Política gourmet
Encuestadoras: ¿a cuál le creemos?
* Que una casa exhiba ventajas disparatadas o una contienda cerrada no determina el resultado final
* Los sondeos en México irrumpieron con fuerza, ahora están hundidos en una crisis de credibilidad
* Las encuestadoras no contemplan en sus ejercicios los imponderables que siempre hay en la política
PERCEPCIÓN ES REALIDAD.- Dice el dicho y dice muy bien que “todo por servir se acaba y al final acaba por no servir”. Y, tristemente, todo indica que este sabio aforismo popular en estos momentos le viene como anillo al dedo tanto a muchas casas encuestadoras que viven (y, por cierto, viven muy bien) de esta cada vez actividad, como a los usufructuarios de estos ejercicios que en México comenzaron a ganar auge dentro de la política allá por los años noventa. Lamentablemente, los dueños y los directivos de muchísimas de las empresas que se encargan de levantar sondeos encaminados a medir la popularidad de nuestros políticos (principalmente aquellos que son candidatos a un puesto de elección popular) y también para medir la intención del voto entre los potenciales sufragantes, poco a poco se dejaron seducir por el canto de las sirenas ($$$) y, ahora, lo que en su momento fue una muy útil y valiosa herramienta para fortalecer los nacientes entornos democráticos como el nuestro, lastimosamente se ha convertido en factor de desinformación, engaño y manipulación. Hoy por hoy, el grueso de estas empresas sólo cumple con un muy frívolo fin y ese es el de endulzarle el oído a aquellos que las contratan, pues como solía decir el ex Presidente José López Portillo (1976-1982), “no te pago para que me pegues”. ¿Quieres una encuesta en la que salgas como puntero y favorito? Fácil: ¡Contrátala tú mismo!
UNA MALA APUESTA.- Y para botón de muestra de lo que estoy comentando podemos remontarnos a las más recientes elecciones que tuvieron lugar en el Estado de México y que arrojaron como triunfadora a la morenista Delfina Gómez Álvarez, quien ya despacha como gobernadora. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sancionó al menos a cuatro empresas de estudios de opinión (Percepción Social, FactoMétrica, Campaigns and Elections México y TResearch) porque “fabricaron” ventaja con sondeos sin metodología y cuentas “fantasma” en redes sociales y así inflar la percepción de popularidad de la maestra de Texcoco. A la luz de la resolución del TEPJF se dio a conocer que muchas encuestadoras fueron constituidas al vapor y su operación sólo duraría mientras tuviera lugar la elección mexiquense y que una vez que concluyera dicho proceso éstas desaparecerían. Triste pero cierto: Son muchísimas las encuestadoras que “trabajan” sin rigor alguno y que difícilmente transparentan sus metodologías de cara a aquellos que las contratan y, peor aún, que no son supervisadas o auditadas por alguna autoridad que pueda determinar si éstas realizan un trabajo profesional y esto es lo que ha allanado el camino para que las encuestas políticas se hayan convertido en una mala broma y los resultados ahí están, a la vista de todos. En la mayoría de los casos éstas han hecho el ridículo porque sus pronósticos publicados quedan muy alejados de resultado final obtenido en las urnas. Y ésta es una dolorosa realidad: Ya no queda una sola casa encuestadora que pueda presumirnos prestigio, confiabilidad, responsabilidad y seriedad.
EL PETATE DEL MUERTO.- Por lo anterior, el siguiente cuestionamiento se vuelve imperativo: ¿Debemos creerle y confiar en una casa encuestadora que nos presenta un ejercicio en el que nos asegura que tal o cual candidato o candidata está arrasando en las preferencias por un amplísimo margen? La verdad es que no hay razón para creerles ni el bendito, como tampoco tenemos porque creerles cuando nos dicen que salieron a recorrer las calles para entrevistar a mil, 2 mil, 10 mil personas o que levantaron un muestreo telefónico a toneladas de ciudadanos. Su trabajo ya está manchado y en entredicho, pero también es obsoleto e inútil, pues ya no aportan absolutamente nada para fortalecer nuestra cultura democrática. Y los dos ejemplos más claros de esto los podemos tomar de México en 2006 y en Estados Unidios en 2016, cuando todas las encuestas daban por seguros ganadores a Andrés López Obrador (sobre Felipe Calderón) y a Hillary Clinton (sobre Donald Trump). Según los sondeos, esas elecciones ya era un mero trámite y que los punteros en las encuestas iban a arrasar en las urnas. Ya todos sabemos cuál fue el resultado tanto aquí como allá. Así que, ¿cuál es el valor o importancia que debemos darle a una encuestadora que nos presume que tal o cual candidato va rumbo a la victoria montado en caballo de hacienda? Absolutamente ninguno.
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