Opinión/Gerardo A. Herrera Pérez
Violencia
Me gusta leer a Rita Laura Segato, su posición crítica y su análisis escrupuloso me sacude; en su texto, “Las estructuras elementales de la violencia”, expresa que el trabajo de la conciencia es muy lento, pero indispensable, y en efecto así lo es, el conocernos no es simple; y no es solo pensar en el desarrollo y creación de conciencia, para conocernos; es pensar desde dónde nos conocemos y para qué nos conocemos.
Los hombres requerimos comprender la importancia de generar condiciones de deconstrucción de nuestra masculinidad hegemónica o de cualquiera de las múltiples masculinidades violentas que existen y que se encuentra dañando mediante el mandato de masculinidad a las mujeres ya por dominación o subordinación, al igual que a otros hombres mediante dominación (Segato, Lagarde, Lamas) es decir, mínimamente en ese proceso requerimos de contar con conciencia e inteligencia emocional, entre otras cosas.
Para Edgar Morin la conciencia es compleja en su análisis y no solamente es social; él nos habla de cuatro elementos fundamentales para la creación y desarrollo de conciencia desde la complejidad: antropológica, ambiental, civil, espiritual; yo agregaría dos más: la conciencia de prevención para la salud, que genera condiciones de conocernos para evitar daños a nuestro cuerpo, y que tienen que ver desde luego con el mandato de masculinidad y de someter el cuerpo del hombre a dinámicas de potencia y cumplimiento del mandato (no ir al médico para atender problemas de próstata, diabetes, hipertensión, enfermedades crónico degenerativas e infecto contagiosas etc; consumir productos nocivos para la salud; alcohol, sustancias tóxicas; ir a los antros o burdeles para probar la jactancia y por cierto siempre acompañados para que el otro legitime su virilidad); y desde luego la conciencia inclusiva, fundamental para trabajar un nuevo devenir social como lo expresa Deleuze, una transmodernidad en boca de Dussel, un transfeminismo de Valencia, o bien, la deconstrucción como lo refiere Butler.
Los hombres debemos comprender las condiciones de transgresión, de violencias, de tensiones que venimos viviendo, no solo nosotros sino como humanidad, incluso siendo los beneficiarios del patriarcado; el mandato que tenemos nos pone en peligro permanentemente, incluso, a nivel internacional mueren primeramente los hombres, antes que las mujeres, ya por los niveles de agresión, de violencia, de falta de cuidado en la salud, de consumo, de adicciones, de demostrar ser hombre a través de la competencia y la potencia.
Los hombres tenemos mandato de masculinidad que nos posiciona en función de nuestros saberes, del poder, la autoridad, pero también de la jactancia y desde luego de la violencia. La violencia esta presenta en la humanidad y ahora está haciendo crisis, porque ni las normas, tampoco las instituciones, como tampoco el diseño de la política pública nos permite comprender porque no para la violencia física, la violencia feminicida, la violencia estructural.
Rita Segado nos habla que para comprender la violencia debemos de asimilar que el género es la primera fase de violencia, porque quita el valor del cuerpo y su soberanía, es decir, género es violencia, es androcentrismo, la violencia es un acto expresivo, porque habla a las víctimas, pero también habla a sus pares de quien tiene concentrado el poder. La violencia se expresa en dos niveles, uno horizontal, en donde la mujer es sometida, controlado, disciplinada por el hombre, es decir, se domestica el cuerpo, se moraliza a la víctima; por ello, la violación no puede ser un acto sexual, sino un consumo del cuerpo, la apropiación del cuerpo, el cuerpo que es cazado y exhibido; la violación se comete para ser incluido al grupo, es decir para pagar el tributo al grupo, a sus pares; en ocasiones la violación no se comete por un solo sujeto, sino por varios.
Desde la posición horizontal, es mostrar la violencia en contra de la mujer, es mostrar que el mandato de masculinidad y ´potencia esta vigente y se expresa permanentemente. La tributación a los pares, grupos o compañía incluso, es sexual, física, bélica, moral, intelectual, política y económica.
El hombre debe demostrar su jactancia, aunque la sexualidad se va rápido, puede acceder al mercado y el consumo de viagra; la potencia física, demostrar la musculatura, el cuerpo torneado, la figura, la fuerza física, la musculatura, el gimnasio el espacio ideal de encontrarse las masculinidades y exhibir el cuerpo; la potencia bélica, es decir la dominación, la subordinación de hombres y de mujeres; la potencia moral (desde los comienzos del cristianismo, Eva se come la manzana, y por su culpa son sacados del paraíso tanto ella como Adan), asumir que se cumpla con lo moral, la decencia, de no hacerlo, ellos la castigaran, exhibiendo los cuerpos violentados o bien asesinados; la potencia intelectual sustentada en el manejo casi exclusivo del hombre y las ciencias duras, las mujeres tienen su espacio en las ciencias blandas o sociales; la potencia política, insisto pese a la paridad, puede ser cuantitativa, pero no cualitativa, se cumple un mandato jurídico, pero atrás existen otros elementos que impiden a la mujer contar con la voz, el valor a sus cuerpos y el poder; y la potencia económica, hoy conocida como la feminización y pobreza. Es decir, siempre la supremacía del hombre.
Por otro lado, para la comprensión de la violencia es importante recurrir a la historia, pero veamos que pasa actualmente; el masculino, usurpa, extrae, se apropia del poder femenino, esta apropiación garantiza el tributo de sumisión de la mujer, su domesticidad, una moral de respeto y cuidado para el honor del hombre frente a sus pares, para lucirlo frente a su cofradía, a su club de amigos misóginos que exigen pruebas del sometimiento y control de la mujer.
Este control garantiza participar y competir entre iguales en un mundo que se diseña para lo masculino. Es decir, será en la capacidad de dominar y de exhibir prestigio que se asienta la subjetividad de los hombres y es en esa posición de jerarquía, a lo que denominamos “masculinidad”.
Entre sus potencias del mandato del hombre se encuentra la de la moralidad, que la aplicará en contra de la mujer para mantener el control y dominación tanto casa dentro como casa afuera, aplicando violencia sexual, psicológica y física, o manteniendo la violencia estructural del orden social y económico en lo que hoy conocemos como pobreza. La masculinidad violenta también se acompañará desde luego de lo que lo hace diferente frente a la otredad: la raza, la etnia, la nacionalidad, la región, la religión, o cualquiera otra de las llamadas coloniales.