Proyecto secreto/Mateo Calvillo Paz
NAVIDAD ES EL AMOR
Muchos hombres navegan en las tinieblas, extraviados buscando el amor en Navidad, deben seguir la luz del pesebre.
Vivimos posadas inolvidables con los niños, un candor, un afecto, momentos llenos de gozo y de armonía.
En una feria de regalos nos perdemos y no encontramos el bien más preciado que andamos buscando, el amor.
El amor de los políticos es un engaño, porque ellos buscan otra cosa, tienen intenciones ocultas, siguen su egoísmo, sus bajas pasiones.
La humanidad termina en confusión, vacío, soledad, miedo, tristeza, tinieblas, ¿dónde se encuentra la luz y el sentido?
Cuántos chicos deambulan dolorosamente en la depresión. en la carrera alocada al vacío.
¿Dónde se encuentra el regalo más precioso del amor?
Hay falsos profetas del amor, los comerciantes.
Lo que realmente les importa es su bien egoísta, hacer grandes negocios y grandes fortunas.
Utilizan a los demás, no les dicen la verdad, lo seducen astutamente para sus fines huecos, particulares, cuantas veces mezquinos.
Los hacen caer en el engaño para sus propios intereses, ser admirados y amasar fortunas incalculables.
Son los constructores de una sociedad materialista y consumista, de fiesta y diversión.
Atizan los instintos más bajos del hombre para vender sus mercancías.
Su visión es mundana, de placer de los sentidos, placer tiránico, incontrolado que provoca una sed insaciable y le quita la paz al individuo.
El gozo que prometen es momentáneo y no asumen las consecuencias desastrosas y a largo plazo de la búsqueda miope, efímera y parcial de los placeres instintivos.
El poder del dinero y del comercio tiene arreglos cupulares con el poder político. Se entiende muy bien.
A ninguno de los dos grupos le importa la persona humana, los tiene sin cuidado su felicidad, gozo y plenitud.
El poder corrompe tanto como el dinero, hay quien dice que es muy puro y va a borrar la corrupción y está podrido por la corrupción del poder.
El poder político utiliza a los humildes para sus fines partidistas. No valora la dignidad de la persona humana, no busca su grandeza, su bienestar. Se sirve de la persona, la instrumentaliza, lo que constituye un pecado capital.
El centro desinterés es su “yo”, su baja pasión de poder, su vanidad, su deseo de popularidad. Miente radicalmente: para decir yo, dicen México, para decir mi vanidad y mi egoísmo, dice “el pueblo bueno” los pobres.
Se pueden multiplicar hasta lo infinito sus mentiras.
El verdadero amor brota de Dios, el modelo es sublime, perfecto, infinitamente hondo, maravilloso, conmovedor.
Dios es un incesante salir de sí mismo, para darse a la criatura. Deja sus castillos celestes para acercarse a las pobres criaturas.
Tomó la forma de hombre, de esclavo. Es algo más que empatía, es meterse en la piel de las luchas humanas, se hermanó, se despojó de ambiciones, de intereses mezquinos, su entrega interminable y heroica lo hace sublime. No tenía sueldo, daba todo gratuitamente. Despojado de todo se entregó a los tormentos, a las humillaciones, hasta entregar la última gota de sangre de su vida en un movimiento de amor. “Los amó hasta lo infinito”, comenta san Juan.
Éste abajarse de Dios, el anonadamiento, kénosis, principia cuando es concebido y nace en Belén. Es el movimiento sublime y divino del amor. En la noche de Navidad se desata la fuente más pura y más poderosa del amor.
Es conmovedor e insondable la escena del nacimiento. El amor más puro, desbordado llena el mundo y envuelve la criatura. Nunca terminaremos de sondear y disfrutar el amor de Dios en la claridad del nacimiento.