las tropelías y los atropellos del remedo de dictadura que no se ha percatado que atenta contra sí misma.
El espejismo de concordia por parte de la presidenta virtualmente electa no es más que una dilación de lo que irremediablemente sucederá durante septiembre: la ruptura del sistema político mexicano.
El único contrapeso real como ya se ha señalado en diversos medios son factores económicos externos que podrían afectarse de manera importante, ya que los dueños de las empresas carecerían de instituciones dónde defender sus negocios. El mito del “súperpeso” se convirtió en cenizas.
Para ir concluyendo esta semana, sólo queda resaltar la delicada circunstancia del sistema político nacional.
Por un lado, el oficialismo no dejará de ser “opositor” aún siendo gobierno y no sabrá gobernar ni durante seis, doce o dieciocho años, según lo que su insensatez les haga ver.
En lo que respecta a la lastimada oposición, hay que hacer las reflexiones pertinentes y dejar de comportarse como partidos en el gobierno o en el poder porque en realidad en lo que se encuentran es en la resistencia.
Hay un “cortocircuito” real desde ambas facciones porque sus esencias se contraponen a sus realidades. Quien entienda a lo que se deben dedicar saldrá airoso en la nueva configuración de la escena política mexicana.
En la oposición no es momento de repartir culpas sino de renovarse y adaptarse al aciago escenario que se aproxima. Mientras tanto, observemos pacientemente.
Bismarck Izquierdo Rodríguez
Secretario de Cultura del CEN del PRI
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