Rueda de molino
No es coincidencia, mucho menos puede atribuirse a mala suerte o infortunio que Michoacán vuelva a figurar en los primeros planos, pero no por sus productos insignia o atractivos naturales, no. La entidad se coloca en los primero sitios pero de lo negativo y ello tampoco es casualidad, desde que Morena llegó al poder y el crimen organizado sintió la necesidad de cobrar favores realizados durante la campaña electoral.
Hoy no puede ser motivo de orgullo ni para los que aplauden a rabiar los disparates que lanza una mañana y otra también quien debiera ser el principal ocupado y preocupado porque el baño de sangre se detenga, y brindar la seguridad perdida a millones de mexicanos que hoy viven en la zozobra ante el acecho de grupos delictivos que se manejan con total impunidad, al amparo de los abrazos que les dan Andrés Manuel López Obrador y sus mascotas, a cambio de los balazos que aquéllos disparan contra la población.
Nunca antes la estadística criminal había posicionado a Michoacán en tan altos rangos y debiera ser objeto de mayor interés presidencial, preocuparse porque su pupilo -el orgullo de su discursiva como lo ensalza cada que tiene ocasión-, ande peor de desorientado en las tareas de gobernar que el mismo mentor, y en cabio se muestre demasiado ocupado en cumplir con los mandatos que recibe desde Palacio Nacional, ejecutados sin tardanza y absoluta diligencia, para cumplir con la gerencia que le encomendara desde octubre pasado.
Por eso no es de sorprender que Zamora sea primer lugar en el mundo etre las ciudades más violentas de acuerdo Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal. Como tampoco suena a novedad que Uruapan esté en octavo lugar y sea Michoacán, la única entidad en el concierto internacional, que acapare dos posiciones de privilegio en ese oprobioso listado.
Pero al margen de eso, las ejecuciones, desmembrados, fusilamientos y terror sembrado por todos los rincones de la geografía estatal, no sea motivo de preocupación mayor de quien ahora asume por método evasivo, señalar con cinismo y total desparpajo que Michoacán vive estos escenarios como resultado de estar “rompiendo con inercias del pasado y viendo reacciones violentas precisamente por grupos de la delincuencia organizada”.
En la discursiva frágil y hasta timorata de quien parece no tiene asesores que lo ayuden en la tarea de comunicar con certeza a la opinión pública en vez de hacer el ridículo cada que sale a comparecer ante los medios, los acontecimientos que se vivieron en San José de Gracia y luego en San Juan Nuevo Parangaricutiro no deben ser casos de alarma mayor y presumió que se hacen los operativos suficientes para acotar a los malosos, celebrando infantilmente que Michoacán “no está sometido a ningún grupo criminal”.
El gerente de Palacio Nacional que cobra como gobernador en Michoacán, se armó de valor y fue a más en su lance deslenguado al referir que la masacra de Zinapécuaro, no es evidencia de algún tipo de contubernio de su mandato con las bandas criminales porque, se ufanó arrogante, “no hay pactos con la delincuencia organizada”.
Retórica manipuladora si se considera que los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, aceptaron la injerencia del crimen organizado en los comicios de junio pasado, “aunque nada más poquito” pero esa mancha indeleble lo va a perseguir toda la vida, aunque hoy estén obligados a negar los nexos del narco partido con los narco aliados, tema por cierto múltiples veces señalado en medios informativos de todos los niveles.
En tanto Ramírez Bedolla tampoco aclara qué tipo de ruptura hay de su gobierno con la delincuencia o que “ya no hay nexos” como aseveró, dejando abierta la especulación que antes sí hubo y no fue denunciado, o que en todo caso, ya no cumplió esta gestión con lo pactado y por eso se soltaron los demonios. El caso es que en Michoacán la estadística crece como lo marcan las cifras y tan sólo en lo que va de enero a la fecha, suman más de 700 muertes ligadas a homicidios dolosos.
Y si lo sucedido en Michoacán fue por la ruptura con “inercias del pasado”, que haga algo pronto para ubicarse en la realidad del presente pues los índices señalan además que tan sólo en Morelia por tercer mes consecutivo se superó la friolera de 40 asesinatos por mes en lo que va del año. En estos incipientes tres primeros meses del 2022, la capital michoacana suma 130 homicidios dolosos, entre los que se encuentran ejecuciones múltiples, desmembrados y decapitados, como lo consigna en una investigación periodística nuestro compañero Sergio Cortés Eslava, publicada en portalhidalgo.com.
Para que su discurso sea convincente y le creamos que “Michoacán no está sometido a ningún grupo criminal”, valdría la pena explicar cómo en el cuartel de la Guardia Nacional que se tiene en Zamora, fue depositada una cabeza con una cartulina que contenía un mensaje amenazante, sin que nadie se diera cuenta.
Y por supuesto que le quisiéramos creer, para que sus gurús de comunicación social respiraran tranquilos ante el mal trabajo que realizan, respecto a que “no hay ningún acuerdo con la delincuencia en Michoacán” y pudiera mostrar con videos, animaciones, casi casi con manzanitas, cómo se pueden colocar minas explosivas, atacar con drones portadores de artefactos bélicos y esconder a la vista de miles y miles de elementos de la Guardia Nacional y del Ejército Mexicano, artefactos como el “monstruo” desde donde se ejecutaron a civiles en San Juan Nuevo, cuyo tonelaje y capacidad de desplazamiento, porque nadie sabe nadie supo y son en sí, auténticos galimatías a resolver por los ilusionistas más avezados que montan espectáculos de magia en Las Vegas.
En tanto no sea así, Michoacán seguirá siendo un Estado Fallido y su conductor, un pobre matraquero de López Obrador y pésimo aprendiz en eso que llaman el arte de gobernar.
Vale…