Perfil de México/Armando Ríos Ruiz
Algunos diarios dieron cuenta la semana pasada, de la decisión del PRI, de actuar, a partir de ya, contra los políticos corruptos que se han enriquecido a la sombra de ese partido, como el caso de gobernadores que acumularon demasiada riqueza en sólo seis años.
Apostamos a que como siempre, lo hará a cuentagotas, de manera selectiva y no contra todos los que la deben, porque –podría ser-- son demasiados y la PGR no tiene mucha gente para atender tantos casos.
Lo anterior es un intento por mostrar a los mexicanos que está dispuesto a practicar lo indecible para provocar el crecimiento de su candidato a la Presidencia de la República.
Sólo que ya apunta a hacerlo mal, porque de antemano se sabe que no irá al fondo de los hechos, sino que hasta en estos momentos de apuro actuará para hacer creer que por primera vez en su historia, no tendrá compasión con nadie y hará pagar todos los pecados.
Para comenzar, queremos ver a un PRI que sin miramientos apunta contra sí mismo. A un PRI capaz de auto inmolarse, para emprender el cambio antes de que los aspirantes a la Presidencia lo inicien.
Quisiéramos ver un PRI en el que su propio presidente haga lo que hace muchos años hizo el mandatario de Corea del Sur, quien, durante la transmisión de poderes pidió cárcel para sí mismo, por haber dispuesto indebidamente de 10 millones de dólares.
Quisiéramos ver a un PRI que acude a la PGR a denunciar a Carlos Romero Deschamps, uno de los símbolos de la corrupción de este país, que ya espanta a propios y a extraños por todo lo que ha ocurrido durante el presente sexenio en ese tema.
Lejos de dar una buena señal, la noticia causó indignación. De inmediato, las respuestas de los lectores se convirtieron en comentarios ácidos y en recordatorios llenos de veneno. Un lector anotó: “casas blancas, taxis, Higa, OHL, la estafa maestra, Odebrecht” y una retahíla de nombres que han desfilado por la pasarela de la corrupción durante el sexenio que está por expirar.
Más preguntas: ¿el PRI, estaría dispuesto a ir contra Rubén Moreira, su secretario de Organización, acusado de desvío de recursos; de cometer un desfalco por 400 millones de pesos que debieron destinarse a pensiones de los docentes; de disponer de 229 millones del servicio médico de proveedores y señalado por integrantes de los Zetas de recibir de ellos una camioneta repleta de dinero?
¿Irá después de todo por Humberto, hermano del anterior, señalado por actos de corrupción, algunos de los cuales lo vinculan inclusive con el crimen organizado? ¡Claro que no! ¡Hasta dónde será el compromiso con ambos, que a uno lo llamaron a trabajar al tricolor y al otro hasta le enviaron abogados a España para ayudarlo a salir de la cárcel!
Sin ver las caras de los que mandan, seguro que ahí se les acabaría la risa. Ambos son intocables.
La respuesta será, sin ninguna duda, que ya estuvieron sujetos a investigación y que no se encontró nada en su contra, como no se ha encontrado en muchos priistas, señalados por múltiples delitos. Verbigracia, los desaparecidos de Ayotzinapa, sólo para mencionar un caso más, de decenas.
Muchos mexicanos opinan que si José Antonio Meade quiere remontar su propia suerte, debe desligarse completamente de lo que huele a PRI y a Peña Nieto. Tendrá que realizar todos sus actos por propia iniciativa, en sentido diferente a lo que hace el partido que lo postuló y emprender desde ahora, acciones contundentes que evidencien esa ruptura. Sería la fórmula ideal.