Participemos democráticamente/Fabián Pérez
Las brillantes ideas sobre las que se instituyó el ideal de democracia no han perdido vigencia a pesar de las múltiples transformaciones que han experimentado los regímenes democráticos en épocas recientes. De entrada las ideas que formaron los cimientos de la democracia, aquellas expresadas por Rousseau en “El contrato social” son especialmente relevantes para nuestra generación, en la que la división entre los millennials y sus padres es muy marcada, y a pesar que esto no es necesariamente malo, es importante considerarlo para comprender las cuestiones políticas que marcan nuestros tiempos.
Los jóvenes en México se han caracterizado en años recientes por estar interesados en los asuntos políticos, pero paradójicamente tienen poca participación en este ámbito y es aún más sorprendente ya que cuentan con más y mejores herramientas para mantenerse informados, por lo que no se puede alegar ignorancia o desinterés para explicar su baja participación, entonces ¿a qué se debe?
Creo que gran parte de este problema se explica con el desgaste que los jóvenes perciben de ese contrato social que se he mantenido vigente desde la consolidación de México como una democracia representativa. En la mayoría de ellos se observa la profunda decepción por las instituciones políticas dada su ineficacia y manifiestan ese rechazo al abstenerse de participar activamente. Esta actitud es comúnmente confundida con apatía o desinterés, pero en realidad tiene raíces mucho más profundas, ya que parte del resquebrajamiento de el pacto social original.
Con lo anterior me refiero que las clausulas que permitían un juego político-social no corresponden con la realidad y ante este escenario los jóvenes se rebelan al mantenerse al margen de la arena pública y no se les puede culpar si consideramos que sus vidas han sido impactadas negativamente por las decisiones de generaciones anteriores, las cuales les han entregado un planeta al borde del colapso político, económico y ambiental, y lo que es peor aún es que no se les han dado las herramientas necesarias para tomar el rumbo en sus manos.
Frente a esto resulta de suma importancia los esfuerzos que han emprendido muchos jóvenes por apropiarse de su futuro y pelear desde diversos ámbitos de la vida pública para marcar su destino y aunque son pocos, su sola existencia es sinónimo de esperanza, una esperanza que debemos alimentar y aprovechar, pues de ellos depende (literalmente) el porvenir de las generaciones futuras.