Política gourmet
Un sexenio perdido
* Entre excusas pretextos y mañaneras el obradorato se ha ido apagando
* La 4T le falló por igual tanto a ‘chairos’ como a ‘fifis’
* No hay campañas ni complots contra el Presidente, sólo la cruda realidad
CONSOMÉ DE EXCUSAS.- Desde que le fue calzada la banda presidencial en su pecho, el 1° de diciembre de 2018, Andrés López Obrador le apostó a un discurso simplista, polarizador y separatista. A partir del minuto uno de su gestión, el tabasqueño optó por una retórica con la que dividió y enconó a todos los mexicanos. Con el “ustedes y nosotros”, “los chairos y los fifis” o “los neoliberales y los progresistas” poco a poco fue envenenando la cotidianeidad de millones de personas. Y así, recargado permanentemente en el sobadísimo aforismo del célebre emperador romano Julio César, el famoso “divide y vencerás”, el Presidente de la República ha ido transcurriendo sus días hasta prácticamente llegar a la recta final de su administración. Y es que el credo de López Obrador es muy sencillo, pero sumamente efectivo: Dividir, separar y enemistar, incluso entre familiares, a través de una gastadísima narrativa en la que un enemigo perfectamente bien identificado (en este caso son “los malditos neoliberales”) de manera sistemática se dedica a sembrar complots y conspiraciones para maliciosamente obstaculizar la misión y el objetivo de la llamada Cuarta Transformación. Y para exacerbar el ánimo colectivo, el Presidente se presenta como única víctima de sus perniciosos opositores. Un día son los consejeros electorales, otro los niños enfermos de cáncer, al siguiente los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), a la semana siguiente la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en enero los empresarios, en abril las amas de casa que demandan vacunas paras sus hijos… y así nos podemos seguir hasta enumerar a toda una legión de malvados enemigos comprometidos con la destrucción y el sabotaje del régimen.
QUESADILLAS DE AIRE.- Pero lo verdaderamente triste de esta coyuntura es que al Presidente jamás le cayó el veinte de que hace cinco años llegó respaldado y legitimado por una abrumadora mayoría (¡30 millones de mexicanos!) que le hubieran permitido sentar las bases de un verdadero cambio que se antojaba no solamente estructural, sino también ideológico y social. Pero no quiso o, quizá, no supo cómo implementarlo. Y así las cosas, ya se desperdiciaron irremediablemente mil 678 días, 239 semanas o 54 meses. Todo se ha resumido a excusas y pretextos, a echarle la culpa a los que ya no están al frente del país (principalmente el ex Presidente Felipe Calderón) y a las herencias malditas que nomás no, de plano, logramos superar. Y los rezagos ahí están: En seguridad, en salud, en educación, en economía, en competitividad, en recaudación, en turismo, en derechos humanos, en políticas públicas, em combate a la corrupción y la impunidad, en transparencia… y no, señor Presidente, no son campañas en su contra o perversos complots para mancharlo y tiznarlo a usted y a los suyos. No se trata de argumentos falaces para incomodarlo o para poner en entredicho su legado. Los fríos números, los datos duros y la cruda realidad, que a final de cuentas acaban siendo el peor “enemigo político” a la hora de acudiur a las urnas, simpre van a terminar por imponerse por mucho que se pretenda ocultar debajo de la alfombra lo verdadero, lo concreto, lo contundente. Y sí, muy probablemente usted pasará a la historia como el Presidente más atacado y más cuestionado de todos pero, en honor a la verdad, los resultados y los argumentos que hasta ahora le ha ofrecido a todos los mexicanos (tanto los que simpatizan con usted como los que no) han dejado muchísimo que desear. Y con todo y que los paleros y zalameros aplauden y celebran que las gasolinas “no han subido” y que el “súper peso” (pregúntele a los migrantes que envían sus remesas desde Estados Unidos o los exportadores que tiene de “súper” nuestra moneda) se deben gracias a usted, lo cierto es que no hay ni para donde hacerse porque, a año y medio de que usted se vaya, por mucho éste ya es un sexenio perdido.
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