Rueda de molino
Gana Morena con candidatos reciclados del PRI y PRD
Jorge Hidalgo Lugo
Lo acontecido el domingo electoral en seis entidades del país debe tomarse con reservas aunque cunda el pesimismo que ya no hay remedio para México bajo el grito de guerra de: ¡Morena sigue, el Narco vive!
Habrá que serenarse y pensar que aún hay momentos para el análisis de cómo enfrentar al aparato de Estado con posibilidades de éxito, pero ya sin la presencia de los partidos tradicionales como tal, que hoy deben retirarse a vivir con dignidad su extinción.
Porque a pesar del triunfalismo y la arrogancia con que el dueño de Morena presume ganar estados bajo las prácticas tradicionales del fraude electoral y compra de lealtades, lo hizo sí, pero con candidatos surgidos del odioso y satanizado PRI, a falta de cuadros propios que pudieran competir con posibilidades de éxito.
El resultado no debe sorprender a nadie, menos al propio López Obrador pese a que en su papel de violador flagrante de la ley, cuantas veces se le pegó la gana hizo alarde que iba a ganar “por paliza” y hasta se regodeó en el “seis de seis”, que finalmente no alcanzó.
Pero sí en cambio dejó exhibidos a personajes siniestros como el patético Alfredo Ramírez Bedolla, quien cobra como gobernador de Michoacán y llegó como mapache electoral debiendo salir cual zorrillo pestilente de Aguascalientes, donde ya sabemos los estropicios que dejó.
El tema es que el alto porcentaje de abstención que cifra en el 50 por ciento del padrón como promedio, deja evidenciado que la fuerza o arrastre de Morena no es tal y que sus programas clientelares tampoco son lo suficientemente fuertes, como para asegurar que todos los beneficiados acudieron a las urnas con todo y la amenaza de perder los apoyos económicos, como se esforzaron en amedrentar los “vividores de la nación” metidos de operadores electorales en su afán de cooptar votantes.
Muchas lecturas hay en lo acontecido en Hidalgo, Oaxaca, Durango, Tamaulipas, Quintana Roo y Aguascalientes.
Pero nada extraordinario que no haya sido vislumbrado desde las campañas.
Hidalgo y Oaxaca, entregados en bandeja de plata por los gobernadores traidores al PRI Omar Fayad y Alejandro Ismael Murat Hinojosa, quienes anticipadamente pactaron con López Obrador su impunidad para no ser perseguidos, ni revisadas sus cuentas públicas. Impunidad adquirida para que no les hurguen en los cajones.
Además de formar parte del cuerpo diplomático, una vez entregada la estafeta a quienes los sucedieron en el mandato y que en ambos casos demostró que Morena y su ambición de poder, está por encima de cuidar o no perfiles o pasados partidistas. Así se ufana haber ganado con un ex priista en Hidalgo y un ex perredista en Oaxaca.
En ninguna de las entidades en disputa hubo un candidato surgido de Morena y sí por el contrario, echaron mano del reciclado de desechos tóxicos del PRI, como en Tamaulipas con el impresentable y de turbio pasado ligado a grupos criminales, Américo Villarreal o la de origen Verde Ecologista en Quintana Roo, María Lezama.
Aun así, la sorna presidencial que invita a la oposición a tener seriedad y dejar de “ser paleros” carece de consistencia si tomamos en cuenta que la disputa por el poder le ha obligado al dueño de Morena utilizar a esos políticos que apestaron a su paso cuando defendieron otros partidos, pero que hoy abrazan la causa obradorista con el tufo de inmaculados que les confiere el soplido del mesías de Macuspana.
La victoria que alardea como un paso más para aterrizar la dictadura perfecta que se propone, pasa por el 2024 y es ahí donde se debe hacer un análisis serio y detenido porque está visto que no hay oposición confiable con qué dar la pelea, muy a contra pelo del alarde panista de que hay “tiro”, claro con uno de ellos al frente por lo que se perfila.
Insistir en los modelos tradicionales, caducos, inservibles será poner el tapete para que López Obrador termine de destruir al país.
Lo que se necesita en la elección presidencial que se avecina es perfilar liderazgos surgidos desde la sociedad civil, sin contaminantes mayores en su pasado, que logren atraer el respaldo de quienes hoy, sin duda, viven aterrados ante el imperio del narco poder que se extiende por todo el territorio nacional de la mano de López Obrador.
Los dirigentes, si se les puede dar tal distinción a estas alturas, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano, deben dar un paso de costado y dejar la estafeta a otros actores que puedan reconstruir las ruinas en que dejan al PRI y PRD, respectivamente.
En el caso de Marko Cortés y su triunfalismo insufrible, sabe perfectamente bien que el PAN va en caída libre y que sólo con aliados, puede salir airoso como en Aguascalientes, pero eso no le alcanza para más.
Dante Delgado, con ese olfato desarrollado por percibir la descomposición a kilómetros de distancia, da un paso de costado y desde ahora se desliga de cualquier posibilidad de alianza, porque su futuro está en seguir los pasos del promiscuo y prostituido Verde Ecologista, en busca de vender al mejor postor lo poco que le queda de fuerza electoral.
Así las cosas, lo que se perfila como más factible es una nueva desbandad de priistas que buscarán refugiarse en Morena y desplazar, como hasta ahora, a los ilusos y leales que se fajaron como los buenos cuando tenían todo en contra y quienes al triunfo de la causa, han sido desplazados por oportunistas, saltimbanquis y traidores con la etiqueta tricolor ahora teñida de magenta.
En estas condiciones, Morena no ocupará tanto de la ayuda de sus narco aliados, porque ahora sí causan pena ajena los que se dicen opositores, doblados a billetazos o con amenazas de cárcel por su turbio pasado, lo que se les perdona por mandato presidencial cuya figura hoy luce más que envalentonada.
A tal grado que en su borrachera de poder se muestra dispuesto hasta de romper relaciones con Estados Unidos, el principal socio comercial, convencido como está que ahora sí, con los moralmente derrotados y al borde de la extinción, llegó la hora de imponer la tiranía socialistoide a México, con él a la cabeza.
Mientras tanto las huestes obradoristas lanzan fuerte su grito de guerra:
¡Morena vive, el Narco sigue!
Vale…