Rueda de molino/Jorge Hidalgo
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El crimen organizado ha comenzado a cobrar la factura por haber sido colaborador efectivo en la consecución del gobierno a favor de Morena y en Michoacán, gracias al banderazo de salida que significó la ratificación de Andrés Manuel López Obrador de no usar violencia para combatir este flagelo, literalmente se han soltado los demonios.
Si la disputa de los cárteles se focalizaba en una amplia zona de la Tierra Caliente con la secuela nociva de desplazados y los reclamos airados en contra de elementos del Ejército y la Guardia Nacional por parte de los civiles afectados en reclamo por no intervenir a su favor y dejarlos indefensos ante los embates criminales, la situación cobró mayor auge y ahora la metástasis que representa se extendió a la zona oriente y la capital misma de Michoacán.
Los hechos delictivos que se ligan a la disputa de células criminales no quedan únicamente en Coalcomán, Tepalcatepec, Lombardía, Múgica, Apatzingán, Buenavista Tomatlán, Churumuco, Arteaga y Aguililla, por citar sólo algunos municipios afectados desde antes de los comicios.
Ahora también el flagelo se enseñoreó en Morelia, Uruapan, Zitácuaro, Tuxpan, Ciudad Hidalgo, Zamora, Jacona, Sahuayo, La Piedad y muchos sitios más que van siendo ocupados por los grupos criminales.
Todo ello, agudizado de manera coincidente aunque en política no existan las coincidencias, a raíz del arranque del gobierno que Morena obtuvo con la ayuda de estos grupos fácticos, como quedó evidenciado por el resolutivo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, cuyos magistrados tendrán el estigma de haber avalado que con su complicidad siniestra, Michoacán vuelva a escenarios que se creyeron haber superado con la detención de Servando Gómez “La Tuta” y desmembramiento de los Caballeros Templarios.
Hoy sin resistencia oficial ninguna, la disputa del territorio estatal es cosa de todos los días y las víctimas de esta lucha, suman decenas al extremo que se está normalizando como parte del absurdo cotidiano, conocer de hombres, mujeres y jóvenes ejecutados, cuerpos desmembrados, establecimientos comerciales consumidos por las llamas al no acceder al pago de lo que llaman derecho de piso y otras extorsiones más.
El gobierno beneficiado con la ayuda del narco difícilmente hará algo en favor de las víctimas. La cuota a pagar corre a cargo de los gobernados en sus diferentes niveles y no habrá quien ponga freno a los abusos en que incurren.
Lo más sintomático de la complicidad oficial es sin duda, el hecho que en su reciente visita a Morelia, en la junta de notables que encabezó en Palacio de Gobierno, el propio López Obrado haya dado el banderazo de salida a esta carrera criminal cuando aseguró que no habrán acciones violentas o uso de la fuerza armada para combatirla.
En cambio se extenderán los programas clientelares, la ampliación de beneficiarios de becas y dádivas oficiales con las que según sus expectativas, será suficiente para que las células criminales ya no tengan material humano, sobre todo jóvenes, que sigan engrosando sus filas para aterrar y someter a los michoacanos productivos, indefensos y a merced de lo que decidan los grupos en disputa.
Bajo este contexto, la estadística de muertos crece de manera inexorable y en el primer mes que va a cumplir el que se anunció con bombo y platillos como gobierno que transformaría a Michoacán de estado torpe a edén del centro del país, suman ya más de 150 y la lista creciendo.
Así con un incontrolable embate de células delictivas y una notoria omisión, complicidad, ausencia de autoridad estatal y federal, dejan a los municipios en total indefensión como ya acontece con Morelia, cuya policía menguada al extremo de la extinción gracias a la pésima gestión morenista que recién salió por voluntad popular, literalmente está imposibilitada para dar la cara a sicarios y extorsionadores
Mientras esto acontece y la pesadilla comienza a tomar forma, el que se dice gobernante por decisión de los michoacanos y no por la narco ayuda recibida, sólo atina a excusar su inmovilidad pasmosa y plagada de sospecha, que en Michoacán hay por lo menos 14 células delictivas detectadas.
Pero no anuncia acción alguna prefiriendo lamentar que el mandatario saliente y su familia eran cuidados por 186 escoltas, además que 424 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública realizaban labores de protección a funcionarios, familiares, alcaldes, diputados y empresarios.
De ser cierta su acusación, lo deseable sería entonces que esos elementos desperdiciados en tareas que no benefician a la población, sirvieran para cuidar a la población.
Pero los hechos de sangre y acciones criminales que plagan el diario acontecer, demuestran que eso no acontece y no hay ahora excusa que valga para que la estadística delictiva siga en ascenso y el deterioro social se acentúe.
Negro el panorama para Michoacán donde la única estrategia que tiene el extraviado mandatario de recién ingreso, es seguir fiel y obediente la estrategia de “abrazos y no balazos” que le ordenó su gurú, líder, guía, ejemplo, hacedor, padrino, ídolo y pastor a venerar en el cielo, la tierra y todo lugar.
Mientras tanto que caigan más muertos y el “ejecutómetro” siga contabilizando, aumentando hora con horas esas cifras de la ignominia.