Seguridad y defensa/Carlos Ramírez
EEUU, Estado militar de Seguridad Nacional
Al tomar posesión de la Presidencia de EEUU Joseph Biden construyó un discurso en torno al regreso de la Casa Blanca al dominio y control de los asuntos mundiales. El primer posicionamiento personal del nuevo mandatario fue su presencia en la sesión conjunta en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, considerado el bloque militar sobreviviente de la vieja guerra fría.
Para el presidente Biden habría habido una peligrosa ausencia de Washington en la administración de las crisis mundiales durante la presidencia de Donald Trump, aunque en los hechos se trató más bien de un replanteamiento del enfoque militar más directamente relacionado con la reconstrucción del capitalismo dependiente. Trump mantuvo la presencia militar de Estados Unidos y el enfoque de dominación, aunque a veces con un estilo atrabancado que molestaba a sus asociados.
La propuesta del presidente Biden puede decirse que es la misma: mantener e imponer el enfoque de seguridad nacional de Estados Unidos en el mundo a partir del criterio de que el eje de funcionamiento imperial sería el american way of life o modo de vida estadounidense o, en el lenguaje de los migrantes, el sueño americano. Estos criterios están definidos con claridad en la Estrategia Provisional de Seguridad Nacional del presidente Biden, alejando cualquier estimación de interpretaciones presuntamente antiimperialistas.
En la equidistancia de conflictos, la reunión de Biden con la OTAN en Ginebra tuvo su correspondencia con la visita oficial de la vicepresidenta Kamala Harris a México para informar de la agenda estadounidense en los temas vitales de migración, crimen organizado transnacional y capitalismo sin interferencias estatales dentro del Tratado de Comercio libre. A pesar del planteamiento que hizo México en sus propios temas, la delegación estadounidense impuso su criterio y su documento final de entendimiento. Sin embargo, el presidente mexicano y su canciller también redactaron su acuerdo bilateral sin incluir los temas que en México no aceptó ceder a la estrategia de la Casa Blanca.
El tema de la OTAN va a ser vital para el entendimiento de los enfoques que se requieren en el análisis de las definiciones gubernamentales de la administración estadounidense actual, aunque válidas para revisar planteamientos anteriores. No se debe olvidar que una de las primeras declaraciones del general secretario de Defensa EEUU, Lloyd Austin, dejaba entrever la participación en algún momento de México en la OTAN, a partir del criterio de que la OTAN es un bloque militar, guerrerista, invasor y defensor del modelo económico capitalista.
Las Fuerzas Armadas mexicanas han aceptado participar en organismos internacionales que realizan labores de paz y de asesoramiento en construcción de cuerpos de seguridad en países destruidos por guerras internas o invasiones extranjeras. Asimismo, México ha logrado proporcionar su experiencia en el plan DN III que este año cumple cincuenta y cinco años como mecanismo de apoyo a la sociedad civil ante catástrofes naturales.
La reconstrucción de la OTAN como eje de la política de seguridad nacional del gobierno del presidente Biden revela o confirma la caracterización de Estados Unidos cómo un Estado militar de Seguridad Nacional. Para la Casa Blanca, desde el acta de seguridad nacional de 1947, el eje del funcionamiento gubernamental radica en la hegemonía militar internacional y el liderazgo en esta área de todos los países de Occidente.
Los chicotazos del Estado militar de seguridad nacional estadounidense pronto se van a sentir en México en el área de la reactivación unilateral de los programas de seguridad EEUU ante los problemas de la droga, el crimen organizado transnacional y la facultad supranacional estadounidense para meterse en los países que tienen crimen organizado del narcotráfico para imponer las reglas americanas.
El viaje y el discurso del presidente Biden a la OTAN y su encuentro deplorable con el presidente Vladimir Putin mostraron las tensiones internas en el gobierno estadounidense respecto a los hilos y decisiones de la seguridad nacional.
Ley de la Omertá
El aumento de las acciones de violencia del crimen organizado en México está siendo asimilada y procesada desde la perspectiva estadounidense de que aquí no hay capacidad de gestión de políticas de seguridad y que el modelo de construcción de la paz no ha dado resultados. De ahí los primeros mensajes provenientes del norte que señalan que México debiera de regresar a la lucha frontal de guerra contra los cárteles y los capos y aliarse insubordinarse a los grupos de seguridad de Estados Unidos que fueron marginados de México con las nuevas reglas de registro de agentes actividades y tecnología.
Mayo y junio fueron meses muy graves de descontrol en grupos del crimen organizado en su lucha entre bandas y carteles por el control de territorios, zonas de consumo y caminos de trasiego. Los líderes de los cárteles mexicanos no han entendido los mensajes de la estrategia de construcción de la paz y se han dedicado a ocupar de manera violenta los espacios dejados por las fuerzas nacionales de seguridad.
El cártel más descontrolado es el Jalisco Nueva Generación y el cártel de Sinaloa no ha entendido la petición estadounidense de disminución de contrabando de fentanilo por su alto grado de envenenamiento de consumidores y entre los dos están justificando las presiones de los organismos de seguridad estadounidenses que exigen mayor control autoritario sobre los carteles para disminuir el flujo de droga hacia los Estados Unidos.
El tema más importante en este momento es la creciente presión estadounidense contra el Cártel de Sinaloa del Chapo, pues su hijo Ovidio Guzmán López es el que controla el contrabando de fentanilo para drogas sintéticas que se han convertido en la causa principal de muerte en EEUU.
En este sentido la relación de seguridad en materia de narcotráfico llegará a momentos de tensión en las próximas semanas.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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