Opinión/Gerardo A. Herrera Pérez
Transgénesis: vida y tecnología.
Gerardo A. Herrera Pérez
Para quienes trabajamos en el impulso de otro modelo social, como dice Enrique Dussel, “Transmodernidad y decolonialidad”, o bien, cuando expresa Sayak Valencia, “transfeminismo”; la importancia de transitar a otras formas de intersubjetividad, de intercomunicación, entre los miembros de una colectividad debe de transversalizar diferentes elementos todos ellos constitutivos de una Complejidad Ambiental, pero también de un Ecología Política, así como de una Racionalidad Ambiental, en donde dejemos de hablar del “sujeto/objeto”, para transitar al “sujeto/saber”, es decir, reconstituir el ser a través del saber, de esta manera emerge así un nuevo saber, se construye una nueva racionalidad y se abre la historia hacia un futuro sostenible. De lo contrario, difícil entender y atender la crisis que vivimos y como transformarla.
Dar lectura a diversos textos de Enrique Leff, nos permite comprender la complejidad ambiental, pero también la política ambiental y en ello, la racionalidad ambiental. Es decir, la crisis ambiental, esta atada no a una catástrofe ecológica que irrumpe en el desarrollo de una historia natural, sino a una crisis mental, del conocimiento, de la fuerza del pensamiento y de la palabra.
Expresa Enrique Leff, “La emergencia del lenguaje y del orden simbólico inaugura, dentro de este proceso evolutivo, una novedad indisoluble en un mismo ontológico: la diferencia entre lo real y lo simbólico que funda una aventura humana: la significación de las cosas, la conciencia del mundo, el conocimiento de lo real”, el orden simbólico significa y consigna lo real, lo denomina a través de la palabra y lo domina por la razón.
Para Leff, la complejidad ambiental es la reflexión del conocimiento sobre lo real, lo que lleva a objetivar a la naturaleza y a intervenirla, a complejizarla por un conocimiento que transforma el mundo a través de sus estrategias de conocimiento.
La complejidad remite a un saber sobre las formas de apropiación del mundo y de la naturaleza a través de las relaciones de poder que se han inscrito en las formas dominantes de conocimiento. La problemática ecológica, es una crisis del pensamiento y del entendimiento, de la ontología y de la epistemología con la civilización occidental ha comprendido el ser, a los entes y a las cosas.
De la racionalidad científica y tecnológica con la que ha sido dominada la naturaleza y economizado el mundo moderno, de las relaciones e interdependencias entre estos procesos materiales y simbólicos, naturales y tecnológicos.
La racionalidad ambiental abre una nueva comprensión del mundo incorporando el límite de lo real, la incompletitud del ser y la imposible totalización del conocimiento. “La crisis ambiental lleva a repensar la realidad, a entender sus vías de complejización, el enlazamiento de la complejidad del ser y del pensamiento, de la razón y la pasión, de la sensibilidad y la inteligencia, para desde ahí abrir nuevas vías del saber y nuevos sentidos existenciales para la reconstrucción del mundo y la reapropiación de la naturaleza.
La racionalidad ambiental piensa en el ser como no totalitario; la epistemología ambiental combate por esta vía al totalitarismo de la globalización económica y de la unidad del conocimiento que dominan a la racionalidad de la modernidad.
La complejidad ambiental es el campo donde convergen diversas epistemologías, racionalidades e imaginarios que transforman la naturaleza y que abren la construcción de un futuro sustentable. La complejidad no se reduce al reflejo de una realidad compleja en el pensamiento, al acoplamiento de la complejidad de lo real y el pensamiento de esa complejidad. En este sentido, la reflexión del conocimiento sobre lo real ha generado una hiperrealidad, un mundo hibrido de materia, vida y tecnología que ya no se refleja en el conocimiento.
La transgénesis es la manifestación de la vida invadida por la tecnología, cuyo devenir no es cognoscible ni controlable por la ciencia. La complejidad ambiental genera “hybris” que son las ramas del conocimiento que arraigan en lo real, que intervienen lo real, que trastocan lo real.
La epistemología ambiental busca así transcender al pensamiento complejo que se reduce a una visión sobre las relaciones de procesos, cosas, hechos, datos, variables, vectores y factores, superando al racionalismo y al relacionismo que pretenden fundar el conocimiento como el vínculo de verdad entre el concepto y lo real, a lo que se accede por la separación entre sujeto y objeto de conocimiento.
Es importante precisar que para Leff, el pensamiento de la complejidad y el saber ambiental incorporan la incertidumbre, la irracionalidad, la indeterminación y la posibilidad en el campo del conocimiento, es decir, otras ontologías y epistemologías de conocer el mundo y la realidad.
El saber ambiental trasciende la dicotomía entre sujeto y objeto del conocimiento al reconocer las potencialidades de lo real y al incorporar identidades y valores culturales, así como las significaciones subjetivas y sociales en el saber. Comprender la complejidad ambiental, significa pensarnos, despensarnos y finalmente repensarnos o pensar lo por pensar.
La epistemología ambiental habría de permitir pensar el saber ambiental en el orden de una política de la diversidad y de la diferencia, rompiendo el circulo unitario del proyecto positivista para dar lugar a los saberes subyugados, para develar la retórica del desarrollo sostenible y para construir los conceptos para fundar una nueva racionalidad ambiental. El saber ambiental rompe con la racionalidad dominante y da paso a una racionalidad social, a partir de incorporar los valores, saberes que articulan a las diferentes culturas con la naturaleza.
El saber ambiental crea una nueva episteme la relación del ser y el saber, ya no del ser y el objeto, sino que emerge un nuevo saber, se construye una nueva racionalidad y se abre la historia hacia un futuro sustentable.
“La racionalidad ambiental se construye en una relación de otredad en la que el encuentro cara-a-cara se traslada a la otredad del saber y del conocimiento, allí donde emerge la complejidad ambiental como un entramado de relaciones de alteridad, donde se reconfigura el ser y sus identidades, y se abre a un más allá de lo pensable, guiado por el deseo de saber y de vida, a través de la renovación de los significados del mundo y los sentidos de la existencia humana” (Enrique Leff).
El diálogo de saberes emerge en la proliferación y el cruzamiento de identidades en la complejidad ambiental. Hoy, en estos conceptos de racionalidad ambiental, de política ambiental, de complejidad ambiental, de epistemología ambiental, nos ofrece otros caminos de comprensión de las problemáticas en las que nos tiene un conocimiento que ha sido absolutista y colonizante que no ha permitido la participación de la sabiduría que tienen otros sujetos sociales y que es fundamental para la comprensión de la realidad y las tareas a desarrollar para evitar más crisis ambientales y trabajar por la sostenibilidad.