Revalorar al médico general y familiar

En la actualidad, los sistemas de salud de muchos países enfrentan una crisis estructural que se refleja en largas listas de espera, deficiencias en la atención primaria y una creciente dependencia de especialistas, mientras que el papel del médico general y familiar ha sido relegado a un segundo plano. Sin embargo, es imperativo revalorar su importancia dentro de la política de salud para garantizar un sistema más eficiente, accesible y justo.
En el caso de México, esta problemática se ha agudizado en los últimos años debido a múltiples factores, como el déficit de médicos generales en zonas rurales y marginadas, la sobresaturación de hospitales de tercer nivel y la falta de una estrategia integral para fortalecer la atención primaria.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se recomienda un mínimo de 23 médicos generales o familiares por cada 10,000 habitantes para garantizar una cobertura adecuada. Sin embargo, en México, el promedio es 16.2 médicos generales por cada 10,000 habitantes conforme a datos del INEGI. Además, la distribución es desigual: mientras en la Ciudad de México hay una alta concentración de profesionales de la salud (45 médicos generales y familiares por cada 10,000 habitantes), en estados como Chiapas, Guerrero y Oaxaca la cifra es dramáticamente baja, con menos de 10 médicos por cada 10,000 habitantes.
El médico general y familiar es la primera línea de defensa en la atención sanitaria. Su función no se limita a tratar enfermedades comunes, sino que es clave en la prevención, el diagnóstico temprano y el seguimiento continuo de los pacientes. En sistemas de salud bien estructurados, estos profesionales actúan como el eje central de la atención, reduciendo la sobrecarga de los especialistas y optimizando los recursos disponibles. En México, sin embargo, la cultura de la automedicación y la desconfianza en los centros de salud públicos han generado un modelo en el que los pacientes buscan atención directamente con especialistas o recurren a consultas privadas sin una valoración previa adecuada.
Uno de los principales problemas actuales es la falta de incentivos y reconocimiento hacia la medicina general. La tendencia a la especialización ha llevado a que la atención primaria sea vista como una etapa de menor relevancia dentro del sistema, cuando en realidad es la piedra angular sobre la que debe sustentarse cualquier política sanitaria efectiva. Países con sistemas de salud exitosos, como los nórdicos, han demostrado que fortalecer la medicina familiar no solo mejora la calidad del servicio, sino que reduce costos al disminuir la necesidad de tratamientos hospitalarios complejos. En contraste, en México el modelo neoliberal impuso que el presupuesto destinado a la atención primaria fuera insuficiente, lo que se tradujo en clínicas mal equipadas, falta de personal médico y tiempos de espera prolongados.
Otro aspecto crucial para fortalecer la medicina general es el prestigio de esta profesión dentro del ámbito médico y en la percepción social. Actualmente, muchos estudiantes de medicina optan por especializarse debido a la idea de que la medicina general es una opción de menor prestigio y con menos oportunidades de desarrollo profesional. Para cambiar esta situación, es necesario revalorizar la imagen del médico general, destacando su papel estratégico en la atención primaria y mejorando sus condiciones laborales y salariales. Además, las universidades deben incentivar la formación en medicina familiar, con planes de estudio que refuercen su importancia y programas de residencia más atractivos.
Revalorar la figura del médico general implica una serie de reformas que van desde la educación médica hasta la distribución de recursos. Es fundamental mejorar las condiciones laborales y salariales de estos profesionales, además de promover su continua formación y actualización. Asimismo, se debe garantizar que la población comprenda la importancia de acudir primero a la atención primaria antes de recurrir a la medicina especializada, salvo en casos realmente necesarios. En México, esto requiere un cambio en la estrategia de salud pública, con campañas de concienciación y una reestructuración del sistema que privilegie la prevención sobre la atención reactiva.
Si los gobiernos aspiran a construir sistemas de salud sustentables y eficientes, deben priorizar la inversión en medicina general y familiar. Es hora de que las políticas de salud en México abandonen la visión fragmentada que ha llevado a un modelo insostenible y recuperen el valor del médico de cabecera como el pilar fundamental de la atención sanitaria. Un cambio de enfoque en este sentido no solo beneficiará a los pacientes, sino que contribuirá a la sostenibilidad del sistema en su conjunto. La salud no debe ser vista como un gasto, sino como un asunto de seguridad nacional, una inversión en el bienestar de la sociedad y en el desarrollo del país.