Santiago y El Rufo
“Hambruna mundial”
La crisis hídrica y alimentaria, aunadas a un crecimiento poblacional irreflexivo y una deterioro criminal de recursos naturales, ponen en agenda la muy probable hambruna que viviremos todos.
R- Guau, mi Santias, a nombre de todos los perritos del planeta, te doy las gracias por abordar un tema que afectará a todos los seres vivos.
S- Menos a las cucarachas, mi Rufo, menos a las cucarachas.
R- Guarf, guarf, guarf, no me hagas reír que tengo mis perrunos labios partidos, además, el tema es muy serio, hablamos de vida o muerte.
S- No lo comenté para que te rías, perro, simplemente que ante el caos global, quienes tienen más oportunidades de sobrevivir, igual que en la política, son las cucarachas. ¿No me crees?, ve a Alito, de villano a héroe por traicionar a los “opositores” y apoyar una iniciativa presidencial.
R- Grrr, no sé qué te han hecho las cucarachas para compararlas con esa basura política, pero en fin, es difícil hablar contigo de cosas serias.
S- Para nada, mi Rufo, y para demostrarte que estoy en sintonía con tu preocupación sobre el futuro del planeta y de la raza humana,… lo sé, y también de la raza canina, te voy a compartir una propuesta a la que denomino “Semillitas”…
Empecemos por recordar que la energía no se crea, ni se destruye, solo se transforma. El autor, de esa aseveración fue el francés Antoine-Laurent Lavoisier (1743-1794) a quién se le conoce como el padre de la química. En otras palabras, para producir o generar algo, cualquier cosa, se requiere energía, por eso escuchas que los alemanes andan como locos ahora que los rusos les cortaron el gas barato y tienen que comprar gas gringo caro; pero volvamos al tema, es así como movemos nuestras industrias y la economía en general; de hecho, es así como sobrevivimos, es decir, al comer, transformamos en nuestro sistema digestivo lo ingerido, convirtiéndolo en la energía que nos permite regenerar células y producir sangre, entre otras lindezas de nuestra maravillosa máquina llamada cuerpo; proceso que nos mantiene vivos, de la misma forma, al respirar, captamos oxigeno que convierte su energía en los procesos de vida en nosotros, todo esto de manera automática y casi inconsciente; por eso es difícil negar que somos, al igual que todo ser vivo, un milagro de la naturaleza… Nada más imagina el consumo de energía que tiene nuestro corazón, para, durante el día y la noche estar latiendo durante años. Suponiendo una persona normal con 70 latidos por minuto, se calcula que el promedio de latidos del ser humano es de: 2,500 millones de veces en 80 años.
R- Guauuu, parece que tendríamos que estar comiendo todo el día para poder ingerir la energía necesaria para nuestro funcionamiento.
S- Si pero no, hay que comer solo lo necesario y no comer ni beber porquerías que dañan esa máquina perfecta llamada cuerpo. Y ese es el quid, pero, volviendo al tema de la hambruna, te comenté tengo una propuesta y esta es sembrar las semillas de las frutas y verduras que comemos, las que en sí mismas tienen la energía de la vida; me explico: en casa tengo un árbol de limón, este árbol viene de una semilla de un árbol que sembró mi abuelo en 1955, el árbol tiene 7 años conmigo y da limones todo el año, todo a partir de una semilla; si yo hubiera sembrado las semillas de todos los limones que me he comido o bebido, en los 7 años tendría miles de árboles, si lo mismo hiciera con papayas, manzanas, guayabas, peras, etc. Simplemente tendría una producción, nutrida por la naturaleza (tierra y agua), que me garantizaría no tener hambre; el problema se vuelve el espacio, ¿dónde sembraría esos miles de limones o esos millones de árboles?, y la respuesta es sencilla: En todos lados, por eso cada que veo una parcela abandonada pienso en la estupidez de la raza humana; de hecho, diseñaría las ciudades todas, con banquetas con jardineras y con camellones, y sembraría todo tipo de frutas y verduras comestibles en espacios públicos, e incluiría en la estrategia las macetas y azoteas de las casas, es decir, todo nuestro hábitat estaría cubierto de árboles y plantas comestibles, así nadie tendría hambre. Obvio, ello tendría que ir acompañado de una cultura de respeto y cuidado, de manera que la gente regara de vez en cuando lo plantado y solo cortara lo que necesita, haciéndolo con cuidado para no dañar las plantas ni los árboles, lo que, aunque Ud. no lo crea, ¡es posible! De hecho es tan sencilla la propuesta, que mañana mismo podríamos empezar en Michoacán y en todo Guanajuato… si hubiera voluntad… Así de sencillo.
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador