Opinión/Fernando López Alanís
Vamos a comenzar por atender a que muchos de los principales dirigentes de La Revolución tuvieron un claro origen campesino: Zapata, Villa, Madero mismo, Obregón, Lucio Blanco, Felipe Ángeles, por ejemplo, y otros, como Lázaro Cárdenas, si no fueron campesinos, ciertamente estuvieron muy ligados al campo. Dato curioso: todos ellos fueron excelentes jinetes. Y de los ejércitos, o combatientes que se les parecieran, todos fueron campesinos: sobresalen desde luego los hombres de Zapata, los Villistas de la División del Norte, y los sonorenses y sinaloenses del Ejército de Noroeste bajo el mando de Obregón, en el que los Yaquis fueron fundamentales, junto con los Mayos.
¿Y cuáles fueron los móviles? La tierra. En la Revolución los campesinos no todos entendían lo mismo por “la tierra”. Mientras los zapatistas tenían una idea muy clara de lo que significaba “recuperar” sus tierras, los norteños veían la tierra como algo que les faltaba, que estaba en manos de unos pocos y que ellos necesitaban para la satisfacción de sus necesidades, mediante el cultivo y el pastoreo, y los Yaquis y Mayos peleaban por la defensa de “sus tierras”, desde muchos años antes codiciadas por los mestizos.
Probablemente una pregunta que explique suficientemente los ideales agrarios de la Revolución sea ésta: ¿Cómo podemos hablar de campesinos si no poseen ninguna tierra? Y desde el punto de vista de los campesinos mexicanos preguntaríamos ¿cómo ser libres si no somos dueños de nuestra tierra? De ahí los lemas “Tierra y Libertad” y “La Tierra es de quien la trabaja”. En otras palabras: antes de la Revolución los campesinos mexicanos además de desposeídos estaban reducidos a la esclavitud. Fueron, digámoslo parafraseando a Francisco J. Múgica, los “campesinos en armas” quienes formaron los ejércitos y las guerrillas combatientes de La Revolución.
Pues bien, a mi parecer y de manera analógica, hoy “la tierra” son las oportunidades para que la clase media mexicana se desarrolle cultural, social, política y económicamente, ¡y no hay tierras de ésas! Pero es que tampoco las clases medias se atreven a ser revolucionarias ni han sido capaces de crear líderes como lo hicieron los campesinos hace 100 años. ¿Hasta cuándo podremos esperar? ¿O esos revolucionarios de a deveras de hoy surgirán de otro contexto? Comoquiera, hay que estar prevenidos.
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