Sin gafete/Isabel Arvide
EL ESTADO MAYOR PRESIDENCIAL EN TLALTELOLCO
El presidente electo habló en Tlatelolco como un líder contestatario que encabeza a grupos de Izquierda. En su discurso no hubo contemplaciones políticas ni intención de matizar. Fue rotundo en sus afirmaciones que, seguramente, dentro de las fuerzas armadas entendieron con esa misma intensidad.
Dos temas completamente distintos fueron amalgamados por López Obrador, la presunta transformación de las fuerzas armadas, y la presencia del Estado Mayor Presidencial en los hechos del 2 de Octubre de 1968.
Insistió en que el Ejército y la Marina-Armada deben transformarse en un cuerpo de paz, cualesquiera que sea éste significado. Lo que vino a dar mayor veracidad a la Iniciativa de Ley para “democratizar” las fuerzas armadas que se ha filtrado, provocando graves preocupaciones entre los militares.
Por otra parte mencionó una realidad que fue ratificada en el mismo despacho del general Antonio Riviello, entonces titular de la Sedena, hace veinte años: La participación del Estado Mayor Presidencial en Tlatelolco, disparando contra estudiantes y soldados.
De estos hechos también hablan las memorias del general Marcelino García Barragán. Y muchas investigaciones serias.
El general Luis Gutiérrez Oropeza habría ordenado a jefes y oficiales del Estado Mayor Presidencial del presidente Gustavo Díaz Ordaz, sin conocimiento de éste, en aparente contubernio con Luis Echeverría Álvarez, titular de Gobernación, que se situasen en departamentos de esa unidad habitacional y desde ahí disparasen contra estudiantes. Estuvieron identificados por un pañuelo blanco amarrado en su mano derecha, por eso se les conoció como la “Brigada Blanca”.
López Obrador afirmó, en su discurso conmemorativo del 50 aniversario de esos hechos, que nunca más habría un “Ejercito represor”, un Ejército que actuase contra el pueblo. Y volvió a insistir en que habrá de ordenar la desaparición del Estado Mayor Presidencial por su participación en los eventos del 2 de Octubre de 1968.
Cincuenta años después, por cierto. Cuando casi todos los protagonistas han muerto.
Como ya hemos señalado en este espacio, la Iniciativa de Ley para “democratizar” las fuerzas armadas contiene cambios muy fuertes en su organización, que van desde eliminar grados militares hasta poner a un civil como titular de una nueva secretaría donde estarían tanto Marina-Armada como Ejército.
Lo que resulta un misterio inmenso es de qué manera López Obrador, sus colaboradores, quienes han participado en esta Iniciativa de Ley, van a conseguir que soldados y marinos, despojados de un futuro, de un modo de vida, de una estructura de mando, de sueldos, de prestaciones, van a dedicarse a combatir a criminales de tiempo completo, abandonando sus labores actuales.
Es decir, la misma esencia de su existencia, de su ser como “fuerzas armadas” que es la defensa de nuestro país en el sentido más amplio. Defensa que siempre se ha entendido, como en todos los ejércitos del mundo, ante enemigos externos.
Por lo pronto, López Obrador escribió el epitafio del Estado Mayor Presidencial… y comenzó, tal vez, a escribir el principio del final de las fuerzas armadas como las conocemos.