Tigres de arena
De Encuestas y Ficciones
A un par de semanas de encontrarse el país en “campaña total”, en función del comienzo formal de los procesos locales a nivel estatal y municipal, continúa el desarrollo del fenómeno demoscópico que hoy se ha tornado en una batalla propagandística desde ambas facciones políticas que buscan convencer a la ciudadanía de ser dignos de recibir su voto popular.
Durante este sexenio se han usado a las casas encuestadoras para desincentivar a la población de votar y para postrar al partido oficial como un movimiento supuestamente “invencible” y que lo mejor es quedarse en casa porque el voto personal no tendrá efectos visibles.
Lo anterior resulta muy grave porque si algo ha caracterizado a la transición democrática en México es la participación ciudadana que ha logrado tres alternancias en 24 años. El partido oficialista ha encontrado en las encuestas sesgadas un instrumento de propaganda cuya credibilidad se desmorona al primer contraste serio con la realidad.
La ficción demoscópica no deja a los ciudadanos indiferentes y lo que se vive en territorio con estos ejercicios es atestiguar que los ciudadanos no responden con la verdad y que existe un gran miedo por parte del electorado respecto de mostrar sus afinidades. Asimismo, no se sabe si los encuestadores son o no emisarios oficialistas y si en función de las respuestas expresadas serán los interlocutores objeto de represalias.
Por otro lado, hay diferencias importantes en los resultados de los estudios si se realizan de casa en casa o a distancia. El encuestado promedio está temeroso de ser víctima del oficialismo o del propio crimen organizado.
Las grandes perdedoras son las casas encuestadoras, ya que su trabajo carece de objetividad por la correlación que hay con quienes pagan los estudios a realizarse.
Debe revisarse en cada estudio publicado el tamaño de las muestras y el margen de error de las mismas. Aún y con ese análisis, en tiempos recientes, son contadas las empresas que han “atinado” en sus predicciones electorales.
La única constante en todo esto es que no hay nada jugado. Ni en la candidatura de Xóchitl Gálvez Ruíz ni en el proceso al ayuntamiento más alejado de la capital del país. El votante mexicano tiene en sus manos el día de la elección lo que habrá de suceder. No hay encuesta que prediga la voluntad individual de cada mexicano.
En el caso de la carrera presidencial hace falta mucho por escribirse. Faltan los debates organizados por el INE; faltan los recorridos por el país con los candidatos de los tres órdenes en coordinación total; falta que caiga aún más la popularidad del presidente y de su candidata predilecta. Hay factores determinantes que habrán de mover ese 15 o 20 por ciento de votantes indecisos que pueden inclinar la elección hacia uno u otro proyecto.
Más allá de los ejercicios de sondeos, la realidad del país se impone a cualquier estudio. Mientras se leen estas líneas un mexicano o mexicana muere víctima del crimen organizado y algún candidato o candidata recibe amenazas de los carteles para abandonar su respectivo proyecto.
La inhumana indolencia que se vive en el día a día, por encima de encuestas y prensa tradicional, es la de dejar a la deriva y abandono a los actores políticos —sin distingo de color—que hoy compiten un espacio de elección popular. En esto tienen mucha responsabilidad las autoridades electorales y las mesas de gobierno; no pueden eludir su obligación de garantizar la vida de cada uno de los candidatos en competencia.
Se vienen los 45 días más importantes de la historia política de México y no se percibe un entramado institucional firme que asegure la continuidad de la vida en democracia.
Por último, sólo queda remarcar que al margen de las encuestas y levantamientos están las vidas de los mexicanos. De qué sirve una encuesta donde los nombres a ponderar pueden ser borrados en cualquier instante por la ausencia del gobierno en la defensa y protección de las integridades de quienes compiten por un cargo. México resiste en la encrucijada pero habrá de salir adelante a pesar de todo.
Bismarck Izquierdo Rodríguez
Secretario de Cultura del CEN del PRI
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