Pluralidad y autonomía/Salvador Jara Guerrero
Uno de los aprendizajes más importantes derivados no sólo de la ciencia sino también de la filosofía ha sido la valoración de la diversidad, hemos aprendido que la sobrevivencia de la especie y del mundo natural se basa en la diversidad y en la prudencia; la diversidad tiene como condición la pluralidad, la existencia de diferencias y de opciones.
Sin conflictos, sin diferencias, sin desacuerdos entre las opiniones de los hombres quizá ni la ciencia, ni la democracia serían necesarias. Pero fue justamente el reconocimiento de la existencia de diferendos lo que motivó el surgimiento y prevalencia de éstas, lo que propició la búsqueda de procedimientos que evitaran la violencia y que sirvieran adecuadamente para establecer acuerdos civiles.
Las complicaciones de un acuerdo en la diversidad son evidentes, incluso de manera individual cuando surgen conflictos en los que el individuo debe tomar una decisión, es posible entrever las dificultades de una solución adecuada. Pero la riqueza que otorga la pluralidad es la única garantía de que existe un plan B o un plan C, de que si equivocamos el camino siempre habrá otro que podamos tomar.
Desde el pensamiento científico se puede justificar la democracia y la misma ciencia con indicadores que muestren numéricamente los efectos de ambas prácticas. Desde las humanidades nos preguntamos cuál es el sentido de la existencia de los humanos y si la ciencia, la tecnología y la democracia contribuyen a ello. Y en ambas la pluralidad es fundamental.
Entre más se homogeniza un sistema, puede ser la especie humana, el sistema político o las ideas, el riesgo de desaparecer se incrementa. Por fortuna, al menos genéticamente, estamos blindados porque cada vez que nos reproducimos, la reproducción nunca es exacta, hay siempre mutaciones que mantienen la diversidad.
La autonomía universitaria ha sido una condición que ha permitido un nicho de libertad de ideas, en religión, en política, en ciencia o en humanidades. Las universidades autónomas son como un banco reproductor, no biológico, un banco reproductor de la diversidad de las ideas universales, de los valores, de las posibilidades, ideologías, religiones, conocimientos.
La autonomía universitaria no es sólo un Derecho Constitucional, es una pieza fundamental para asegurar la supervivencia de la sociedad y de la democracia.
Hay quienes desean que la educación esté dirigida hacia la formación de empresarios, otros hacia la educación religiosa, otras más hacia la formación de investigadores o profesionistas. Algunos pugnan por una universidad de izquierda o de derecha, otros más pretenden eliminar contenidos y hasta cursos completos porque los consideran inútiles, y a otros les molesta la formación de ingenieros y profesiones afines porque los consideran tecnócratas. Y todos creen saber cuál es el mejor modelo de universidad, y pretenden eliminar todo aquello que no se ciña a esa idea.
Lo cierto es que una universidad a la que un partido político o un gobierno le imponga sus autoridades la dirigirá irremediablemente hacia la homogenización, El desenlace de un país en el que las universidades estuvieran controladas por alguna religión o ideología es fatal. Con ello se estaría perdiendo la oportunidad de formar seres humanos diversos que piensen de manera distinta a los grupos hegemónicos, se estarían eliminando todos los caminos alternos, quemando los barcos. Una ruta sin pluralidad, hacia la extinción.