Opinión/Felipe de J. Monroy
Lo alertaba el sabio Bidpaï: “Cualquiera que no pusiere la fábrica de la obra sobre el cimiento de la firmeza y paciencia, y no estableciere el fundamento del negocio sobre la regla de la gravedad y el sosiego, el fin de su estado será el arrepentimiento y el remate de su obra será el dolor y la confusión”.
La presentación de la primera de tres partes en la investigación de las causas de la tragedia de la Línea 12 del metro capitalino seguro ha dejado a cualquiera con dudas razonables y, es sumamente probable que, una vez divulgado en su integridad, el peritaje no resuelva las inquietudes que la ciudadanía, la clase política o los medios ya se han forjado.
Lo único sólido en esta historia es la idea que cada uno ya se ha hecho sobre la desgracia; es casi imposible cambiar de opinión y, por alguna razón, es casi una misión trascendente hacer que el otro adopte nuestro parecer aún incluso cuando los argumentos vayan desmoronándose con el tiempo.
Desde la tragedia que desveló al país el 3 de mayo pasado hasta la presentación de los primeros resultados de la investigación, en el centro de la conversación transitan sucedáneamente preguntas sobre los márgenes de la responsabilidad: desde la culpa moral hasta las medidas punitivas pasando por las sanciones administrativas y castigos políticos. Todos tenemos una conclusión que será casi inamovible.
Mucho me temo que la presentación de la documentación técnica, científica, financiera y política no logrará cambiar estos juicios, primero porque desde nuestro ‘punto ciego’ solemos creer que somos más imparciales que los demás y, segundo, porque es común que nos ‘anclemos’ a la primera información, al primer impacto o juicio con los que validamos la realidad.
Por lo tanto, el verdadero tema detrás del peritaje no es el cambio actitudinal de las personas o de la opinión pública (aquí podrían equivocarse los políticos que apuesten a ello); sino la construcción y validación de un sustento formal para emprender medidas legales o deslindar responsabilidades laborales o administrativas de quienes participaron directamente en la obra o en la supervisión de su buen funcionamiento. Y la ejecución de dichas sanciones sí que pueden contribuir al cambio de percepción.
Es decir, la ejecución de las sanciones y no la compleja argumentación de un peritaje que rebosa de aspectos técnicos es la verdadera expectativa de quienes buscan ya bien justicia o, por el contrario, lucrar políticamente con esta tragedia. Además, como asegura la máxima narrativa: ‘Manténganse los personajes simples, sean héroes o villanos, pero evidentes para el espectador’.
Kendall Jones, editor de la revista especializada en contratistas y proyectos de construcción público y privados en Estados Unidos, asegura que hay cinco probables razones para que un proyecto de construcción u obra falle: Cuando se realiza una planeación inadecuada, cuando persisten errores de comunicación, cuando el proyecto sufre cambios, cuando que se tiene una expectativa irreal de productividad y, finalmente cuando se ignoran las alertas durante la ejecución de la obra.
Quizá, en el caso de la obra pública, habría que agregar una razón extra: cuando las cinco circunstancias anteriores están condicionadas a los tiempos y a las ambiciones políticas de algún personaje. También esto lo advirtió Bidpaï en su fascinante obra ‘Espejo político y moral para príncipes y ministros’: “Entre los sabios, la prisa y la presteza es desterrada, y tenida por tentación diabólica. Cualquiera que en sus negocios entregare la rienda de su albedrío en la mano de la presteza, el fin de su acción será confusión y dolor”.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe