Revolución masculinista /Gerardo A. Herrera Pérez
Revolución masculinista
Gerardo A. Herrera Pérez.
Si queremos reconstruir el tejido social devastado por el sistema económico que vivimos, derivado de los efectos que provoca el Estado, el Mercado y el Patriarcado, se requiere de trabajar en diversos procesos para lograrlo, uno de ellos, que genera la violencia, es trabajar en la deconstrucción de las masculinidades hegemónicas y otros tipos de masculinidades que son nocivas.
En ese sentido, no se nace hombre, se puede elegir no serlo, no desde el punto de vista biológico, sino de manera cultural, es decir ser un varón sin masculinidad.
La pregunta es hasta cuándo en estos procesos de formación de masculinidades hegemónicas que tanto daño han causado a la sociedad derivado de su mandato: saber, poder, autoridad, jactancia en las diferentes estructuras de poder social, podríamos hablar de una “revolución masculinista”, es decir, la búsqueda de otra manera de ser hombre comprometido y generador de respeto.
Hasta cuándo dejaremos de ser tan obedientes, serviles a los designios de ese mandato de masculinidad hegemónica y en su lugar nos volvemos más desobedientes, generando condiciones de mayor encuentro y diálogo horizontal, de alteridad, de evitar la colonización, hoy, neocolonización, que genera precariedad, pobreza, de reconocer las posibilidades de complementariedad con el otro incluso que no es humano, plantas y animales, de ecología de saberes, tolerancia y respeto. Evitando con ello, las raíces del androcentrismo, del sexismo, de los estereotipos de género y mandato de masculinidad que promueve violencia contra las mujeres, otros hombres incluidos nosotros.
No importa que estemos sexuados biológicamente, finalmente también el sexo es una construcción cultural, comenta Thomas Laqueur; podríamos dejar de ser masculinos en términos del manejo patriarcal que se introyecta de manera subjetiva en cada uno de los hombres para ser “normales” y cumplir el mandato de masculinidad por la vía del saber, poder, autoridad, del honor, la potencia, la preferencia, la jactancia, pero romperla o ser desobedientes, obliga a que seamos estigmatizados y prejuiciados incluso injuriados como blandengues, mariquitas, o jotos, lo que de manera genérica impide a romper estas dinámicas y no dar el salto a la búsqueda de una revolución masculinista, en donde se emplee la racionalidad crítica y no instrumental para lograr esas formas de atender a ser varón sin masculinidad.
Finalmente, en esta revolución masculinista, los hombres o varones sin masculinidad, serían los sujetos de lucha política, de reivindicación frente a la opresión que se vive al ejecutar el mandato de masculinidad y con ello, avanzar en la atención del tejido social; no es una utopía la revolución masculinista, solamente que nos tenemos que organizar, muchos varones no estamos de acuerdo en esta masculinidad hegemónica y ya se toman acciones para ser diferentes.