Servilismo o polarización/Elizabeth Juárez Cordero
Servilismo político o la ruta de la polarización
Como ocurre en la vida, las buenas amistades generalmente conducen a otros buenos encuentros, las buenas lecturas también nos llevan a otras, así llegó a mis manos el Discurso de la Servidumbre voluntaria de Etienne de la Boétie, cuya peculiaridad se centra en mirar el fenómeno del poder por fuera de la vitrina de la dominación, más allá del poder del príncipe, cuestiona el actuar del gobernado al ser sostén del poder del tirano; ese que es por sus características abusivo, irracional, intransigente y mezquino.
Es por ello que el texto es en algún sentido un llamado a la libertad, a la dignidad y al pensamiento crítico; como espacio de disidencia con el orden establecido, individual pero luego también colectivo frente al Estado; el mismo que a la luz de nuestros tiempos de polarización, por unos y por otros ha quedado supeditado a las falsas trincheras, de los que insidiosamente señalan al poder por serlo y quienes en el avasallamiento callan o escudan.
Es por ello que es una lectura atemporal y sugerente, que más allá de aspirar al aniquilamiento del Estado o de incitar a la insurrección, coloca la reflexión en la visión del gobernado, “exparte populi” como lo describiría Norberto Bobbio, en el actuar de las personas que desde una conducta servil y voluntariosa, dispuesto a todo, alimentan, ensanchan, justifican y entregan el poder ominoso a su verdugo, que aun siendo uno, despliega sin mayor obstáculos sobre todos. Que bien podría aplicar para quienes comulgan con el poder pero también para sus detractores.
La costumbre es la primera razón de la servidumbre voluntaria, pero también están esos otros para quienes la tiranía y la servidumbre del pueblo es provechosa, lo mismo para los fines de su ambición que su avaricia. Así los diferencia la Boétie, entre los nacidos educados como siervos, y los aduladores, que en nuestro contexto y sin distingo de partido o de gobierno, conversos o acomodados, limitan su capacidad de discernimiento.
Se puede o no estar de acuerdo con la política que ha iniciado el Presidente Andrés Manuel López Obrador desde hace casi tres años, pero en algo podemos coincidir, con su llegada en 2018 se han visto modificadas las relaciones de poder que durante años habían sido base del sistema político, en algunas quizá sólo hemos presenciado un cambio en los nombres de los aliados del régimen, pero eso por sí mismo ha obligado a “otro entendimiento” de lo político, la rotación de un grupo gobernante ha reacomodado a los actores políticos institucionalizados tanto como aquellos que en la ilegalidad subsisten; basta observar lo que está ocurriendo en materia de violencia e inseguridad en todo el país.
Por ello, a días que tomen posesión 15 nuevos gobernadores, en su mayoría del partido en el gobierno, la responsabilidad que les otorga un significativo porcentaje de la ciudadanía obliga, a gobernar de manera distinta pero también a ser gobernados de manera menos complaciente con unos y con otros, sin menos sacrificios, como el anular el propio pensamiento.
La posibilidad de consolidar la cuarta transformación vía la expansión que ha desplegado el partido del presidente en los estados es también para la oposición, aún con las desventajas de serlo, la posibilidad de señalar las inconsistencias del gobierno. Pero aún más, lo es para los gobernados, en tanto es siempre posible recuperar nuestra capacidad de acción, de ciudadanos y repensarnos en nuestra capacidad de agencia ética sobre la política.
La ruta de la polarización es el camino casi inercial hacía una conducta servil que nos anula como ciudadanos, urge recuperar nuestra voz más allá de la posición o militancia que se adopte, no se trata de cambiarla sino de defenderlas desde espacios más exigentes, críticos, argumentativos y participativos.