Ruta transformadora/Celeste Ascencio
Ni una rosa, un clavel o una corona llena de flores blancas podrán regresar las lágrimas de una familia, mucho menos la vida a una mujer joven de 21 años, Jessica, cuyo asesino, ni con 50 años de prisión, logrará revertir todo el daño que causó a una sociedad moreliana, michoacana y mexicana.
En septiembre de 2020, inició la búsqueda de Jessica y lamentablemente encontraron su cuerpo sin vida el 25 de septiembre en Morelia; ella, comenzaba a trabajar como maestra de nivel preescolar en Salvatierra, Guanajuato, y el 21 de septiembre de 2020, inició la búsqueda de Diego, un chavo de 18 años en aquél entonces.
En este caso, los medios de comunicación jugaron un papel importante para la detención de Diego, quien dándose a la fuga fue encontrado en el estado de Colima y puesto a disposición de las autoridades en Michoacán.
Después de casi dos años de un largo proceso judicial que inició el 1 de octubre de 2020, finalmente el día 15 de febrero de 2023, luego de 24 jornadas de juicio oral, más de 50 testigos y más de 120 pruebas presentadas por la representación social, dictaron 50 años de prisión a Diego, quien, con 20 años, pasará su juventud y adultez en el reclusorio “David Franco Rodríguez” de Morelia, Michoacán.
Durante la etapa intermedia pude presenciar una de las audiencias públicas del caso en mención, escuché con atención, cómo la mejor amiga de Jessica, declaraba que Diego -ese joven- se expresaba hacía Jessica como: “una perra, una puta, un objeto sexual”, quien, además, en un estado de enamoramiento compartió, por primera vez, su sexualidad con un hombre.
Tras ese testimonio no pude imaginar el sentimiento de sus padres, quienes estuvieron presentes en cada audiencia, tampoco pude imaginar el dolor y sufrimiento de sus hermanos al no haber podido hacer nada para defender a su hermana; no concibo estar de la parte defensora del acusado, sabiendo que a quien defiendo es culpable.
Por eso, después de seguir el caso en medios de comunicación y observar algunas notas periodísticas, me percaté de la importancia que tienen éstos en cuanto a la inmediatez con la que dan a conocer cada caso, pero, sobre todo, al tipo de información que brindan, por lo que son sumamente necesarias las capacitaciones en materia jurídica-judicial a los reporteros (as), así como para los juzgadores una perspectiva con derechos humanos, al momento de dirigir las audiencias.
Me preocupa fundamentalmente que la fiscalía del Estado de Michoacán, no cuente con el personal certificado que les permita acreditar determinados hechos, pruebas, testimonios, entre otros.
Los valores son más efímeros día con día y en el caso de los feminicidios aún más, pues desde el hogar comienza la enseñanza del respeto por la vida y del amor por el prójimo. Jessica es solo un caso, una estadística, en materia penal, pero para nosotras como mujeres, Jessica es una hermana y ni la máxima pena, hará justicia.