Opinión/Rafael García Tinajero
Pandemia reto global, nacional y local.
A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales se califica como “hecho social total”, en el sentido de que convulsiona el conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores. Hoy todos los actores sociales, económicos y políticos, en todo el mundo vuelven sus ojos hacia los Estados y los gobiernos en busca de orientación y apoyo ante la catástrofe..
Sin duda vivimos un hecho descomunal. Ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal magnitud. Surgido hace apenas un año y meses en una lejana ciudad de China , un virus ha recorrido ya todo el planeta , ha contagiado y matado a millones y causado un daño terrible que no se circunscribe al ámbito de la salud. Estamos viviendo un tipo de “ efecto mariposa” cuando alguien en un lejano lugar del mundo entra en contacto con un extraño virus y enferma y en poco tiempo toda la humanidad se encuentra afectada ya sea por la misma enfermedad o por lo menos el riesgo de contagio.
Aunque no es estrictamente cierto pues ya desde hace décadas se hacia la previsión de la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existirían contramedidas adecuadas y que se podría convertir en una pandemia global, a los ojos de millones de personas en todo el planeta e incluso de muchos gobernantes, la pandemia por COVID-19 tomó al mundo por sorpresa y nos encuentra con escasa capacidad de respuesta frente a un fenómeno planetario, con afectaciones globales y de alta intensidad. Por la naturaleza del virus, su primer golpe encajó directamente en los sistemas de salud que se han visto desbordados por oleadas de personas infectadas sin contar con equipos, medicamentos, insumos, infraestructura y personal suficiente para atenderlas y pese a que ya existen una seria de vacunas que han demostrado efectividad para evitar el contagio o mitigar sus efectos, la vacunación avanza lentamente en el mundo y en México y nuevas variantes del virus cada vez más contagiosas, patógenas y letales surgen para agravar y prolongar la crisis. Pero el impacto del COVID-19, además de su efecto directo, ha alcanzado a otras enfermedades a causa de las perturbaciones en los servicios de salud. El virus está provocando un colapso que deriva en la muerte de pacientes de otras enfermedades que, en circunstancias normales, podrían haberse prevenido y debido al rápido aumento de la demanda de instalaciones y profesionales sanitarios amenaza con dejar algunos sistemas de salud sobrecargados e incapaces de funcionar eficazmente. Por que es un hecho que las mujeres se siguen embarazando, lo bebés continúan naciendo, la gente sigue enfermando de otras cosas diferentes a la COVID 19, las vacunas se tienen que seguirán aplicando , los pacientes con cancer, diabetes, hipertensión o insuficiencia renal tienen que seguir tratándose. La actual pandemia de COVID-19 está suponiendo para los profesionales de la salud uno de los mayores desafíos a los que se hayan podido enfrentar. No solo por su exposición directa y cotidiana al virus y el riesgo de contagiarse, sino también por el estrés laboral que puede causar estragos importantes en su salud física y mental.
Más allá de la problemática en los hospitales y centros de salud, la emergencia sanitaria producida por el COVID-19 también ha sacudido el mercado internacional, convirtiendo algunos productos como las mascarillas, los respiradores y ventiladores mecánicos en bienes escasos y sumamente codiciados, lo que ha provocado enfrentamientos entre gobiernos por conseguirlos. Ni hablar de las vacunas , escasas y negadas para muchos sobre todo los que habitan los países más pobres.
Ante la pandemia las economías a lo largo y ancho del planeta se han cerrado y paralizado y las sociedades han entrado situaciones solo comparables a las tomadas en situaciones de guerra. La combinación de políticas y medidas como el distanciamiento social, el confinamiento y las cuarentenas implican una reducción e incluso muchas veces una suspensión total de las actividades de producción y de consumo por períodos inciertos, lo que a su vez desploma los mercados, conduce al cierre de empresas y empuja al desempleo a miles de personas y las cadenas globales de valor se han interrumpido causando e cesión en buena parte del planeta.
El impacto del COVID-19 en el ámbito social es también severo, aumenta el desempleo y el subempleo, disminuye la calidad del trabajo a través de la reducción de salarios, el consumo de bienes y servicios y el acceso a la protección social. La población que vive en situación de pobreza y vulnerabilidad así como a aquellos que trabajan en el sector informal son los más expuestos a reducciones salariales y despidos. Aumenta la pobreza y la pobreza extrema. Las mujeres sufren particularmente esta crisis, se ven más expuestas al abuso sexual y a la violencia dentro del hogar , aumentan las desigualdades de género en el trabajo donde las mujeres están más expuestas que los hombres a los recortes salariales y se encuentran más expuestas a riesgos entre otros el de contagio, por ser no solo una gran proporción del personal de salud menos calificado sino también las que proporcionan cuidados a otras personas dentro del núcleo familiar o en albergues y asilos.
Otro sector gravemente afectado es el educativo , el cierre de escuelas está provocando, sin duda, una pérdida de aprendizajes, un aumento en las deserciones escolares y una mayor inequidad. Por su parte, la crisis económica que afecta a los hogares agravará el daño, pues reducirá la oferta y la demanda educativas. Estos dos impactos, a su vez, erosionarán en el largo plazo la acumulación de talento humano y reducirán las perspectivas de desarrollo y bienestar.
Al ser una grave amenaza para la salud pública, la educación y la economía y generar múltiples perturbaciones a nivel social, el COVID-19 pone en peligro los medios de vida a largo plazo y el bienestar de millones de personas. La crisis actual constituye una llamada de atención sobre la urgencia de acelerar los procesos para establecer o fortalecer los sistemas de protección social. La crisis generada por el COVID-19 ha revelado déficits catastróficos de cobertura de la protección social y que la única forma de sostener la recuperación y prevenir crisis futuras es la creación de sistemas de protección social integrales.
La pandemia ha puesto de relieve muchos riesgos globales en todos los campos y dimensiones del desarrollo, y constituye una prueba de resiliencia para las sociedades, las culturas y las economías y constituye también un gigantesco desafío para los Estados, las administraciones públicas y la gobernanza tanto en los países y las regiones, como en el mundo en su conjunto.
Hasta el momento, a lo largo y ancho del planeta, los gobiernos de los distintos países se han enfocado en sus propias respuestas de manera individual. Y, obviamente, han venido respondiendo a la pandemia de maneras y con políticas muy distintas, Pero el tamaño de la crisis ha puesto en evidencia que ningún país, por desarrollado o poderoso que sea, podrá derrotar la pandemia con un esfuerzo exclusivamente local y ha obligado a recordar que la resiliencia económica, social y política también depende de la coordinación y cooperación internacional y exige una visión que trascienda las fronteras de ciudades, países e incluso regiones. Por lo tanto es necesario estructurar políticas contra la pandemia basadas en buenos principios técnicos y científicos en todos los niveles desde el global al local pasando por lo regional y nacional.
Como resume muy bien Fukuyama (2020), a nivel mundial los factores principales del éxito de las respuestas a la pandemia han sido la capacidad de los Estados, la confianza y responsabilidad social y el liderazgo. Los países con los tres —un aparato público competente, un gobierno en el que la ciudadanía confíe y escuche, y un liderazgo eficaz— han tenido un buen desempeño y han logrado limitar los daños. Los países con estados disfuncionales, sociedades polarizadas o liderazgo deficientes han tenido un mal desempeño dejando a sus ciudadanos y economías expuestos y vulnerables.
Hace algunos días se me preguntaba en un programa que se transmite en redes sociales ¿ cual sería el mayor desafío del próximo gobierno estatal?. Respondí automáticamente, pues esta es mi convicción al respecto , la gestión de la pandemia con todas sus aristas sanitarias, económicas, sociales y políticas en el ámbito de su competencia, Michoacán.