Publica Rosario Ortiz su libro Presencias

Anécdotas y sucedidos con artistas y escritores
Hace semanas recibí una llamada de Chayo Ortiz (bueno, su sobrenombre es Ma. Rosario Ortiz Marín), digo, porque no hay quien la nombre así. Su llamada fue una buena nueva para mí, hacía mucho que no sabía de ella. Me precisó que me tenía un ejemplar de su más reciente libro, “Presencias” es su título, el noveno de su numen creativo. Obvio, fui por él a su casa, donde platicamos ampliamente “de la milpa y del ecuaro”, como se dice en mi pueblo. Es una conversadora genial, voló el tiempo, aquello fue una tertulia improvisada.
Leí su Presencias de un jalón. Me agarró desde la primera línea y me llevó por anécdotas, crónicas, cuentos y sucedidos de ella con personajes fundamentales de la poesía, la pintura, la narrativa, el cine y más, mucho más, todo aderezado por las delicias de la camaradería, la hermandad y la complicidad con mentes brillantes que se encuentran, se cuentan, se acompañan, se distancian y no vuelven a verse porque la enorme distancia que es la muerte se interpone.
Supe de sus andanzas con personajes como Enrique Irazoqui el Cristo de Pier Paolo Pasolini, sí, el que personificó a Jesús en la película El Evangelio Según San Mateo, mismo que vivió una temporada en Morelia y se paseaba en su motocicleta por toda la ciudad. Bueno, pero antes me acercó a Eduardo del Río, el genial caricaturista y escritor zamorano, en su relato “El Diablo se Llama Rius”. También me colocó junto a su entrañable amigo el poeta Ludwig Zeller y a Susana Wald, la pintora esposa de éste, a quienes conocí y traté gracias, precisamente, a Chayo Ortiz.
Ah, ya libro adentro me hizo coincidir con Gaspar Aguilera, ese poeta chihuahuense y moreliano que marcó toda una época en Michoacán con su obra mayor, de quien tengo la mayoría de sus libros porque siempre me los hizo llegar, y después de releer su “La Ciudad y los Fantasmas” fue que lo reencontré en “Presencias” de Chayo Ortiz. Bueno, y la escritora, promotora cultural, editora, licenciada en Economía, maestra en Sociología y doctora en Humanidades y Artes también me llevó a momentos que vivió con Luis Ortiz Arias, ese genio uruapense que murió muy joven.
Leí con voracidad el Decálogo Benedettiano, en el que Chayo hace referencias a uno de mis autores de cabecera, Mario Benedetti. Y, oh, mi ignorancia, me hizo conocer a la poeta chilena de estatura universal Delia Domínguez (admito que no la conocía, pero la voy a leer de cabo a rabo). Y, luego, la buena escritora moreliana me llevó a momentos que compartió con don Álvaro Mutis, creador de Maqroll el Gaviero, a quien califica de sibarita, lo que yo no sabía de él, aunque alguna vez comí a su lado en la desaparecida Fonda Las Mercedes, invitado por un poeta amigo.
Me hizo entrar a la casa de Doña July, una señora singular, rezandera, a la que los jovenzuelos que trataba burlaban. Bueno, y del libro de Chayo, quien fue directora del Exconvento de Tiripetío, profesora universitaria, titular de la Secretaría de Difusión Cultural y Extensión Universitaria, no podía quedar fuera el filósofo Severo Iglesias, quien durante varios ciclos impartió cátedra en instituciones de Morelia.
En la segunda parte de su libro, Chayo Ortiz nos presenta cuentos, crónicas y hasta imaginerías que la llevan a caminar con Diego, Frida, y hasta con La Garbancera (que no La Catrina) de José Guadalupe Posada, entre otros personajes reales y de creación. Total, que la escritora Ma. Rosario Ortiz Marín me obsequió un ejemplar de su noveno libro, suculento éste, ilustrativo, garrudo y muy ameno. Lo que se debe a que es dueña de una prosa exquisita, una narrativa ligera y transparente y, sí, una memoria puntual porque ha tenido la fortuna de tratar a personajes fuera de serie, a los que rinde homenaje con “Presencias” un anecdotario y cuentario luminoso.
Rosario Ortiz Marín es autora de otros ocho libros, a saber: La irreverencia del arte. Caricatura y sociedad, El diablo se llama Rius, El collage: una expresión de vanguardia; El arco iris de plumas; En Catálogo de arte plumaria; Mi collar, mi pequeña pluma; Catálogo de Plumaria; Desde el recuerdo
Leonardo Da Vinci, Un genio en la cocina; Las viandas del Quijote y Sancho Panza. Así sea.