Opinión/Gerardo A. Herrera Pérez
Leyendo el libro de Yuval Noah Harari, “Sapiens, de animales a dioses”, presenta una infografía importantísima sobre la línea temporal de la historia, donde se precisan las revoluciones cognitivas, de la agricultura, de la ciencia y de la revolución industrial y nos habla del futuro de la humanidad, la inteligencia artificial, pero en su libro “21 lecciones para el siglo XXI”, expresa que nadie sabe cómo será el mundo en el 2050 y menos en 2100, y es que pueden ser preguntas fuertes, pero las respuestas son blandas o débiles, o simplemente aun no las hay.
Y es que estamos en una revolución tecnológica, que permitirá seguramente modificar los cuerpos, cerebros y porque no, también las mentes, continuaran los valores líquidos inestables y efímeros, poco será estable; dedico estas líneas reflexivas a los supervisores del Estado de Michoacán de educación secundaria técnica, con quienes reflexioné sobre la importancia de dar contexto al modelo pedagógico; insistí que es fundamental trabajar en los cuatro pilares de la educación, pero que también es importante resignificar el aprender a convivir juntos.
Uno de los compromisos de la humanidad y que debemos de acompañar, es definir el modelo educativo que tendremos que impulsar en las mallas curriculares de la educación básica para el 2050 y el 2100, ese es el compromiso, el mundo en sostenibilidad que dejaremos a las futuras generaciones.
Una respuesta la podemos encontrar en el texto “La educación, encierra un tesoro”, informe de la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI, presidida por Jacques Delor. La Comisión encontró que la educación deberá transmitir masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización cognitiva, porque son las bases de las competencias del futuro. Pero simultáneamente deberá orientar para no dejarse sumir de las toneladas de información más o menos efímeras que invaden los espacios públicos y privados y conservar el rumbo en proyectos de desarrollos individuales y colectivos. De ahí que la educación debe de proporcionar la línea para construir nuevos paradigmas.
La educación debe de formar en cuatro aprendizajes: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser, todas ellas convergen en una sola línea, la vida, pero entre las cuatro existen contactos, coincidencia e intercambio.
Cada uno de los pilares del conocimiento debe recibir una atención equivalente a fin de que la educación sea para el ser humano, en su calidad de persona y de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dure toda la vida en los planos cognitivos y prácticos. La educación del siglo XXI deberá llevar a cada persona a descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades creativas, actualizando así el tesoro escondido en cada uno de las personas, lo cual supone trascender de una obligación a una función en toda su plenitud a saber, la realización de la persona toda ella, aprender a ser.
Permítame, solo abundar sobre uno de los cuatro ejes: “Aprender a vivir juntos”; primero, hacer que la mismidad encuentre su otredad, que, por cierto, puede o no ser humano, podría ser un ser vivo planta o animal, como expresa Humberto Maturana en la Biología del Amor, la vida es igual para todos los seres vivos, un sistema autopoeitico molecular, es decir todos los seres vivos tenemos la misma génesis, nos autoproducimos en la vida, esa vida que cuando deja de producir muere; si, la vida que muere; o bien, en un ejercicio de espiritualidad el respeto al aire, al agua, a la tierra, a la luz, como se hizo ante de las conquista y como se sigue haciendo en las nuevas generaciones de los pueblos originarios a través del bien vivir, nos comenta Boaventura de Sousa Santos en las Epistemologías del Sur. Pero también aprender a vivir juntos significa en un segundo momento y durante toda la vida la participación en proyectos comunes; la participación social, individual y política para la resolución de conflictos, para lograr la cultura de la Paz a partir de hacer alteridad, tolerancia, interacción, interculturalidad, interseccionalidad.
Por otro lado, también se suyo, lo es importantes el aprender a ser, constituye un principio fundamental, la educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona, su cuerpo, la mente, la inteligencia, la sensibilidad, el sentido estético, la responsabilidad individual y espiritual para comprender la otredad no humana, y desde luego aquello que da sentido a la vida: el agua, la tierra, luz, aire. Necesitamos trabajar en una pedagogía para la vida, en una ecopedagogía, que amalgame a la ecoética, y la ecoformación, que permita a la sociedad avanzar en un modelo de desarrollo integral sostenible donde todos los seres vivos estén considerados y se respete a la naturaleza.
Requerimos ver a la educación en un contexto holístico, donde todos los conocimientos sean complementarios porque están interconectados, donde se deje de lado procesos de colonización y eurocéntricos como solo válidos, cuando tenemos nuestras propias epistemologías como expresa Boaventura de Sousa Santos. Trabajemos entonces en descolonizar el saber y reinventar el poder.Agradecimientos a los inspectores de Michoacán de las escuelas secundarias técnicas, quienes en su generosidad humana estuvieron participando magistralmente, siempre agradecido: Ramiro, José María, Norberto, David, María, Rosa, Cesar y Salvador, entre otros.