Otro País/Tomás Tenorio Galindo
Javier Duarte, el priista modelo El parco comunicado emitido la noche de este sábado por la Procuraduría General de la República, una vez ejecutada en Guatemala la aprehensión del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, sólo indica que la captura obedece a la orden emitida por un juez el 13 de octubre del año pasado por los delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.
Esa parquedad, no remediada en las horas siguientes, provocó un vacío de información. Protagonista del más grande espectáculo de corrupción gubernamental en años, Javier Duarte –igual que el ex gobernador tamaulipeco Tomás Yarrington, detenido hace ocho días en Italia— personifica la pudrición ética y moral de amplios sectores de la clase política que confunde su insaciable ambición personal con el interés nacional. Habría sido de utilidad pública que la PGR abundara sobre la naturaleza concreta de las acciones tipificadas como delitos “de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita”, pues sobre Duarte pesan acusaciones que rayan en cifras de fantasía.
Por ejemplo, la prensa ha registrado que el quebranto de las finanzas de Veracruz en el gobierno de Duarte asciende a 182 mil 895 millones de pesos, suma en la que se incluyen deudas y desvíos de recursos. Por su parte, la Auditoría Superior de la Federación interpuso 47 denuncias penales ante la PGR por un daño patrimonial de 12 mil millones de pesos a las finanzas veracruzanas. (La Jornada, 16 de abril de 2017). Y otros medios han informado que legisladores del PAN y del PRD aseguran que los desvíos cometidos por Duarte redondean los 80 mil millones de pesos. Todas esas cantidades revolotean en el caso.
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