Política y Politiquería/Lucero Pacheco
Corría el 30 de enero de 2012, cuando el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa encabezaba la presentación de Guadalajara como una Ciudad Creativa Digital, ahí ante la intervención del Presidente, un hombre interrumpió el discurso para increparle y cuestionarle sobre la estrategia contra el narcotráfico.
Hace nueve años Calderón Hinojosa le respondió a ese joven: “… los criminales se fueron apoderando de grandes poblados y de estados completos … aquí la ley no es ni del Chapo, ni de los Zetas, ni de los del Golfo; aquí la ley es la que tenemos los mexicanos y no permitiremos que otra ley se imponga sobre la ley de los mexicanos … A lo mejor viene otro presidente que sí hace exactamente lo que tú quieres, que no se meta. Se va a quedar sentadito, calladito, volteando para otro lado, pero pensar que eso va a acabar con la violencia o con la criminalidad es una ingenuidad”.
Jorge Chabat, que es un especialista en Seguridad Nacional y Narcotráfico, decía que calificar a México de “Narco – Estado” era un despropósito, pero cuyo poderoso motor era la corrupción, pero “bien administrada”.
Chabat establecía tres etapas de relación entre el narco y Estado: confrontación, corrupción y coexistencia. No son consecutivas, es decir, que no tinenen que ir una detrás de otra, sino que estas pueden presentarse de menera indistinta de acuerdo al gobierno en turno.
El especialista, señala que la etapa de la confrotanción se da cuando el narco comienza a crecer en un país y desafia al Estado; la etapa de la corrupción existe cuando el Estado no solo trabaja para los narcos, sino que les da protección; y finalmente, la etapa de la coexistencia, que se genera cuando a ambas partes les conviene tener trato, dado que el narco en su actividad genera grandes ganancias, esto es a lo que Chabat llama “corrupción, bien administrada”, no pierda de vista este último concepto.
Lo que pasa en nuestro país, no es cosa ajena, las recientes elecciones del pasado 6 de junio, quizás cofirmó lo que para muchos ya comenzaba a prender focos rojos: la inacción del Gobierno ante el Crimen Organizado, y la “pacificación” del país mediante la política de “abrazos, no balazos”.
En política, pocas cosas suceden por casualidad. Solo bastaron 3 días despúes de la elección para que, Anabel Hernández, especialista en temas de Narcotráfico, señalara que Morena gobernaría el corredor de drogas más importante para el Cártel de Sinaloa, sí el Pacífico.
“¿Y qué tiene de particular que Morena haya ganado los dos estados de la Península de Baja California; Sonora, Sinaloa, Nayarit, Michoacán, Colima y Zacatecas? dicho por Anabel Hernández, se trata del corredor del trasiego de drogas, en la Costa del Pacífico; entidades en las que operan las principales bandas criminales del país; aliadas de manera pública al gobierno federal.
Al presidente le bastó un día para agradecerle al Crimen Organizado su apoyo, el 7 de junio declaró: “No fueron elecciones de Estado como las que se llevaron a cabo durante décadas y siglos en México, la gente se portó muy bien, los que pertenecen a la delincuencia organizada, en general bien”.
Esta alianza non sacta entre narco y Estado, solo lleva a pensar que ya no solo es la narco corrupción la que opera en el país, y ahí hay una línea muy delgada entre incapacidad y falta de voluntad del gobierno para combatirla, y justo ahí lidera la conveniencia y coexistencia “pacífica”.
No es que el narco quiera el poder político, no les interesa, nunca les ha interesado, no tienen proyecto político. El narco lo que siempre ha buscado es que el Estado los deje operar, les de protección y trabaje para ellos.
Por eso importa que en Michoacán tengamos memoria, las alertas que se han prendido, sobre que el crimen organizado ayudó a que el partido en el poder ganara la elección no es cosa menor, no es desacreditar el voto de quienes eligieron como opción a Morena, no. No es ofender al electorado, es ponerles freno a quienes en el pasado hicieron de Michoacán un narcoestado.
Por eso la cruzada que emprendió el gobernador Silvano Aureoles para evidenciar la intervención del Crimen Organizado a favor del candidato de Morena en el estado es inaudita, no porque sea una necedad, sino porque ningún otro gobernador en funciones había llegado a Palacio Nacional a presentar lo que públicamente le había exigido el presidente, “si tiene pruebas, que las presente”, y así fue, las presentó.
Así es que, más allá protagonismos, es evitar que Michoacán vuelva a los tiempos de Leonel Godoy y Fausto Vallejo. Silvano Aureoles lo sabe, más allá del costo político, está en juego el futuro de Michoacán, a nadie nos gustaría regresar a los narco gobiernos, aquella época de violencia rapante, de narcobloqueos, de inactividad, de miedo, de fuga de inversión, de parálisis económica, dónde se auyentó al turismo y dónde no hubo creciemiento, dónde no hubo autoridad que pusiera orden, de estado fallido.
En 2011 la ex candidata al gobierno del estado, Luisa María Calderón Hinojosa “Cocoa” pidió a Fausto Vallejo actuar con firmeza frente al narcotráfico y no arrodillarse. La historia ya sabemos en que terminó, el tiempo a Cocoa le dio la razón y a Fausto le costó la gubernatura, un hijo y un secretario de gobierno en la cárcel por nexos con el narco, y del costo a las y los michocanos ni hablamos.
La insistencia del Gobernador no es menor, es evitar que la historia se repita.
Al tiempo.