Opinión/Gerardo A. Herrera Pérez
Con racionalidad ambiental
Gerardo A. Herrera Pérez
Hace muy poco tiempo tuve la oportunidad de conocer al maestro Juan Manuel Madrigal Miranda, hombre probo, generoso, con gran talento y cercano a los proyectos personales que cada uno de nosotros desarrolla en diversas partes de México.
Al maestro Madrigal me lo presentó Pedro Cantú, un joven inquieto y comprometido con su etnia y con el medio ambiente, generador de cohesión social y promotor del cuidado del medio ambiente. La presentación se dio, en un evento donde coincidimos los tres, mismo que fue convocado por la Diputada Brenda; en dicho evento tuve la oportunidad de dirigir el Taller “21 símbolos del agua en el siglo XXI”, taller que resignificó no solo lo simbólico y lo real, sino que permitió que las y los participantes tuvieran la oportunidad de expresar ejercicios estéticos sobre lo que hoy está sucediendo en contra del medio ambiente, es decir la crisis ambiental, o dicho de otra manera, la crisis de conocimiento de esta racionalidad moderna.
En este mismo evento, el maestro estuvo participando en otra mesa de trabajo, en la cual se reflexionaban cuestiones literarias y artística, y a la cual asistió mi amiga Marce Campos, a quien recientemente tuve la oportunidad de presentar su libro de Poemarios.
Otra ocasión también tuve la oportunidad de coincidir con el maestro Madrigal, en la conferencia que diserté en el marco del Día de la Madre Tierra, en el Parque Urbano Ecológico de Uruapan, invitado por las autoridades del Parque y de Rio Volga, ahí también estuvo escuchando con toda atención el maestro Madrigal. Seguramente hemos cruzado nuestras ideas en otro par de ocasiones más, donde nos complace saber que podemos hacer complementariedad en los diálogos ecológicos.
Las demás veces que he visto al maestro Madrigal ha sido a través de las redes sociales, por el Facebook, en donde ha nacido en mi persona un reconocimiento y respeto profundo por quien se constituye en esa racionalidad ambiental a la que se refiere Enrique Leff. La conexión del maestro con la naturaleza es espectacular, él tiene una ecoformación y una ecoética, que la desarrolla a través de una ecopedagogía de vida, él, es un hombre que ha dado su vida a la protección de la naturaleza, a la sostenibilidad de la naturaleza para esta generación y para las próximas generaciones.
De manera frecuente lo veo en imágenes que sube a sus redes sociales, realizando caminatas respecto de diferentes espacios poco conocidos por la población y que recrean el sentido del amor y respeto por lo natural, por lo vivo. Al maestro genera y proyecta esa paz interior y el valor del respeto por el otro que no necesariamente es humano, es decir, el respeto en espiritualidad de animales y plantas.
Hoy por la mañana vi diversas tomas fotográficas que expresan un regocijo de ver la naturaleza en su máxima proyección: agua, luz, aire, tierra, en unicidad con animales silvestres, con pinos, y otras especies y con humanos; vi al maestro madrigal como en otras tomas abrazar a un gran árbol, a una conífera. Me dio tanto gusto verlo pleno, generoso, haciendo largas caminatas, para compartir, para enseñar, para hacer diálogo horizontal, para actuar en valores, virtudes y principios ambientales.
El maestro ahora ha trascendido en la epistemología de la modernidad, es un hombre que entiende la naturaleza desde otoras epistemologías, otras racionalidades, ontologías, otros imaginarios, es decir, construye sobre la sabiduría que le da la experiencia, y bajo ese enfoque de complejidad es qué él está construyendo una nueva racionalidad ambiental.
Escribo esta nota con el respeto y el gran cariño que siento por ese GRAN HOMBRE, que me enseña en su hacer cotidiano, que me forma en el entender al otro, que me explica con sus prácticas ambientales, que me da la oportunidad de ser otro en su racionalidad ambiental.
Hoy también, en Naucalpan, se desarrollan actividades para la protección de espacios públicos verdes, son espacios que se construyen pero que se abandonan, y que hace falta de los cuidados para promover una compasión permanente, entre el que cuida a aquel que lo necesita y el que de manera reciproca recibirá oxígeno, sombra, y un espacio cálido donde permanecer. Felicito a los alumnos y alumnas del Doctorado en Ecoeducación del Estado de México, mujeres y hombres generosos, que se construyen en la racionalidad ambiental. Para ellos y ellas mi reconocimiento y cariño por tanto amor a la madre Naturaleza, a la madre Tierra. Para Lily, para Rosa, para todos aquellos que piensan que una forma de vida en las prácticas y las instersubjetividades es posible; ayer mismo dicte una conferencia sobre Racionalidad ambiental y la convivencia con los seres vivos de compañía, los perros y los gatos.
Fue alentador escuchar las narrativas de las doctorantes Rosalinda y Lidia, porque se que no somos uno, o dos, o veinte, somos miles los que queremos un mundo mejor; agradecido por Stephania Medina de Por amor a mi tierra Apatzingán, por su generoso proyecto de atención a los seres sintientes. Al Ingeniero Juan Tungui, que me enseña a respetar a los seres vivos en el Rancho Ecológico Tungui. Miles de gracias a todos ustedes. Yo solo soy la hebra de la vida, la más pequeña, la más ignorante, la que lucha en su día a día a transformar esta realidad que me interpela.