Seguridad y defensa/Carlos Ramírez
Biden refrenda: EE. UU. es el centro del universo
Apresurado por los tiempos políticos internos, el presidente Joseph Biden presentó a comienzos del mes de marzo su Estrategia Provisional de Seguridad Nacional. Si acaso, la definitiva tendrá algunos pequeños ajustes semánticos y de estilo. Pero en los hechos, se trata de las justificaciones de la política exterior estadunidense para que EEUU recupere el liderazgo mundial…, en función de sus necesidades de confort para su pueblo.
En su Estrategia de 2017, el president Donald Trump había incluido como eje de la seguridad nacional estadunidense el american way of life o modo de vida estadunidense o, de manera sencilla, el confort de los habitantes del país. A eso se reducía el famoso MAGA de su campaña: Hagamos Grande a América Otra Vez (make America great Again).
En el funcionamiento de EEUU como nación predominante, la estrategia de seguridad nacional es clave. En la real politik, EEUU es (versión del historiador Gore Vidal de 1988, finales de la era imperial Reagan) un “Estado de seguridad nacional”. Es decir, la Casa Blanca tiene la tarea primordial de defender los intereses de seguridad nacional de la nación con todos los instrumentos legales y no legales.
El secreto de la vitalidad de la política imperial de EEUU se localiza en el consenso interno mayoritario: en la práctica de las políticas exteriores, demócratas y republicanos son lo mismo, con precisión y exactitud. El Estado de seguridad nacional de Biden es, de manera exacta, calcada, el mismo de Trump y éste reprodujo las propuestas, hacia atrás, de Barack Obama, George Bush Jr., William Clinton, George Bush Sr., Ronald Reagan y, cuando menos en su era moderna, Richard Nixon. Dentro de EEUU varían políticas públicas, propuestas fiscales y presupuestos de gasto, pero el bipartidismo demócratas-republicanos en política exterior es la esencia del imperio. Por ello importantes figuras republicanas de la comunidad de los servicios de inteligencia y seguridad nacional militares, civiles y contratistas privados pidieron votar por Biden y no por Trump.
En política exterior lo que varía son las percepciones: los demócratas esgrimen la democracia como eje de la política exterior y los republicanos se centran en la seguridad nacional; pero en el fondo, las doctrinas son las mismas: mantener el dominio estadunidense por la vía militar o diplomática. Demócratas y republicanos derrocan gobiernos, autorizan asesinar gobernantes extranjeros y presionan a países para succionar sus riquezas naturales y productivas.
En su estrategia provisional el presidente Biden define su objetivo de seguridad nacional: “defender y nutrir las fuentes subyacentes de la fuerza estadunidense, incluidas nuestra gente, nuestra economía, nuestra defensa nacional y nuestra democracia”. En este sentido, EEUU se asume como “faro de democracia”, pero en las reglas, sentidos y beneficios estadunidenses. Y hay que señalar que la democracia de EEUU no es universal, se alimenta de su historia de expansionismo territorial brutal, de sus contradicciones de clases y de sus intereses dominantes. La democracia de EEUU es la que fortalece el dólar y los espacios territoriales capitalistas.
Si no se entienden estos criterios, en realidad no se estará entendiendo la lógica del poder estadunidense y el consenso bipartidista. En los hechos Trump no varió los supuestos teóricos históricos, sino que les impuso su estilo. Hasta Obama la seguridad nacional de EEUU se imponía por la diplomacia de las cañoneras, esos barcos de guerra que sitiaban naciones en conflicto. Trump buscó arrinconar a sus adversarios --China, Rusia, Corea del Norte e Irán-- por el lado del comercio y el dinero, pero sin necesidad de llegar a la guerra. Biden continúa por ese camino, pero también le agrega, como Reagan, la presión de las armas, del ejército estadunidense y de los presupuestos militares.
El secretario de Estado de Biden, Antony (sin h intermedia) Blinken, completó el enfoque de seguridad nacional de la Casa Blanca con un discurso para fijar el uso de la fuerza diplomática y del poder, evitando (no excluyendo) las “intervenciones militares”. Sin embargo, el eje de poder de la Casa Blanca no es el Departamento de Estado, ni el Consejo de Seguridad Nacional, sino el Departamento de Defensa, La Casa de la Guerra, y ahí puso Biden a un general recién retirado, con funciones operativas en contrainsurgencia en el medio oriente, Lloyd Austin, rompiendo con la tradición de que en ese cargo siempre hubiera un civil para equilibrar el enfoque militarista con los estados mayores conjuntos de las cuatro armas --ejército, marina, fuerza aérea y cuerpo de marines--. Con un militar en el Pentágono, Biden reduce la ruta de dominación exterior al sendero militar directo.
Lo que debe quedar claro es que EEUU es un Estado militar de dominación mundial, que su democracia es la garantía de consenso interno y que la sociedad estadunidense hasta ahora de manera mayoritaria entiende que el confort de su vida --el famoso sueño americano-- se sostiene por la dominación y la exacción del mundo.
Zona Zero
· El mecanismo de seguridad de candidatos que ha diseñado la Secretaría federal de Seguridad y Protección Ciudadana podría ser un alivio parcial; el problema, en realidad, no radica sólo en los candidatos, sino que se percibe en la penetración del crimen organizado de las estructuras sociales y políticas de gobierno, en la captura del Estado, en la ocupación de instituciones y en la consolidación de bandas criminales en zonas territoriales de la soberanía del Estado.
· San Luis Potosí, Guanajuato, la zona conurbana de Guadalajara, de nueva cuenta municipios de Tamaulipas y Ciudad de México siguen siendo ocupadas por bandas criminales vinculadas al tráfico de drogas.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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