Opinión/Jorge Hidalgo
Pareciera coincidencia, pero los enterados afirman que en política éstas no existen. Entonces lo que podría pensarse en una acción concertada, plenamente concebida y ejecutada a raíz del reconocimiento presidencial por su buen comportamiento durante la jornada electoral.
El hecho es que el crimen organizado desató una guerra entre bandas delictivas que se pelean por el predominio del territorio que consideran como propio, dejando un saldo de muertes y desalojados que poco importan mucho menos alteran, el confort en que vive el huésped de Palacio Nacional.
La risible política pública instrumentada por Andrés Manuel López Obrador de “abrazos y no balazos” o el “acusar con sus mamás” a los delincuentes, hoy no sólo es burla de detractores sino carta blanca para el accionar de quienes ven llegado el momento de cobrar la factura por los favores realizados en los comicios para fortalecer el proyecto del narco gobierno y su narco partido.
Sin embargo, a escasos tres meses de distancia de esa jornada electoral plagada de vicios y violentada por los socios criminales, hoy en México hay visos de alcanzar niveles como los vividos en la Colombia de Pablo Escobar. Sin exagerar.
Porque sólo en la complicidad siniestra que parecen guardar ambas partes, puede concebirse la pasividad con que se asume la paulatina entrada del terrorismo en las acciones emprendidas por el crimen organizado contra la población civil, bajo el pretexto de la disputa que libran entre células criminales por el predominio territorial en diversos puntos del país, con la complicidad del gobierno federal, su socio, que les permite actuar sin impedimento alguno.
De la utilización de drones con explosivos plásticos y no de metal, de última generación, a la entrega de paquetes con artefactos que detonan y arrasan a su estallido con lo que encuentran a su paso, debimos dar cuenta en este mes patrio sin que ello inmute o parezca al menos, preocupar, a Andrés Manuel López Obrador, enfrascado como está en convertirse en líder de dictadores y gobernantes latinoamericanos venidos a menos.
Actitudes timoratas y por demás pusilánimes que no se conciben en un líder como el que busca ser, cuando es incapaz de velar y sacar la cara por sus gobernados a quienes parece resuelto dejar a merced de los grupos criminales y lo que quieran hacer en esta guerra que libran, con lo que se afianza la acusación que parece será un estigma indeleble de estar maniatado por lo que le ayudaron hasta alcanzar el poder y ahora, afianzarse en el mismo.
En Michoacán, por infortunio de quienes viven esa pesadilla y oprobio de todos los habitantes de la entidad, la suerte que corren los desplazados de diversos municipios ubicados en Tierra Caliente, no forma parte de la agenda del narco partido y sus anunciadas narco autoridades que ya venden soluciones de saliva, ajenos, distantes, desinteresados de acudir a convivir, ser solidarios y apoyar a quienes deben abandonar poblados enteros, en busca de salvar la vida.
Víctimas del fuego cruzado que se agudizó con la descarga de explosivos plásticos a través de drones, los sobrevivientes de este acto terrorista no incomodan a quien extraviado como está, vuelve la vista a lo que constituyen sus reales preocupaciones, prioridades en el accionar que traza desde la comodidad palaciega plagadas de desatinos y lances estúpidos, como exhortar al gobierno de los Estados Unidos “respetuosamente” a levantar el embargo en contra del pueblo cubano.
Para quien se vendió como el salvador del país y alentó a sus fieles a unirse para juntos “hacer historia”, demuestra que los problemas torales de sus gobernados no figuran en la agenda y por ende, en el presupuesto que plantea para el 2022, lo único que interesa es apuntalar las obras faraónicas que están cayendo por su mala planeación y pésima ejecución.
Pero lo peor, es que teniendo evidencias del festín que traen los grupos criminales con su guerra intestina, López Obrador minimice, ponga oídos sordos y finja ceguera para no trazar líneas de acción que contengan los abusos en que caen los socios en su desbocado afán por tener el predominio territorial, cotos de poder en disputa, como si fuera torneo organizado por el narco gobierno para el mejor de sus aliados en el campo de batalla.
Lo acontecido en Salamanca, con el paquete explosivo que fue entregado en un comercio cuyos dueños se resistieron a la extorsión criminal, tampoco inmutó al opresor en su sospechoso proceder y lo único que ofertó fue que el caso podría ser atraído por la Fiscalía General de la República, mientras que los miembros prominentes del narco partido minimizaron al grado de desechar cualquier viso de terrorismo a algo que consideran un hecho común en la disputa de bandas criminales.
Mientras todo esto acontece, López Obrador se enfrenta a los Estados Unidos, le patea las espinillas a favor de dictaduras y luego estira la mano limosneando ayudas para programas corruptos como sembrando vidas y otros, con lo que promete contener el embate de migrantes que buscan llegar a vivir el sueño del “imperialismo yanqui”, en un lance lleno de desfachatez y nula dignidad.
Así López Obrador convierte su cuarta transformación en la instauración del narco terrorismo incipiente en suelo mexicano y la mendicidad indigna, humillante, ante el poderoso Tío Sam.