Proyecto secreto/Mateo Calvillo Paz
Una visión del hombre, indispensable
Sin una visión del hombre sabía, el presidente nos lleva sin rumbo, pisoteando los derechos sagrados como la vida.
Mirada panorámica.
Somos como un autobús de bajada, sin frenos ni dirección. Cuánta sangre derramada, casi 100,000 asesinatos en lo que va del sexenio.
La 4T ha perdido el norte, no tiene el sistema tradicional de valores, de la Revelación y de la filosofía. Hay un caos total en la aplicación de los derechos humanos. No hay quien guarde el orden, quien haga justicia, quien aplique la ley a los peores crímenes. Hemos perdido el Estado de derecho y el orden moral, vivimos en una situación peor que una jungla, más cruel, inhumana, brutal.
La responsable de los derechos humanos fue impuesta por el Ejecutivo, no precisamente por su brillante trayectoria, y no se ven los frutos de su trabajo.
No se hace justicia. La casi-totalidad de los ilícitos y crímenes quedan impunes. Los criminales pueden golpear a sus anchas, conscientes de que la policía no vigila ni los van a perseguir y si llegan a caer, sus crímenes quedarán en la impunidad. Es la descomposición social.
Hay que conocer la verdad del hombre que está en el poder, tener una visión inundada. El hombre del poder y el hombre del pueblo gobernado son el mismo ser. Los dos están sometidos a la verdad, esta es un valor superior que los obliga por igual, en todo momento y circunstancia.
Hay que aceptar la verdad y dejarse guiar por ella, la verdad es una para todos, quien tiene su propia verdad, como quien dice “otros datos” carece de la honestidad valiente, de la coherencia. No vive en el mundo de la realidad sino en el mundo imaginario, vive enajenado.
Si los discursos están cimentados en la verdad, son conformes a los hechos, hay coherencia. Los discursos que tienen otro fin, la propaganda, juegan con la verdad, se construyen sobre sofismas, en una lógica amañada, todo parece claro pero manipulan la realidad.
Por eso, en el discurso oficial hay una visión autoritaria, del gobernante, que no es como los demás hombres que tienen errores y fracasos. Los seres de la clase dirigente parecen ser de una especie diferente, impecable, soberbia, jamás el mínimo error y la falsedad. Esto es imposible, ¿a qué especie pertenecerán? La especie humana no es impecable, no está más allá del bien y del mal, de la verdad y la mentira.
Esta falsa visión del hombre aparece en la gestión de la cosa pública, en actitudes incoherentes, autoritarias. El gran jefe tiene la razón porque tiene el poder no por la concordancia con la realidad.
El gran jefe nunca se equivoca. Es muy hábil, fuerte en retórica para explicar la realidad, no como fue sino como conviene, sus aliados son igual. Se salen por la tangente. Echan la culpa a terceros. La palabra del gran jefe tiene poder para modelar la realidad, y si, en los hechos causan la muerte, tiene el tono bonachón y la retórica para explicarla a su conveniencia. Por decreto, permitió que se relajara las medidas de prevención de la pandemia antes de las elecciones. La consecuencia lógica fue el repunte de contagios que nos tiene atemorizados. La gente del pueblo lo veía venir y lo estamos padeciendo.
Ahora por decreto se manda la participación presencial de los chicos en la escuela, la verdad es que se exponen, de manera similar al contagio niños y adolescentes y jóvenes. El saldo van a ser los contagios, pero las autoridades no ven la realidad, tienen otra idea del hombre, no la visión de Aristóteles y de Jesucristo sino la que ellos inventaron, pero el flagelo lo vamos a sufrir y a lamentar todos.
Sabiduría de lo alto.
Para gobernar a los hombres se debe entender qué es el hombre, no tomar lo que el Jefe imagina por la realidad.
Es indispensable saber que el hombre es la obra maestra de Dios, que merece todo respeto.
No se puede ignorar que el hombre tiene un destino definitivo, celestial que le fijó su inventor, su Creador.
No se puede suponer que el hombre es sólo virtud, que todo lo hace bien, que como ser inteligente no se equivoca, como ser libre no comete crímenes.
Sin esta sabiduría, sin una visión del hombre, el gobernante no se ubica objetivamente en el momento presente caótico de los hombres ni puede guiar su acción en la nación para avanzar hacia su bien verdadero.
No se puede entender la historia donde actúan héroes y también villanos, con acciones perversas y con acciones heroicas, con obras sublimes y con otras desastrosas, para el olvido.
No se puede sostener que la situación actual es toda de lo mejor y que lo pasado es puro error y maldad, buenos para el olvido.
El gobernante que reflexiona y es culto acepta que la realidad en un tejido de maldad y bondad, lo que vale para su realidad personal y de presidente.
Es autocrítico, la crítica es una actividad indispensable en el gobierno. El que quiere hacer historia debe ser un juez duro, implacable, pero no sólo para sus “adversarios, los “de antes”, sino también para la gestión presente, para su gabinete y la turba de colaboradores y aliados.
El pueblo sabio, también los comunicadores, distingue éxitos y fracasos, maldad y virtud en los gobiernos “de antes, neoliberales” y en el gobierno del “nosotros”, de la 4T.