Proyecto secreto
S,Vista panorámica.
¡Es el colmo! Vivimos en un país sin ley, ahí está como un recuerdo caduco o como una referencia para cuando convenga. Nadie la cumple. Y tienen razón para no cumplir la. “Y no me vengan con el cuento de que la ley”, el presidente se sacudió la ley.
Grandes personajes de la vida política y que se dan aires de gente educada y de principios están quebrantando la ley con cinismo y presunción. Con afirmaciones absurdas se justifican, pretenden tener razón.
Son como los chiquillos, que son el azote de la colonia, peleonero sus destructores, sin educación y respeto. Son el azote del barrio.
Lo extraño del caso es que si los vándalos, azote del barrio, son los grandes personajes de la política, los héroes de la 4T. Destruyen la vida pública y las instituciones, mañosamente agreden a sus adversarios, violan la ley, las buenas costumbres, siembran el desorden. Los chiquillos tenían vergüenza de sus actos, estos son vándalos y no conocen la vergüenza. Alegan bien y creen justificarse.
Ellos se creen de una raza aparte, de una raza nueva de puros y grandes como los fariseos hipócritas, prepotentes. Es la raza de la Transformación que se creen admirados y aplaudidos por todos, muy conscientes y celosos de su investidura. Eses la raza, de los morenos, ignorantes del significado de un su nombre.
Miembros de esta raza han enseñado el cobre: las declaraciones sin lógica ni contenido ponen en evidencia su falta de personalidad, de preparación Escolar, de buen comportamiento. Hay algunos notables como altaneros, groseros, necios.
Son muestras de la contingencia moral y de decencia. Son conductas escandalosas frente un pueblo culto y decente.
Es doloroso y desastroso el ejemplo que da el primer mandatario, la jefa de gobierno, el secretario de gobernación, los jefes del partido del poder. Es demoledor este ejemplo en el pueblo humilde donde se dan los asesinos y los asaltantes.
Hay un pueblo sencillo, influenciable que exige buenos ejemplos y no modelos impresentables, depravados, que inducen a lo peor y a la descomposición social.
La luz de lo alto
Los dirigentes y jefes que gobiernan al pueblo parecen sufrir de enajenación, de pérdida de lucidez, de claridad en la visión: no ven sus defectos, tienen una visión convenenciera de su realidad. Según ellos, todo lo hacen bien, el país modelado por sus manos y de sus mentes es el mejor de todos los posibles.
Ellos, sólo ellos no perciben las obras perversas y fracasadas que brotan de sus manos. A fuerza de no querer ver, no ven la descomposición social en que está del país metido. Se crean una ilusión y se obnubila su sentido común: no ven el desastre en el que naufraga el país. Cuántos decesos hemos sufrido, sufrimientos y fracasos, cuanta enfermedad y hambre, cuánto dolor, duelo y sangre derramada. En el vacío de la ley, el Estado fallido, asesinatos, la impunidad nos hundimos en la anarquía.
En esta descomposición se desintegra y desvanece la democracia. Vamos a una dictadura donde sólo hay democracia para los dictadores, para los demás es la opresión. Vamos al reino del terror donde el jefe de miente y aplasta y tortura a la gente como Cuba, Nicaragua y muchos otros semejantes.
Todos tenemos el deber de cuidar el cuerpo social, su salud integral, la corrupción y el crimen no es tan sólo en los individuos, sin que están también en las estructuras sociales. Los obispos de América Latina reunidos en Puebla en 1978 señalaban el pecado de las estructuras.
En el cerebro del cuerpo social se albergan y protegen todos los valores. Mencionamos uno: la justicia que se expresa a través del derecho, que a su vez se plasma en las Leyes. El ciudadano sano y sabio respeta la constitución y acata la ley. Es absurdo y demente hacer alarde de no respetar la ley.
“Y no me vengan con el cuento de que la ley…” Es una declaración soberbia y absurda de anarquía. La expresión de alguien que no tiene sentido moral ni humano, que se cree y se sitúa muy por encima de la ley, que no se afirma como un hombre sino como la Bestia del Apocalipsis.
“En su tratado de la locura, Prichard, señala una perturbación del espíritu… Que consiste en la ausencia o en una perversión profunda de los sentimientos normales de moralidad… Se caracteriza esencialmente por la ausencia de un sentimiento personal del bien y del mal moral, cuya idea no provoca ninguna reacción y no es reconocida sino de oídas. Se llama también, por esta razón ceguera” (André Lalande, Vocabulario técnico y crítico de la filosofía, p. 361).
La Biblia ilumina la figura del gobernante. El rey elegido por Dios … Deberá hacer visible su señorío y designio de salvación. Comparte el poder de Dios para atender a los pobres y a los humildes.
Debe practicar la justicia y marcar todos sus actos en la ley.