¿Porqué no existe una historia documentada de la América Precolombina?
En días pasados, en una mesa de amigos, comentábamos con entusiasmo pasajes de novelas históricas de connotados escritores actuales y recientes, que sitúan sus obras en su conocimiento y reconstrucción de la historia occidental, tanto anterior como posterior a la antigua Grecia, el Imperio Romano, el nacimiento y vida de Cristo, los conflictos de aquellos años del pueblo judío, las culturas persas y otomanas, entre muchas otras, la Edad Media, los dominios imperiales y religiosos sucesivos, ejercidos por España Y Portugal, la Iglesia Católica, Inglaterra, el descubrimiento y la colonización de América. No se tocó el tema de la historia ancestral del lejano Oriente, teniendo conciencia del gran acervo documental que sobre sus culturas existe.
De acuerdo con la publicación de la Biblioteca Nacional de España: “Guía de recursos bibliográficos de la novela histórica” (https://www.bne.es/es/Micrositios/Guias/novela_historica/Introduccion/) “Se entiende por novela histórica aquella que, siendo una obra de ficción, recrea un periodo histórico preferentemente lejano y en la que forman parte de la acción personajes y eventos no ficticios. Debe distinguirse por tanto entre la novela histórica propiamente dicha, que cumple estas condiciones, y la novela de ambientación histórica, que presenta personajes y eventos ficticios ubicados en un pasado con frecuencia remoto. Puede establecerse una distinción más con lo que se ha denominado la historia novelada, en que la historia es narrada con estrategias propias de la novela, aunque sin incluir elementos de ficción.”
A lo largo de la charla de amigos, el que esto escribe se mantuvo más como un observador reflexivo que como participante activo del apasionado debate que se sostenía entre los participantes del grupo, hasta que en un momento expresé una duda, que me hizo sentir culpable y entrar en conciencia de la ignorancia colectiva y conformista que padecemos los habitantes de los países americanos actuales. ¿Cómo es posible, señalé, que nos apasione tanto la historia antigua y reciente de Occidente y tan ignorantes seamos de la historia previa a la llamada “conquista”, sobre nuestros ancestros y las culturas milenarias de lo que hoy es conocido como nuestra América?
En su respuesta, uno de los participantes de la charla señaló con objetividad y claridad, que eso era el reflejo y resultado de que la llamada “conquista” se caracterizó siempre por la destrucción y aniquilamiento de todo lo que encontraron los conquistadores a su paso. Su prioridad, salvo honrosas excepciones, y la prioridad del Imperio Español, no fue nunca interactuar, convivir, entender a la población nativa, sino exterminarla, para extraer la riqueza que los nativos habían atesorado con un esfuerzo y tesón equivalente al que los propios europeos habían hecho para construir su propia historia.
Por obra de esa conduta destructiva y de aniquilamiento de los conquistadores es que poco, o nada, quedó del pensamiento, la observación, y el desarrollo de conocimiento, en temas como las matemáticas, la astronomía, la medicina, la agricultura, que alcanzaron nuestros ancestros nativos de estas tierras.
Sin que sea el objeto de este comentario, considero importante señalar la relevancia de la airada y simbólica demanda expresada hace algunos años por el entonces recién elevado al cargo de presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al monarca español, Felipe de Borbón, de pedir disculpas al pueblo de México por las ofensas infringidas a nuestros ancestros durante la “conquista”; Y desde luego es importante recordar la repuesta prepotente, y también simbólica, de este de negarse a hacerlo.
Hoy en día poco sabemos sobre los orígenes, antecedentes y desarrollo de las culturas milenarias que vivieron en este continente; sobre quienes fueron sus pensadores, investigadores, científicos, creadores, artistas, líderes y gobernantes, sobre su pensamiento filosófico, sus religiones, y sus alcances científicos y empíricos en los diferentes ámbitos de la vida. Sabemos si, que en lo que hoy ocupa el territorio americano surgieron, se desarrollaron y destacaron culturas como: la anasazi, misisipiana, mexica, tolteca, teotihuacana, zapoteca, olmeca, purépecha, maya, muisca, taironas, cañaris, moche, nazca, chimú, inca, guaraní, kaingangs, pataxo, tupinambás, tiahuanacota, quechuas, likanantai (atacamas), huarpes, diaguitas, mapuches, huilliches, rapanui, atacameños, entre muchas otras. Pero poco, o nada, sabemos sobre su vida cotidiana y sobre sus logros particulares; y seguramente mucho de ese conocimiento nunca lo recuperaremos, pues durante la conquista la mayor parte de las evidencias, códices edificios, y documentación con que contaban fueron saqueadas y destruidos.
Sería plausible que la investigación de arqueólogos e historiadores sobre nuestro pasado se incrementara, que surgieran obras históricas y literarias sobre nuestras culturas precolombinas, como las del francés Víctor Hugo, el italiano Alessandro Manzoni, el alemán Theodor Fontane, los rusos Aleksandr Pushkin y León Tolstoï, el norteamericano James Fenimore Cooper o el polaco Hernyk Sienkiewicz , Gustave Flubert, Robert Graves, Marguerite Yourcenar, Ken Follet, Umberto Eco, los españoles Benito Pérez Galdos, Perez Reverte, Javier Cercas, Irene Vallejo, Santiago Posteguillo, el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Gabriel García Márquez, los mexicanos Luis Gonzaga, Juan Diaz Cobarruvias, Luis Gonzalez, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Paco Ignacio Taibo II, entre muchos otros. Así mismo, que obras de infraestructura, como el recién inaugurado Tren Maya, contribuyeran a la investigación arqueológica para recuperar nuestra historia perdida. Es una deuda ética y moral que tenemos con nuestros pueblos originarios; con nuestras raíces.
@enriquebv, Facebook: Enrique Bautista