Proyecto secreto/Mateo Calvillo
Es grave que el pueblo bueno no ve una realidad de contingencia, caída y fracaso y el infierno insufrible que viene.
Vista panorámica
“Amamos a México y queremos su bien verdadero sobre todas las cosas, antes que las ventajas…” de una persona o de un grupo que quieren adueñarse de México. Escribíamos la semana anterior.
“El Diluvio que viene”, título de aquella pieza teatral con Héctor Bonilla. El título parodiaba el dicho de Luis XV “Después de mi el Diluvio”. El oráculo se cumplió con creces en el reinado de Luis XVI que fue ejecutado por la Revolución Francesa.
Vivimos en una situación crítica, con muchas contingencias, caída en la gestión política, económica, con fracasos y augurios terribles en lo social.
Hay quien no permite que el pueblo vea la realidad, mesure su gravedad y permita detener el infierno que viene. un factor que eleva todo a la N potencia es la falta de conciencia. A nombre de la “revolución de las conciencias” del pueblo de México es llevado a perder la conciencia en la enajenación. Hay mexicanos que creen en las cifras alegres oficiales. En la narrativa del jefe de Estado se presentan solamente los logros y se les inflan, de manera que toman toda la pantalla de los noticieros.
Hay una multitud de mexicanos, de los casi 100 millones que no votaron por Andrés Manuel, que perciben la realidad como es y están profundamente preocupados. ¿Cómo lograr simplemente que todas las personas abran los ojos a la realidad: a la inflación, la crisis del sector salud, la falta de oportunidades que expulsa a los pobres emigrantes a tierras extrañas, etc. etc.
Es un bien enorme que el pueblo necesita. Hay que dárselo, a cualquier precio.
Se están demoliendo las instituciones de la democracia, fruto de revoluciones y de muchas vidas de mexicanos. Es la lucha contra el INE, no se descubren las verdaderas intenciones, se alude en razones banales como la cantidad escandalosa del dinero, según los promotores de la reforma electoral. Lo que quieren es el control de los procesos electorales a favor de un grupo dictatorial que quiere todo el poder para sí, para siempre, reminiscencia de aquella “dictadora perfecta” del viejo PRI..
Los problemas se corrigen sólo en las cifras del informe oficial, se crea una neblina que empaña la mirada del pueblo enajenado y deslumbrado por el poder. Ojalá fuera una realidad el México idílico, el mejor país del mundo, con el mejor presidente, que fuera verdad tan bella narrativa.
Muy doloroso escuchar las noticias de masacres, asesinatos y toda suerte de crímenes que derrama la sangre, enluta las familias y las dejan en el desamparo y la orfandad. De una manera frívola se cuente el número de “muertos”. El mexicano inteligente y atento se cimbra porque la ola de violencia seguirá y las cifras aumentarán al día siguiente y la autoridad no hace nada, ve al cielo, se sale por la tangente, y estremece sentir que los criminales están cerca y siguen golpeando a los que salen en las noticias y a los que sucumben en el más completo desamparo y silencio.
La luz de Dios
Sin deseo de hacer daño a nadie, sin odio ni desprecio por nadie, buscando el bien objetivo de todos los mexicanos, con amor por todos, hay que devolver la dignidad a todos los mexicanos para buscar su auténtico bien, no el bien de unos cuantos que están en el poder.
Así cada mexicano se podrá convertir según el verso de amado Nervo en arquitecto de su propio destino, capaz de sacrificarse por su bien verdadero, el real, el que no viene dado por una tercera persona que tiene otros intereses.
Los gobiernos pierden el centro y se andan por las ramas, no se fijan en la persona, fuente de los derechos y obligaciones también para los poderosos. La persona humana es el soberano, al que debe servir el mandatario y su gobierno. Cada mexicano para mexicana es un príncipe, es muchísimo más, imagen viva e hijo de Dios, con un destino trascendente y eterno.
Leyendo las motivaciones secretas de los poderosos, para el más humilde ciudadano con uso de razón y sentido crítico es fácil detectar el rumbo que toman las cosas.
El poder exagerado y todas las funciones que se conceden a los militares son pasos de militarización que hacen aparecer en el horizonte el control del poder. Se impone al recuerdo el caso de Cuba, de los más cercanos.
Las declaraciones oficiales niegan esta dirección. La corrigen con unas frases, dando un nombre nuevo a las cosas. Como por decreto, en un lenguaje dogmático se corrige el devenir histórico, se afirma que no es militarización, que los acontecimientos y la orientación que aparece al sentido común es invento de los enemigos del poder. ¿Quién es la persona que no enfrenta la realidad, la niega en el discurso e inventa su propia realidad?
Hay crisis de valores absolutos, inmutables mientras la naturaleza humana sea la misma. La verdad es absoluta y está sobre todos. Ninguna autoridad esta por encima de ella. Ni se la puede apropiar. Sólo Dios creó el universo con su poder infinito, sólo él puede dar nombre a las cosas y hacerlas existir con su palabra.
El hombre que se arrogan esta prerrogativa divina crea una narrativa de ilusión, de alucinación y arrastra el país a la enajenación. Su palabra tiene el poder de engañar y hacer aparecer, como en una visión diabólica, un mundo que no existe.
En las aguas profundas de nuestras crisis, detectamos con nuestra mente, más poderosa que todos los inventos de la tecnología de laboratorio, detrás de la retórica falaz el engaño, terrible vacío sobre el que se construye el progreso, el bienestar y el futuro del país,