Padre padrone
No se sabía cómo, pero se veía venir y apenas empieza: la furia por el rechazo a su iniciativa de reforma constitucional con la antesala de una consulta popular desangelada, por decir lo menos. Por una parte, se humilla al Congreso. En tan solo dos días se procedió a la reforma de la ley minera para la explotación del litio, proyecto innecesario, contraproducente y carente de toda lógica económica. Arropado en un nacionalismo vacío se castiga a los legisladores, tengan para que se entretengan. Efectivamente, es un arrebato propio de la furia de quien se ha asumido dueño del destino nacional.
Algo semejante ocurre con el amago presidencial de cárcel a las empresas generadoras de electricidad en el marco del autoabasto. No importan los argumentos legales, tampoco la salvaguarda de derechos. Los directivos de empresas en esquemas de negocio que el presidente por razones ideológicas estima ventajosos e ilegales son amenazados con ir a prisión si no se someten a un criterio que debe ser resuelto por instancias judiciales. Lo civil se vuelve penal. La ley que se invoca no es nueva, la resolución de la Corte sólo estima que no es inconstitucional. Lo que sí es nuevo es el talante presidencial que resulta del revés en el Congreso.
¿Qué mas vendrá? Ya se sabe que para el presidente la oposición, la misma que tuvo la mayoría de votos en la elección intermedia, son traidores a la patria. No es un decir, es una convicción que se ve reafirmada con el activismo de los suyos y expresiones lamentables de personas razonables como la doctora Claudia Sheinbaum. Llegó el tiempo de los cuchillos largos y de ejecuciones sumarias y de imponer temor a quien vacila o no escoge con claridad partido.
La furia presidencial se hace presente ante quien disiente. Le hace perder piso como ocurre en su reacción por la suspensión del tramo 5 del tren maya. A los opositores al proyecto se les insulta, les da trato de mercenarios. A la empresa que explota y exporta materiales la amaga con sendas acciones legales en instancias internacionales. Los ambientalistas no van al trapo, sin perder compostura invitan al presidente López Obrador sea testigo de la devastación que se está haciendo al no poder construir sobre la carretera que comunica Playa del Carmen con Tulum. La evidencia contradice a un padre padrone que prometió que ni un solo árbol sería afectado por el proyecto. El daño es considerablemente peor al de la tala y es una alerta que debiera atenderse con serenidad en el terreno de la investigación y de la evidencia. El enojo no da espacio para ello, mejor descalificar, insultar, amenazar y amedrentar.
El presidente está solo. No hay quien le lleve a ponderar sus estados de ánimo que le hagan reconvenirse a sí mismo sobre lo que se debe hacer ante la dificultad o para dar continuidad a la responsabilidad. Por razones de formación se negó a considerarse representante de todos los mexicanos y servir con estricto apego a la ley. La consulta para la revocación de mandato fue veneno, estableció un precedente de afrenta a la Constitución preocupante en extremo y él, no otro, ha sido el responsable de que el gabinete, partidos y gobernadores afines hayan caminado por la ilegalidad abierta.
El sentimiento de fracaso por el rechazo a su iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica no debiera ser tal. Es consecuente con resultado de la elección intermedia y el nuevo mapa de poder en el Congreso. Esto es, su sustento es la voluntad libre y democrática de millones de mexicanos que decidieron no otorgarle la mayoría calificada para cambiar la Constitución. Lo que debió suceder a partir de este momento era negociar, dialogar, acordar con el otro. En su lugar se intentó fracturar el bloque opositor sin otra oferta que subir al carro del oficialismo a legisladores en la oposición.
La soberbia moral no da para el acuerdo, mucho menos para la tolerancia. Cualquier concesión pasa al terreno de la sospecha si no es de la convicción de traición. Debe preocupar que, ante la declinación del poder, propio del ciclo sexenal y ante la adversidad, particularmente la que deriva del tiempo (recurso más preciado y más escaso en la vida y en la política) se sobrepongan los peores recursos del poder.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto