Religiosidad y medio ambiente
“A la Tierra no podemos matarla. En la lucha contra la Tierra el hombre perderá. Somos nosotros los que estamos en peligro”. Así comenzaba una entrevista a Raimon Panikkar (promotor de la Ecosofía) en 2005, y así contestó cuando el entrevistador Jordi Pigem le citó las palabras de un pueblo indígena del Canadá: “Solo cuando hayáis talado el último árbol, contaminado el último río y extinguido el último pez, os daréis cuenta de que el dinero no se puede comer”.
Raimon Panikkar ha planteado, como otros, los límites de la sola Ecología y ha propuesto un abordaje más profundo de la relación del hombre con la naturaleza, él propone, también como otros, la perspectiva de la Ecosofía, un pensamiento que relaciona la cuestión ecológica con el pensamiento filosófico.
Por los mismos años, en el 2006 James Lovelock en La venganza de la Tierra, afirma que “La Tierra (Gaia) se comporta como un sistema único y autorregulado, formado por componentes físicos, químicos, biológicos y humanos”.
Años más tarde, en el 2015 la Papa Francisco daba a conocer la encíclica Laudato sí, mi Signore (Alabado seas, mi Señor) en la que funda desde la espiritualidad cristiana la importancia, defensa y protección de la Casa Común: la Tierra. En ella desarrolla argumentos teológicos, filosóficos y científicos muy firmes que alientan una cosmovisión cristiana y de todas las religiones para el cuidado del planeta.
La Encíclica asume el pensamiento de Francisco de Asis: “…la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella” (Cántico de las Criaturas).
La visión en la Encíclica es incluyente: “… fuera de la Iglesia Católica, otras Iglesias y Comunidades cristianas –como también otras religiones– han desarrollado una amplia preocupación y una valiosa reflexión sobre estos temas que nos preocupan a todos … El Patriarca Bartolomé (iglesia ortodoxa) se ha referido particularmente a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta, porque, «en la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos», estamos llamados a reconocer «nuestra contribución –pequeña o grande– a la desfiguración y destrucción de la creación”.
Tanto Raymond Panikkar como las iglesias católica, ortodoxa y otras religiones y diversos académicos han advertido de la limitación del planteamiento ecológico-técnico. Así en Laudato Si se reconoce que “…una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la Biología y nos conectan con la esencia de lo humano”.
Es decir, la defensa de la Tierra para que sea profunda en compromiso y en conciencia tiene que ser también espiritual y religiosa. Esta perspectiva es la que ha estado presente en el Encuentro de Comisiones, Dimensiones y Vicarios Foráneos, de la Provincia Eclesiástica de Morelia, en la que participamos por invitación del presbítero Jonatahan Arias.
La ecología debe ser ambiental, social y mental, decía el filósofo Félix Guattari. El futuro no será sustentable sin la participación en estas tres ecologías, a eso bien se le puede llamar integralidad, o sea una ecología integral como también la asume la iglesia católica.
En los trabajos de reflexión con obispos y sacerdotes de 5 diócesis se abordaron las realidades emergentes más críticas que vivimos los michoacanos: la crisis medio ambiental, la construcción de la paz y la familia.
En el aparatado de Ecología Integral Se abordaron al menos cinco desafíos: el cambio climático y la aportación michoacana a este, el cambio de uso de suelo que ha sacrificada en los últimos 30 años más del 60 % de los bosques estatales; la crisis hídrica relacionada con la tala ilegal y no sostenible que deriva en cambio de uso de suelo y en la implantación de desiertos verdes que ocupan decenas de miles de hectáreas y que dañan la infiltración hídrica, modifican los microclimas y empobrecen la calidad de vida de los pueblos; el descontrol institucional y cívico sobre los residuos que producimos a razón de un kilo por persona al día y que son el reflejo del consumo desbordado resultado de una dinámica económica y social regida por el facilismo, el placer y la irresponsabilidad.
En el Encuentro no podía dejar de reflexionarse sobre la justicia ambiental y el rezago que tenemos para hacer efectivo el artículo 4° de la Constitución relativo al derecho humano de todos los mexicanos a disfrutar de un medio ambiente sano. Rezago que está determinado por la ausencia, omisión y complicidad de las autoridades responsables que han permitido, por ejemplo, el ecocidio que se sigue practicando en los bosques michoacanos.
El quinto de los desafíos se indicó es el relativo a la Educación Ambiental. Se afirmó que la crisis ambiental es el reflejo de una crisis ética, de valores, que ha echado de lado el respeto a los otros seres que habitan con nosotros en el ecosistema planetario, nuestra casa común. La educación, se dijo, debe operarse a través de una ética de valores imperativos que nos lleven como humanidad a tener compasión, empatía y respeto por todos los seres no humanos y para dejar de colocarnos como el centro del universo.
En el momento en que se nos pidió a los panelistas una reflexión final sobre la amplia problemática sugerimos la siguiente: en esta hora nos han fallado las instituciones que debían cuidar nuestra seguridad y vida; en que han fallado las que tenían que proteger nuestros derechos humanos; y han fallado las instituciones ambientales que debían detener y revertir la crisis ambiental; en fin, ante la presencia dolorosa de fallas generalizadas en la operación del gobierno, las personas, como nunca, desean encontrar en sus guías espirituales una mano sensata, empática y amorosa que los guie, la iglesia entonces no puede fallarles a sus creyentes porque en sus líderes tiene puesta una gran esperanza.