Práctica docente universitaria
El derecho a la educación es un derecho humano, que de manera sistémica e interdependiente se relaciona con el cumplimiento de otros derechos, como el derecho a la alimentación, a una vivienda digna, a la salud, a una vida libre de violencia, a no ser discriminado, a la inclusión, a la identidad, al desarrollo, entre otros.
La universalidad de los derechos humanos es una aspiración colectiva para el bien común, por lo que las personas merecen que su dignidad sea respetada independientemente de otras diferencias y distinciones (por su clase, raza, capacitismo, edadismo, género, sexo) y que se le brinden toda clase de oportunidades para alcanzar su pleno desarrollo humano.
Entrar a la aula de clase (docente y las personas estudiantes), a una plataforma virtual, o bien, incluso a la pantalla de nuestro iPhone o Android, es decir, utilizar las Tic (tecnologías de la información y la comunicación como derecho humano), o en su tránsito a las Tac (tecnología del aprendizaje y el conocimiento en la educación) para llevar un mensaje en complejidad, un mensaje educativo, donde el estudiantado logre participar activamente de la construcción del conocimiento, es saborear el aprendizaje y saborear la enseñanza.
Que importante compartir algunas reflexiones sobre las prácticas a las que nos enfrentamos todos aquellos que estamos brindando procesos de aprendizaje, es decir, desde la UNESCO nos convocan a sostener nuestras prácticas docentes en los pilares de la educación del siglo XXI: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer, aprender a convivir y confirmo que nos hace falta un quinto pilar, que incluye los cuatro anteriores pilares y que permite reconocer el aprender para transformar, y además un sexto pilar que es saborear lo que hacemos los docentes en la educación formal y la educación no formal, es decir, disfrutar, saborear lo que se enseña y saborear lo que se aprende por quien participa de dicho proceso, un proceso dialógico y dialéctico.
Parece ser que la pregunta que nos ofrece en su texto Milagros María Rocha, nos detona a reflexionar, analizar y a sentipensar sobre nuestras dinámicas académicas ¿Qué hacer para que se produzca un encuentro educativo donde circule el saber convocado desde el sabor de enseñar, así como el sabor de aprender?; me dirigido a ti que eres docente, y te pregunto si aún conservas el sabor de enseñar, y tus estudiantes sienten, vibran con el sabor de aprender?; darnos cuenta de si sentimos el sabor o no, depende si no se convirtió en algo normalizado, rutinario, sin sabor, por lo que no es sencillo dar una respuesta, porque no es solo decir sí o bien no, sino justificarlo, legitimarlo, comprobarlo en el comportamiento académico de las personas alumnas en su vida permanente cuando el sabor enseñar, y el sabor aprender, genera condiciones para la participación de éstos.
Cada uno de los que integran el proceso de enseñanza aprendizaje, docente y el alumnado, deben buscar las motivaciones para encontrar pertinencia en los contenidos educativos y que pueden ser vinculados con experiencias ya vividas y de las que se pueden aprender con sabor para todos y todas, con sabor para quien enseña, con sabor para quien aprende en un ejercicio dialógico, de complementariedad, de ecología de saberes, de alteridad, intersubjetivación, tolerancia y respeto.
Por ello, para facilitar la relación saber y sabor: docentes como alumnos atravesados por el sabor del saber y la ética del reconocimiento (Hegel y Butler) del otro como sujeto y sujeto de derecho. Los estudiantes esperan que «a la hora de tomar la palabra digamos algo que sepamos o bien, que no es lo mismo, algo que valga la pena ser dicho. Y ese decir algo que valga la pena decir es introducir una brecha, una paradoja, un orificio, una contradicción, una propuesta, una motivación; en síntesis, la tarea del maestro sigue siendo, siempre lo ha sido, la de ser y provocar alteridad», es decir el reconocimiento del otro, así lo precisa Carlos Skliar en su texto Pedagogías de las diferencias.
Alteridad y reconocimiento del otro como sujeto pensante es fundamental para establecer la dialogicidad de manera horizontal, en cuyos extremos estará el docente y el alumnado, quienes tendrán que hacer alteridad, es decir reconocimiento de su existencia, para la comunicación, la tolerancia y el respeto en ambos sentidos. Es a partir de este posicionamiento, ese «estar prendido», que lograremos pensamiento y ese brillo al que alude Meirieu “El docente no tiene razón porque es el docente y porque posee un diploma, el docente tiene razón porque sabe explicar, sabe hacer entender, sabe interceptar la inteligencia del otro, y ve cuando el otro entiende porque en ese momento de comprensión del otro aparece en sus ojos y en su cerebro como una luz, un brillo, y el otro muestra que encuentra un gran placer en el hecho de entender y el hecho de desarrollar su inteligencia”; es ahí la magia del sabor saber, del sabor entender el brillo de la mirada, el brillo de sus participaciones, el brillo del saber y el sabor de avanzar de manera conjunta.
Pregunto, les pregunto a los docentes, sino generamos el sabor de enseñar en el docente y el sabor de aprender en el alumnado, considero que no estamos cumpliendo con los propósitos de una educación del siglo XXI, la cual nos convoca a fortalecer el pensamiento crítico, emancipatorio, libre y autónomo en la toma de decisiones, porque ahora ya estamos en la cuarta revolución industrial de la robótica, donde la comunicación en muchos sentidos se está dando en las telecomunicaciones con robots. Por último, quizás los docentes, tengamos que hacernos preguntas acerca de si nos sigue atravesando el sabor del saber que queremos ofrecer. #GerardoAHerreraSaborSaber
Esta reflexión aborda la visión del ser humano presente en la filosofía de Emmanuel Levinas, quien vivió de cerca los acontecimientos históricos del siglo XX en Europa y centró su análisis en la comprensión del ser humano. Levinas critica el humanismo occidental y propone el humanismo del otro, que se fundamenta en la responsabilidad absoluta por el otro. Este trabajo pretende examinar la tesis del filósofo lituano-francés según la cual la subjetividad se construye desde la alteridad, como ser-para-el-otro, es decir que el yo adquiere su identidad desde la responsabilidad por el otro ser humano o la otredad.
El humanismo occidental nos formó antropocéntricos, y el modelo económico que se construyó sometió al ser, al saber, el poder y a la naturaleza; durante estos quinientos años, se han ido tejiendo las condiciones para el humanismo que hoy se propone desde pensadores críticos y que es un humanismo del otro, mirar desde la mismidad al otro en alteridad.
El trabajo desarrollado en el aula permite siempre estar en alteridad e intersubjetivación con la otredad; el trabajo desarrollado es desde una explicación del pensamiento crítico y un manejo conceptual utilizando la complejidad y el trabajo colaborativo para la construcción del conocimiento, la utilización de mapas conceptuales y la ética y la estética como elementos complementarios para la búsqueda de la toma de decisiones y la elaboración de dibujos que permiten detonar a un cerebro saludable.
Vaya esta reflexión para quien en un acompañamiento en las reflexiones bioéticas permanecieron atentos a la construcción de contenidos que saborearon en su aprendizaje y saboreamos desde la enseñanza, ellos son: Roberto González, Diego Josué Fuerte, Guillén Alba Rigoberto, Martín Esquivel, generación de seres humanos comprometidos con su realidad y en el ejercicio de compartir una vida de trabajo y desarrollo de sus potencialidades metacognitivas en su educación para el bien común y que se forman en las aulas de la Universidad Magno Americana; gracias Elizabeth Alfaro Leal, rectora.