Opinión/Felipe de J. Monroy
Aún no ha cuajado la Cuarta Transformación emprendida por el presidente Andrés Manuel López Obrador y parece que sus propios correligionarios buscan rebasarlo con una Quinta Transformación de la vida pública de México.
Lo increíble es que la 5T vendría de la mano de una sólida ética neoliberal, utilitaria, pragmática e individualista que opacaría los esfuerzos del tabasqueño por hacerse un lugar en la historia del país con principios de gobernanza y administración sustentados en una ética solidaria, comunitaria y popular que anteponga el bien común frente al privilegio, la personal ambición o el egoísta interés.
La semana pasada fue aprobado un dictamen con proyecto de decreto por el que se reformarían diversas disposiciones de la Constitución Política en materia de igualdad sustantiva y género. El alcance de los cambios modificaría los artículos 1º, 2º, 3º, 4º, 6º, 20, 25, 26, 27, 29, 30, 34, 41, 50, 52, 55, 56, 82, 89, 95, 100, 102 115, 116, 122, 123 y 134. Es decir, casi el 20% del documento constitutivo del Estado mexicano sería reconfigurado; casi como si se pretendiera otro concepto de país, otra nación, con otros principios rectores.
Ante todo, hay que decir que no todo el monte es orégano. Sin duda varias de las propuestas de cambio sí tienen considerandos positivos para legislar hacia valores de justicia social en México; no obstante, algunas palabras superficiales con las que se promueven otros cambios esconden criterios que, en el fondo, invisibilizan realidades concretas cuya naturaleza y dinámica social se relativizan hasta el absurdo, especialmente cuando se trata de derechos concretos de las mujeres, la protección de los menores de edad y la custodia de la dignidad de la vida humana.
La paradoja es que, de hecho, la Constitución mexicana ha adoptado muchas reformas en más de un siglo de existencia para abrazar las realidades de la sociedad en la búsqueda de comprenderse una nación ciertamente plural y multicultural, respetuosa de los derechos humanos fundamentales e integrada a acuerdos internacionales en beneficio de garantías individuales trascendentes.
Por desgracia, otras reformas constitucionales también han lacerado los derechos sociales y colectivos, la solidaridad institucional y el bien común. Cuando esto se ha confirmado, casi siempre ha sucedido de mano de un mayoriteo partidista en obediencia al poder hegemónico en turno o por vía de alianzas de intereses inconfesables en detrimento de la patria y de su futuro. Estos signos son suficientes para sospechar de reformas que no se abren al diálogo y a la confrontación de ideas, que usan la aplanadora en la disciplina partidista para acallar la disidencia del pensamiento.
La Quinta Transformación, promovida por el partido que llegó al poder gracias a la confianza del pueblo mexicano en la figura de López Obrador, parece dar la espalda a las motivaciones del alto espíritu de la naturaleza humana como la solidaridad, la justicia social y desarrollo equilibrado familiar y comunitario para insertar instrucciones ideologizadas y totalitarias mandatadas por mercados políticos de intereses ajenos al bien común: la dominación de los derechos naturales de personas vulnerables (incluso de su vida) sometida por los caprichos de la capacidad económica o egoísmos imperativos de falsa libertad; o la invisibilización de realidades urgentes y apremiantes (como la protección de las mujeres) al relativizar el género o la naturaleza de la fisiología humana.
Tiene absoluta razón el presidente de la República cuando señala que el país padece no sólo una crisis de bienestar material, sino también una crisis por pérdida de valores, culturales, morales y espirituales; y, aunque la Presidencia quizá no sea el espacio formal cuya competencia sea sugerir guías éticas o morales es claro que la 4T, al menos en la intención, guarda motivaciones de solidaridad, justicia social y bien común sustentadas en la realidad de un pueblo concreto y su horizonte de plena dignidad.
En contraste, la 5T promueve la exaltación de los derechos privados y del beneficio personal, fomenta una cultura individualista e ingenua ante los intereses económicos desenfrenados y “la organización de las sociedades al servicio de los que ya tienen demasiado poder”, dijera el papa Francisco.
En su prólogo, la Guía Ética para la Transformación de México de López Obrador explica: “El régimen neoliberal y oligárquico que imperó en el país entre los años ochenta del siglo pasado y las dos primeras décadas del siglo XXI machacó por todos los medios la idea de que la cultura tradicional del pueblo mexicano era sinónimo de atraso y que la modernidad residía en valores como la competitividad, la rentabilidad, la productividad y el éxito personal en contraposición a la fraternidad y a los intereses colectivos; […] los más altos funcionarios dieron ejemplo de comportamientos corruptos y delictivos y de desprecio por el pueblo y hasta por la vida humana”. Ese régimen, me parece, no ha desaparecido; todo indica que se ha adaptado en el partido hegemónico de hy para sepultar la 4T.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe