Opinión/Judith Álamo López
Miscelánea, salud y política
Culto a la muerte y menosprecio a la vida
Cuando un político muere, mucha gente acude a su entierro. Pero sólo lo hacen para estar completamente seguros de que se encuentra en verdad bajo tierra: Georges Clemenceau
Siempre ha sido la muerte un motivo de celebración para los mexicanos, ahora el puente alargó los festejos, ya que a los Días de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, se sumó el fin de semana. Pudimos constatar como el sincretismo se manifiesta en esta tradición prehispánica que primero se amalgamó con el catolicismo y ahora con el Halloween (31 de octubre), pese a quienes quisieran que las tradiciones pervivieran intactas.
La alegría de la celebración recreó la tradicional costumbre mexicana festejada en todo el mundo de montar altares con fotos, flores de cempasúchil, papel picado, veladoras y los alimentos y bebidas preferidos de quienes se nos adelantaron y en estos días, según las creencias populares, regresan a visitar a sus familias.
Los cementerios, parte del atractivo turístico en estas fechas, días antes tan descuidados por su cierre parcial durante la pandemia, con el trabajo comunitario de las familias, lograron recuperar su dignidad como centro de convivencia. Las tumbas fueron limpiadas, remozadas y adornadas con flores y veladoras, al que no faltaron los amigos y deudos durante las fiestas de Todos santos y los Fieles difuntos.
Por todos lados, incluida la Ciudad de México, hubo desfiles con alebrijes, catrinas, calaveras, enmascarados, brujas y otros personajes alegóricos y populares, algunos de ellos gigantes, seguidos por música, tamboras y mucha algarabía de los habitantes hartos de tantas restricciones.
Si embargo, en México miles de personas vivieron estos días con tristeza --resignación o indignación-- ellos son los familiares de más de 600 mil personas fallecidas (según la OMS) a causa del Covid, muchos de ellos no pudieron recibir cristiana sepultura como hubieran querido, debido a las restricciones sanitarias de un problema que rebasó cualquier previsión, pero que exhibió también la incapacidad de acción del gobierno para controlar las pérdidas humanas.
Las políticas públicas en materia de salud son una de los principales indicadores del éxito o el fracaso de un gobierno, pero a las insuficiencias arrastradas de administraciones anteriores, la Cuarta Transformación sumó el estilo unipersonal de gobernar de Andrés Manuel López Obrador.
En pésimo momento el mandatario ordenó aplicar sobre las rodillas medidas de austeridad republicana y anticorrupción que desmantelaron el Seguro Popular y propició un desabasto de medicamentos sin precedente, la cancelación de programas específicos y la insuficiencia presupuestal en el sector.
Por esa causas se contabilizan dos mil niños muertos por no haber recibido sus fármacos contra el cáncer, pero ¿cuántos enfermos de SIDA no fueron abastecidos de sus retrovirales, o cuántos enfermos renales, cardiacos, hepáticos, diabéticos, hipertensos, entre otros, no pudieron recibir atención farmacológica porque se dejaron de comprar medicamentos?.
Entre 2018 y 2019, según cifras del INEGI, la mortalidad se incrementó de 722.6 a 747.8 miles de personas, pero de 2019 a 2020 la mortalidad fue de un millón, 86 mil 100 personas, o sea aumentó en 338 mil 300 la cifra de personas fallecidas. La tasa de mortalidad de hombres pasó de de 68.1 a 102.2 por cada 10 mil habitantes, mientras que la femenina de 50.3 a 68.5.
Pero los datos de errores capitales con resultados de muerte y destrucción son muchos en el actual gobierno, la violencia campea por buena parte del territorio nacional debido a una política fallida de seguridad pública, las muertes por homicidios en los últimos tres años rebasan ya las 100 mil, y en el mismo periodo se contabilizan 10,753 homicidios de mujeres incluidos los feminicidios.
Las escenas dantescas se han vuelto un espectáculo cotidiano en nuestro país, tan es así que el señor presidente López Obrador comentó en su mañanera de forma coloquial "se tuvo suerte" en Xochimehuacan, Puebla, donde explotó una toma clandestina de gas LP, pues se pudo evacuar a la mayoría de los 2000 habitantes de esa zona, evitando un saldo mayor de personas fallecidas.
Realmente, creo que el mandatario tiene un sentido del humor aberrante, porque este incendio que costó la vida a una persona e hirió a 13 más y dejó a 60 familias sin casa es prueba fehaciente de otra política fallida de la 4T, el huachicol sigue en auge, sin control, pese a las cantadas victorias del presidente y sus llamados a que denuncien.
Los xochimehuacanenses denunciaron que "desde el año 2000 se viene advirtiendo a las autoridades -federales, estatales, locales- de que esta es zona de huachicoleros, sin respuesta alguna".
Y lo ocurrido en Tangamandapio, Michoacán, es otra estampa de un México donde se menosprecia la vida: aparecieron 11 personas asesinadas a balazos, seis de ellos menores de edad. Aún se investigan los hechos.
Es una masacre más que se suma a la multicitada explicación: fue un crimen de la delincuencia organizada, lo que significa total impunidad.
Días de muertos en México con colofón: la muerte no paga derecho de piso y es el destino más recurrente durante el gobierno de la 4T. Corregir la política de seguridad pública sería de sabios.