Sin Gafete/Isabel Arvide
A los mexicanos, cuestión de idiosincrasia ancestral, no les gustan los perdedores. No quieren estar a su lado, no quieren ser parte del fracaso. Por lo tanto, no votan por quienes piensan que van a perder.
Esto es el verdadero peligro para el precandidato del PRI, José Antonio Meade. Que sea percibido como perdedor.
Cuando Francisco Labastida Ochoa escuchó consejos, de expertos, sobre cómo debía comportarse en el debate con Vicente Fox precisamente se convirtió, ante los ojos de millones de mexicanos en “perdedor” y por eso, paradójicamente, perdió.
De ahí la importancia de las encuestas.
Donde el PRI con su candidato ciudadano aparecen en segundo o tercer lugar. Es decir, sin haber logrado quitar la delantera a Andrés Manuel López Obrador. También por eso hay tantas mini encuestas, o encuestas personales, en Internet… para dar espacio propicio a que intervengan los consejeros o, si se prefiere, manipuladores del PRI y poder “comunicar” que Meade no tiene tanta desventaja.
En algunas elecciones que perdió el PRI en las elecciones pasadas, como sucedió en Quintana Roo donde ganó Carlos Joaquín con las siglas del PRD-PAN, el porcentaje de “ventaja” en las encuestas estuvo presente desde el inicio. Incluso con una certeza impresionante: un 11% de ventaja para el candidato que resultó triunfador desde el primer día de la campaña.
¿Esto quiere decir que Meade va a perder o que López Obrador va a ganar? Significa que la percepción de que uno va a perder es factor a tomar en cuenta. Y que en el PRI los tiene muy preocupados. Porque, lo sabemos, con el voto duro no les alcanza. Un voto duro que ha disminuido en los últimos años en porcentaje significativo.
Y tal parece que la fuerza de no pertenecer al PRI, de estar lejos de la imagen de corrupción de ese partido, no ha sido suficiente para que José Antonio Meade alcance la ventaja de López Obrador. Lo que contribuye a la percepción social generalizada de que va a perder, de que ya perdió.
Este es el tema sobre el que están trabajando, supongo, sus asesores políticos y de comunicación. Inmenso reto para cualquier equipo, doblemente grande para protagonistas que han demostrado no tener esa capacidad de revertir tendencias negativas como hemos visto con relación a la popularidad presidencial.
¿Sería Meade un mandatario calificado y confiable? Seguramente sí. Pero no parece que esto, su capacidad, es suficiente para convencer a la ciudadanía, no al menos en las primeras semanas en la arena política, en su inicio oficial como precandidato.
¿Es buena idea descalificar a los otros precandidatos? Yo tendría mis dudas. Pero quienes así lo están aconsejando al priista deben tener sus razones, algunas de estas relacionadas con la campaña política que llevó al poder a Donald Trump a trompicones y descalificaciones.
¿Se pueden equivocar? Tremendamente.
En cambio López Obrador, después de tantos años recorriendo el país, tiene un pulso más exacto sobre el electorado, y su punto más débil, el carácter, parecería tenerlo en un tono de suavidad hasta desconcertante.
Lo dicho, los mexicanos votan por quien perciben como ganador. Esto es algo que deben medir con extrema cautela los priistas… no vayan a perder por la finta de perder…
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