Teléfono rojo/José Ureña
- Se ha fracturado la relación entre Peña y López Obrador
- Hay agravios mutuos: aeropuerto, los fiscales, el tratado…
- Crisis azul: Anaya, Cortés y las acusaciones de Calderón
La relación entre los presidentes ya no es como era.
Entre el todavía presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Enrique Peña Nieto, y el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
De momento parece olvidado el compromiso del relevo de terciopelo convenido entre ambos cuando sonrientes caminaron por corredores y salones de Palacio Nacional.
La primera vez para reconocer la jornada cívica del 1 de julio, felicitación incluida, y la segunda con los gabinetes para dar un paso a la transición de secretarías y demás dependencias de Estado.
Las agendas de colaboradores siguen con encuentros constantes, preguntas incisivas, documentos sujetos a investigación y cuentas pendientes de auditorías profundas.
Todo a partir de la sospecha.
Esto no causa satisfacción a ninguna de las partes, pero tal vez esos desencuentros tengan su origen mayor en el ánimo pulsado por los futuros funcionarios en su jefe máximo.
Ahí es donde sienten mayores agravios, pero también los titulares salientes, y en especial Peña Nieto, tienen razones para no sentir las cosas como las esperaban.
LOS AGRAVIOS MUTUOS
Las causas de las molestias son ostensibles.
La mayor inconformidad de Enrique Peña Nieto tiene su origen en la cancelación de la obra insignia del sexenio, el aeropuerto de Texcoco.
Con esa acción, interpretan quienes lo escuchan, se cancela la posibilidad de otorgar un instrumento poderoso al desarrollo nacional con visión de modernidad y futuro.
Andrés Manuel López Obrador pudo esperar por lo menos a diciembre para convocar a su feligresía, pero con su activismo llenó vacíos de poder y parece gobierno, segundo agravio.
¿Por qué lo hace el tabasqueño?
La respuesta es de su entorno:
No ha tenido de Peña Nieto lo esperado.
En primer lugar, la iniciativa para reformar la administración pública y crear la Secretaría de Seguridad Pública a fin de encaminar acciones y no esperar resultados hasta el mediano plazo.
A esa acción inocua para el régimen agonizante se agrega omisión de proponer fiscales general y anticorrupción, también necesarios para iniciar con fuerza el futuro ejercicio.
Y ni qué decir de otro fenómeno:
Donald Trump prometió a López Obrador suscribir con él el nuevo tratado America del Norte, pero el equipo negociador de Peña Nieto se empeña en firmarlo el 30 de noviembre en Buenos Aires.
Y en la casa de transición se preguntan con argumento trumpista:
-¿Y por qué firmarlo en Buenos Aires en un evento multilateral y no en México, Estados Unidos o Canadá? La prisa es por borrarnos.
Peña Nieto se llevaría la gloria de un T-MEC (Tratado México, Estados Unidos, Canadá) y el tabasqueño quiere ser único y tener todos los reflectores.
EL MAL SOCIO DE MARKO
1.- El viernes advertíamos aquí sobre el inminente triunfo de Marko Cortés y su necesidad de distanciarse de Ricardo Anaya.
Lo asentó Felipe Calderón cuando dijo que el PAN está manejado por una camarilla y un consorcio:
“..la elección interna sólo corrobora ese control envilecedor, siendo la próxima dirigencia una fiel de la corrupción, la mediocridad y la manipulación que la ciudadanía ha castigado severamente en las urnas”.
Y 2.- en su informe, el gobernador Carlos Mendoza Davis destacó a Baja California Sur como líder de empleo y crecimiento económico.
Pero advirtió de presiones de empresas contaminantes y zanjó:
“No a la minería tóxica en Baja California Sur. No a esa actividad que pone en riesgo lo que más valoramos: el agua”.