Santiago y El Rufo
“Un beso… Cyrano o mi historia”
Celaya, Guanajuato, 8 de agosto del 2023
S- Eran tiempos de las películas en blanco y negro, el artista: José Ferrer, la obra: Cyrano de Bergerac, el poema; ¿Qué es un beso?
R- Auuu, yo también la vi, mi Santias. La vi cuando era un cachorrito y dejó huella en mi perruna memoria: la ternura del hombre feo, con nariz desproporcionada, pero leal caballero enamorado de su prima, quedó grabada como el ícono del amor humano que se sacrifica por la felicidad de la persona amada; como el que calla por amor, en aras del amor.
S- La escena, inolvidable, perro; Él, desesperado ante la torpeza al expresarse, del galán al que ama su prima, prima a la que el ama; aprovechando la obscuridad de la noche y el follaje de un árbol, con un empellón suplanta al fallido galán y toma la palabra para responder a su musa la pregunta: ¿Qué es un beso?
-"¿Qué es un beso?
- Hablábamos de un beso
- La palabra es dulce
- En realidad un beso ¿qué expresa?
- Un juramento cercano
- Una promesa sellada
- Un amor que se quiere confirmar
- Un acento invisible sobre el verbo amar
- Un secreto que confunde la boca con las orejas
- Un instante infinito, un murmullo de abejas
- Un sabor dulcísimo, una comunión
- Una nueva forma de abrir el corazón
- De circuncidar el borde de los labios…
- Hasta llegar al alma".
Pasaron los años, el tiempo puso en segundo plano la memoria del film, pero no lo borró; en tanto la vida puso en el camino a la mujer; llena de alegría sonreía con los ojos y eso llamó mi atención desde el primer momento que la vi; con vehemencia defendía sus ideas, con decisión asumió un liderazgo comunitario y encabezó un movimiento para defender los derechos de todos, enfrentó a la autoridad y me robó el alma… Me acerqué a ella, respaldé sus propuestas con la convicción del trabajo ciudadano sustentado en la fuerza de la organización, la conocí, me brindó su amistad y me hizo confidente… Un día, en uno de esos momentos que como hoja que en el viento viaja, trae la vida, quedamos solos; como siempre sus ojitos brillaban con ese brillo que tiene la mujer cuando es bella por dentro y por fuera, pero su voz era quebrada, nostálgica, triste.
- Me hace falta ternura, me dijo.
R- Auuu…
S- Me dieron ganas de besarla, mi Rufo, de abrazarla y dulcemente con la voz que sale del alma decirle que ahí estaba yo para darle ternura, y calor, y mimarla, y para, con caricias suaves, hacerla sentir amada… Pero callé, era casada y culturalmente ajena a mí en dos sentidos, el de la mujer ajena a la que uno admira y respeta en silencio y el de la amiga a la que no se puede defraudar tomando ventaja de su confidencia o de su fragilidad… Por eso callé, por eso me alejé como el amante que en silencio y en secreto, ama; como Cyrano.
El tiempo pasó y… hace unos días, ante un auditorio de mujeres escuché el discurso sobre la insensibilidad del hombre, sobre la necesidad de empoderar a la mujer, la exigencia de los derechos, la lucha por su independencia, la defensa de sus proyectos y por razones que desconozco, dentro de mi sentí una rebelión: ¿Qué pitos saben las mueres de los sentimientos de los hombres?... Es verdad, no somos tan expresivos como ellas, pero: ¿Podrán ellas vivir y guardar por años un sentimiento o un recuerdo como el que he guardado? ¡No lo creo!, la mujer se expresa, su sentimientos afloran, relucen, brillan, no se pueden ocultar; una mujer enamorada es un faro, una estrella, una luz que ilumina a quienes la rodean; un hombre no,… pero eso, que nos hace diferentes no nos hace menos sensibles, razón por la que decidí contarles esta historia:
El tiempo pasó y, un día mi “amiga” y musa se presentó ante mí –Vengo a desearte feliz año, me dijo.
Guardé silencio, las palabras no brotaban, su presencia me cubrió como un rayo de sol en la mañana y sin decir nada la abracé y le di un beso, ella se abandonó entre mis brazos, la sentí, percibí su respiración, los latidos de su corazón y le di toda la ternura que tenía en mí, solo para ella, en ese instante.
Ella sonrió, nos separamos, con su mano me hizo una caricia en la cara para después decir adiós y con esa mirada que sonríe, dio la media vuelta y se alejó.
Yo me quedé embelesado y fui a buscar un pequeño baúl que tenía en el desván, y ahí guardé el beso junto al recuerdo, y así, disfruté, gracias a ella, de uno de los mejores días de mi vida, que hoy recuerdo y te comparto… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador