Rueda de molino/Jorge Hidalgo Lugo
Urge un espejo en Palacio Nacional
Como nunca es aceptable la premisa que circula con marcada insistencia en las redes sociales: México vive el peor momento en las peores manos.
Esto en alusión franca y directa al presidente Andrés Manuel López Obrador quien un día sí y otro también, hace hasta lo imposible por socavar con dichos y hechos, ese enorme bono democrático con que llegó a Palacio Nacional y hoy se le extingue.
Y no, créanlo apreciables lectores, no es cosa de conservadores, de neoliberales, de enemigos de México, la mafia del poder o de la prensa fifí.
Esto es producto única y exclusivamente de esa larga e interminable cadena de yerros con que ha plagado su actuación alguien que no ha querido entender que la campaña terminó en los comicios del 2018 y sigue con la terquedad de una retórica insufrible que por manida huele a sepulcro.
No son los casos emblemáticos como esa marcada obstinación de incurrir en corruptelas al torcer las leyes y acreditar sus caprichos a una decisión popular, ordenada por el pueblo bueno y sabio como fue acabar de un plumazo con la licitación de contratos y obras del sector público, para entregarse de forma directa y sin tocar aduana alguna, a los hoy amigos del nuevo régimen.
Caso emblemático y por demás escandaloso lo que sucede con Ricardo Salinas Pliego, quien dejó de ser parte de la mafia del poder para convertirse de facto, en beneficiario del régimen con contratos multimillonarios a su favor, lo que hoy lo tiene en la pira mediática por ese desliz de quererse convertir en celoso mastín, de la jauría que defiende a rabiar las ocurrencias que surgen en las mañaneras de Palacio Nacional.
Ahí está para la posteridad, ese lance vergonzoso y vergonzante con que el socio de López Obrador trató de ridiculizar las medidas -que en otras latitudes ya se hacían- frente al embate que se veía venir y hoy tiene a México casi paralizado por la pandemia del Covid-19.
Tampoco pudiera pesar tanto en el ánimo del pueblo bueno y sabio que el bufón del circo palaciego haya despreciado expresiones de descontento social como el de las mujeres hartas del feminicidio que cobró carta de naturalización en México y se ha enseñoreado como nunca, en lo que va del ya debilitado sexenio que ofrecía ser de la cuarta transformación para sólo quedar en una aberrante deformación de cuarta.
No, no se debe contabilizar en los débitos acumulados el desprecio que hizo a su vez a quienes desde la sociedad civil, por igual reclamaron los asesinatos a manos del crimen organizado y que encabezaron Javier Sicilia y Julián LeBarón, a quienes la investidura presidencial holgada pero hueca, le impidió recibirlos en comisión y ser escuchados en sus reclamos y propuestas que también llevaban en las manos.
Claro está que esa misma investidura presidencial vacía y acomplejada, permitió convivir con familiares de capos en prisión en una fecha simbólica para quienes son los auténticos dueños de Badiraguato, Sinaloa y toda la región… el cumpleaños de Ovidio, ese joven criminal que se hizo famoso precisamente por haber doblegado y puesto en ridículo al gobierno federal, la armada y el ejército mexicano, en un “triple play” como dijeron en esa región donde el béisbol es el deporte favorito.
Pero el menoscabo de la figura y esa ausencia cada vez más evidente de un Presidente en el país, tampoco es debido a la cerrazón de mantener bajo el colchón de su alcoba principesca, esa inusitada cantidad de recursos con que las mascotas que tiene en el Congreso de la Unión, le otorgaron para su uso discrecional y sin rendir cuentas a nadie, como no sea a él mismo.
Nada de eso ha sido el factor principal, como el que hoy encara y no puede soslayar.
Es el desprecio por la vida de sus representados, los mismos pobres incluso que ponderó siempre para engañar en la plaza pública cuando atacaba por todo y nada al Presidente en turno.
Ha sido el Coronavirus, un arma letal para evidenciar, dejar al descubierto, la fragilidad mental de quien no sólo entró tarde al diseño de una estrategia que pusiera a buen resguardo a millones de mexicanos que hoy viven aterrados por la presencia de la pandemia en suelo nacional, sino que busca a toda costa echar mano de distractores y desviar la atención en vez de defender con toda la fuerza del Estado, algo invaluable como es la vida humana.
Reclamos por falta de insumos, carencia de infraestructura elemental con qué hacer frente a los contagios, contrataciones desesperadas y a destiempo de personal médico que quiera arriesgarse al contagio a cambio de una plaza temporal, compra de materiales a precios inflados, muchos de ellos previamente vendidos en un negocio que sólo él y sus floreros en Hacienda y la Secretaría de Salud, conocieron… son sólo algunos de los muchos obuses que no atina como detener y le estallan en pleno rostro un día sí y otro también…
Ya no hablemos de la obstinación de escamotear recursos para canalizar a los Estados y dotar a sus gobernadores de elementos con qué encarar los efectos letales del Covid-19, a cambio de ufanarse socarronamente que las obras símbolo de su errática gestión no se detendrán ni sufrirán disminución presupuestal alguna.
Para López Obrador están en primer lugar la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía antes que proteger la vida de los gobernados, incluso ahora hasta la de los “viejejitos” que pasan a tercer término en la “estrategia” de atención pesimamente mal diseñada. Nada más pero nada menos…
El torpedo que ha pegado en la línea de flotación del frágil navío presidencial no lo mandó la prensa fifí, ni los conservadores, mucho menos los neoliberales enemigos del proyecto que dice representar López Obrador.
Alguien debe aconsejarle se mire en el espejo para que descubra quién es el verdadero y único, invencible enemigo de López Obrador y descubra que es López Obrador mismo…
Mientras eso no suceda seguirá en caída libre, perdiendo credibilidad entre sus mascotas, pero sobre todo, llevando al caos a un país que en aras de dar un voto de castigo hoy vive en insufrible castigo por ese mismo voto.
El amo y su jauría dan pena ajena
Suena por demás ocioso recordar a las mascotas a sueldo que por ahí pululan que no hay oposición que deba dejar de ser “menos tóxica y más constructiva”, como lastimosamente clama el cada vez más extraviado legislador local por Morena, Alfredo Ramírez Bedolla.
Porque en todo caso lo que hoy influyen son las benditas redes sociales, que pese al gasto oficioso que mantienen con su ejército de pejebots, no le alcanzan para acallar una inconformidad social creciente y actuante que lo tiene contra la pared.
Y en vez de buscar afanosamente figurar en las boletas electorales del año entrante y rescatar la deformación de cuarta que ya hace agua, debiera centrar todo su esfuerzo, empeño y lo que tenga de talento, para salvar vidas en la crisis de salud que ya tiene encima aunque esto parece no preocuparle, mucho menos ocuparle.
En resumidas cuentas, un espejo enorme en vez de floreros, debiera tener a su alrededor si quiere conocer realmente quién es y dónde está parado el auténtico y real peligro para México… y yo me apunto a regalarle uno si es necesario aunque sea de Tepito o La Lagunilla…
*Jorge Hidalgo Lugo es director general de portalhidalgo.mx