Setenta y seis años después
En México, durante el 2011, se presentaron las reformas constitucionales en donde, “Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley”.
Una tarea trascendente para el Estado mexicano y las autoridades para que resguarden, protejan y respeten la dignidad humana; pese a ello, se continúan violentando los derechos humanos de la población, algunas de ellas con violaciones graves (desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales y tortura), más aún continúan los feminicidios y crímenes de odio, lo que genera impunidad al no tener sentenciados por dichos delitos.
A 76 años de aprobada la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH, 10 de diciembre de 1948 y traducido a 500 idiomas) y la Declaración Interamericana de los Deberes y Derechos del Hombres; ambos documentos: uno universal y el otro regional, son de los más conocidos, después de las Sagradas Escrituras.
No obstante, me pregunto, ¿si la DUDH representa las aspiraciones de los más de ocho mil millones de humanos?, estoy seguro que, no muchas personas hoy mismo tendrán un lugar para vivir, dónde pasar la noche, es probable que muchas personas se duerman sin haber probado alimento, y sin una esperanza de donde prestar sus servicios de contar con un empleo, o una cama para atender alguna enfermedad crónica degenerativa o bien infecto contagiosa, o simplemente conseguir sus medicamentos; y que decir de las aun escuelas de palitos que aún existen en la Capital del Estado.
Nos debe llamar la atención que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el piso mínimo, del derecho universal positivo para la humanidad; los principios de la Declaración son la universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad, pero no han llegado a toda la población por muchas causas, entre ellas y en lo que toca a nuestro país, la corrupción aun persistente, auge del narcotráfico (droga, armas, trata de personas) y el crimen organizado, así como nuevos mecanismos de acumulación de capital, que provocan la descomposición del tejido social y el debilitamiento del Estado de derecho, y que han puesto en crisis, no la validez, pero sí la vigencia de conceptos y valores que dan sentido a un Estado democrático y social sustentado en la vigencia de las leyes y hoy también de los tratados internacionales de derechos humanos firmados por el Estado mexicano y ratificados por el Senado de la Republica.
Cabe señalar que, la Comisión Legislativa de Derechos Humanos que preside la Senadora Reyna Celeste Ascencio Ortega, presentó el día tres de diciembre 2024 el Programa de Derechos Humanos del Senado para el ejercicio 2024-2025, documento en el cual se registra la estrategia para el seguimiento de las acciones del cumplimiento de los derechos humanos por parte del Estado mexicano y sus estructuras operativas, y al cual se le deberá dar acompañamiento por parte de la sociedad civil y los grupos de defensores de derechos humanos, tal como fue observado durante la sesión en que se dio a conocer éste.
A 76 años, los más de ocho mil millones de humanos, requieren con urgencia hacer una minuciosa revisión de la DUDH para dar contenido, en las circunstancias actuales como la atención a la violencia y la muerte/la vida, a valores tales como la libertad, la igualdad, la justicia, la paz, el desarrollo, la salud, el respeto a la biodiversidad, al medio ambiente y a la vida, entre otros, como el libre desarrollo de la personalidad; todos ellos, elementos necesarios e indispensables para el reconocimiento de la dignidad de toda persona y del respeto irrestricto a sus derechos inherentes e inalienables; en materia de derechos humanos se requiere aplicar y hacer vigente su contenido e impulsar transformaciones para su progresividad. Necesitamos avanzar en la transformación de la conciencia, pero también me parece necesario avanzar en la inteligencia emocional y en el pensamiento crítico.
De forma personal o bien colectiva, un número muy importante de personas ven trasgredidos sus derechos de manera sistemática; en este mismo momento que escribo esta reflexión, seguramente muchas mujeres están siendo violentadas en su dignidad humana, así como personas con discapacidad, personas que viven en precariedad o vulnerabilidad, adultos mayores, personas indígenas, personas de talla baja, afromexicanos, personas en condición de calle, personas que ya no tienen padres, desplazados, minorías religiosas, minorías sexuales, periodistas, defensores de derechos humanos, y un largo etcétera; al parecer todo ello fortalece la desigualdad, la inequidad, la exclusión y la injusticia, que son sumados a los mecanismos de opresión que se viven, frente a lo que se debería de promover todos los días igualdad, libertad, justicia y fraternidad.
A 76 años, me pregunto ¿la Declaración Universal de los Derechos Humanos es letra muerta?, respondo la pregunta expresando que no, que no lo es, la Declaración Universal conserva intacta la fuerza moral y jurídica con la que fue aprobada en 1948. Es la fuente jurídico-filosófica de la que emanan todos los demás documentos jurídicos internacionales de protección a los derechos de las personas.
Hoy se requiere de un nuevo pacto que permita realmente fortalecer los órganos autónomos de derechos humanos, y que facilite a las personas disfrutar de sus derechos que el Estado mexicano les debe de proteger, se requiere que a los órganos autónomos lleguen mujeres con perfiles probados de atención a grupos en condición de vulnerabilidad, sensibles y generosas, comprometidas y con visión de progresividad permanente.
La lucha de las organizaciones y de las personas por la defensa de sus derechos humanos y su progresividad seguirá, si es que no logramos desestructurar el patriarcado, deconstruir las masculinidades hegemónicas, construir un modelo social con nuevos valores y principios, desde la base de la ética de los cuidados, pero sobre todo, sino comprendemos que no podemos seguir con un modelo de consumo que devasta la naturaleza y que genera egoísmos e individualidades, restando a un proyecto de trabajo colaborativo y de comunalidad.