Rueda de Molino/Jorge Hidalgo Lugo
Rueda de Molino
Poco respeto y menosprecio ante el “contagio” de López Obrador
Jorge Hidalgo Lugo
La noticia impactó sin duda alguna y ha sido el tema que acapara la atención nacional.
El anuncio que a través de sus redes sociales hizo Andrés Manuel López Obrador para informar que dio positivo en la prueba contra el Covid-19, ha servido también para pulsar las reacciones y sin duda, se puede constatar que ha sido un desfogue para muchos críticos que han aprovechado la ocasión y demostrar el poco respeto y menosprecio que sienten por el que presume ser el Presidente de México “más popular y querido de la historia”.
La especulación respecto a la veracidad de lo dicho, es por igual, un termómetro que muestra con frialdad que esos millones de apoyadores que lo hicieron calificar como “benditas” a las redes sociales, vayan perdiendo espacio en los afectos del huésped de Palacio Nacional y reafirman el por qué su deseo de bloquear y hasta desaparecerlas, como lo había perfilado previo a su presunta infección.
No se trata de alimentar enconos ni mucho menos festinarse de alguien, si es que fuera verdad, que se encuentra en una situación de contagio como es el caso. Al margen de filias o fobias, debe exigirse respeto a la vida humana y hacer lo posible porque quienes se vean afectados por este terrible mal, salgan bien librados y recuperen su salud. Incluyendo al Presidente de México.
Pero el tema es de especial análisis por lo que podría desencadenarse en caso que por primera vez en muchos años, López Obrador haya hablado con la verdad a sus feligreses y a quienes no lo son.
Pensar que un asunto de Estado como es la salud del Presidente en cualquier país del mundo, haya sido descuidado en México, suena no sólo a irresponsabilidad, sino a demencia institucional porque debiendo ser inmunizado con toda oportunidad, el vecino del zócalo capitalino, no tenía por qué haberse arriesgado de esa forma, sobre todo si se toma en consideración su absoluto desprecio a los efectos de la pandemia y las expresiones no menos insensatas con qué alardeó estar protegido con estampitas y demás rituales chamanescos celebrados en su residencia.
Así que el cuerpo médico que atiende a todo presidente, en ésta y otras épocas, tendría una grave responsabilidad en caso que hubieran permitido que el paciente principal, al que no deben descuidar ni un momento así sea mínimo el síntoma de cualquier enfermedad, no tomara las precauciones del caso, más allá de un lance de heroísmo populista trasnochado.
Y aquí uno de los principales implicados sería Hugo López-Gatell Ramírez, designado por el propio López Obrador como el “zar anticovid” en el país y quien el 16 de marzo pasado, cuando apenas comenzaba la pandemia a azotar en el país, lanzó su inolvidable falacia:
"No sirve de nada saber si es positivo o negativo (López Obrador) porque la atención médica de una persona con Covid-19 es exactamente igual, se sepa que tiene o que no tiene el virus", como argumento para no pedir a su jefe se practicara la prueba de rigor y hacerlo púbico.
Entonces a la exigencia de hacerse "pruebas, pruebas, pruebas", de la Organización Mundial de la Salud, el incapaz subsecretario de Salud salió con una de sus muchas argumentaciones fofas y de franco desprecio a la inteligencia colectiva porque a su consideración aplicar esos estudios a toda la población, “sería un desperdicio de esfuerzo, de tiempo, de recursos. El gobierno mexicano no tiene como propósito contar cada uno de los casos, sino acudir a los mecanismos eficientes, modernos y probados para atajar la pandemia".
Esto puede explicar que al cierre de este despacho las cifras oficiales den un millón 788 mil 905 enfermos y 152 mil 016 muertos, aunque el INEGI abra otro frente al aceptar que las cifra es 45% superior a la que se reporta diariamente.
Pero de regreso al florero preferido del huésped de Palacio Nacional que gusta de vacacionar alejado de cualquier protocolo de seguridad y protagonizar lascivos lances amorosos, eso no fue todo porque ante el cuestionamiento de sus aliados en la mañanera de ese día, respecto a si el Presidente podría convertirse en fuente de contagio en sus giras por el país desprovisto de cubre bocas y demás protocolos, respondió burlista y sobreactuado:
"La fuerza del presidente es moral, no es de contagio. En términos de una persona, de un individuo, el presidente tiene la misma probabilidad de contagiar que usted o yo… Casi sería mejor que padeciera coronavirus porque lo más probable es que se va a recuperar y va a quedar inmune y ya nadie tendría esta inquietud en él".
Meses después de eso, surgió la versión que incluso se manejó con recato, hasta de forma medrosa por algunos medios, en el sentido que el de Macuspana habría sido vacunado contra el Coronavirus en octubre pasado. Especie difundida que nunca fue negada, pero tampoco aceptada en el círculo del poder presidencial. Mucho menos por el principal involucrado. El tema pasó de lado en el circo mañanero.
Pero en el supuesto que se haya vacunado antes o después, como es el caso, entonces habría un problema mayor pues estaríamos ante la evidencia viva que la vacuna no funciona y se tendría que hacer público por los miles o millones de personas que en el mundo pudieron haber recibido el mismo biológico y prender las alertas de rigor.
Sin embargo, aquí es donde reviste lo más grave del polémico tema, si López Obrador no está contagiado y todo forma parte de un ardid urdido en las retorcidas mentes de quienes forman parte de su círculo rojo, entonces el asunto adquiere dimensiones de incalculable riesgo ya no se diga para la débil credibilidad que acusa en su administración, sino porque será incontrolable el rechazo popular que generaría al saberse que todo fue producto del “sospechosismo” no confirmado o fraguado por una mente enfermiza y peligrosa para la debida marcha de un país que día a día llora cientos de muertos por esta maldita enfermedad.
Se confirmaría que todo fue una enésima cortina de humo para evitar dar la cara cuando crece el escándalo por el manoseo inescrupuloso que le ha dado al tema de la compra de vacunas, los supuestos lances heroicos para ceder a “países pobres” la preferencia para adquirirlas y no responder por qué México no aparece en el listado de naciones que previamente se apuntaron para comprar los biológicos y ahora salir con la especie que llegarán por millones procedentes de Rusia por la buena relación con Vladimir Putin.
De esta forma, sentado por decisión propia en un barril de pólvora, lo deseable es que López Obrador instruya a que se haga público el parte médico, se diga en las mañaneras el avance en la recuperación y, sobre todo, conocer en manos de qué médicos se encuentra el tratamiento del enfermo, porque mantenerlo en secreto de Estado “para no desestabilizar a México o respetar su privacidad”, será una salida poco creíble como ya es la veracidad del “contagio” por él anunciado.
No es sano desear que se agrave su estado de salud, ni le caiga eso que llaman el “karma” por los desatinos con que ha marcado sus decisiones en contra de millones de mexicanos, como los niños enfermos de cáncer o el desprecio para actuar en ayuda de sus compatriotas que luchan por sobrevivir en clínicas y hospitales afectados por ese virus que va ganando la batalla y deja lejos el triunfalismo de habernos caído “como anillo al dedo” y de enfrentar “el peor momento con el mejor gobierno”.
Lo obligado es que México conozca la verdad, sea cual fuere.
La salud de un Presidente no es cosa de juego, antes ni ahora, ¿o, sí?
Vale…