Renuncia o remoción
Si hubiera un mínimo sentido de vergüenza Alejandro Moreno y Rubén Moreira renunciarían a sus responsabilidades partidarias ahora mismo, sin que los medios, correligionarios o socios opositores se los requieran. Los resultados de la elección del 5 de junio son razón sobrada para retirarse de sus cargos. No hay un mínimo de decencia en sus personas, así que el PRI y la coalición opositora deberá transitar con ellos, a pesar de los costos que conlleva su continuidad.
No hay renuncia y la remoción es imposible. Se han apoderado de todos los espacios partidistas y, a pesar de su desastroso desempeño, no existe la menor posibilidad de que los órganos estatutarios pudieran emprender una acción conducente a la remoción. Lo que sí puede ocurrir y está en proceso es que la investigación del INE, la UIF o la FGR determine responsabilidad legal de Moreno. Ya la Fiscalía General del Estado de Campeche ha dado pasos relevantes para proceder contra el exgobernador; por cierto, el fiscal Renato Sales tiene sobradas credenciales profesionales y solvencia moral, algo poco común en los funcionarios en procuración de justicia.
Los ex presidentes del PRI y un buen número de senadores, además de militantes históricos, por nombrarlos de alguna manera, quisieran que el PRI enmendara su curso. Por ahora, Moreira -enemigo frontal del PAN- y Moreno -enemigo mortal de sí mismo- se arropan en la alianza opositora. Antes, en las deliberaciones previas a la contrarreforma eléctrica flirtearon con Morena la posibilidad de votar a favor de la propuesta presidencial, como sí lo hiciera Moreira con la contrarreforma educativa y con la iniciativa de realizar la revocación de mandato el mismo día de la elección intermedia.
La ruptura de Moreira y Moreno con el presidente ocurre por la negativa del régimen de negociar cargos populares a cambio de votos legislativos y se da cuando López Obrador instruye a sus legisladores votar por la iniciativa antes de las elecciones del 5 de junio. La idea de ganar Hidalgo siempre estuvo más en la imaginación que en la realidad, especialmente por la imposición que se hiciera al priísmo hidalguense al momento de designar candidata. Allí están los resultados y son exclusiva responsabilidad de Marko Cortés, que se prestó para “proponer” candidata y de Moreno y Moreira, de la misma forma que la pérdida de registro en Quintana Roo les es imputable al salirse de la coalición a cambio de que el PVEM hiciera lo propio en Hidalgo.
Declarar moratoria de reforma constitucional fue un error de Va por México y forma parte de la fuga de M&M para arroparse con la oposición, con la misma tesis de López Obrador: “los que están contra mi están contra el país”. La moratoria fue error de forma y fondo. Se trataba de rechazar los términos de la iniciativa presidencial en materia electoral y de razonar sobre la inconveniencia de militarizar la seguridad pública del país, sobre la base de la defensa de las fuerzas armadas, haciendo valer la razón de su existencia y la responsabilidad del poder civil. Los senadores del PRI no fueron objeto de consulta alguna y ha obligado a que se aclaren posturas. No es consustancial a la política, mucho menos a la representación parlamentaria la cerrazón, aún tratándose de propuestas disparatadas e inaceptables del Ejecutivo. Se debate, se dictamina y se vota, aunque el régimen les acuse de traidores a la patria y pretenda criminalizar el disenso parlamentario.
Queda claro que la suerte de Moreno no está en sus pares ni en sus socios, sino en la evolución de las investigaciones legales que tiene en contra. Para el PRI, la más delicada de todas, se refiere al financiamiento ilegal a desahogar por el INE, toda vez que hace a la institución corresponsable de las faltas. Las de carácter penal son personales y a esas el dirigente deberá responder en lo personal.
Las implicaciones del desastre del tricolor alcanzan a la coalición opositora, Va por México. Día a día Alejandro Moreno y Rubén Moreira se vuelven una carga y un problema para todos. Pero no hay sentido de decencia ni vergüenza. Difícil emprender el viaje con tan malos compañeros.