Opinión/Felipe de J. Monroy
La reflexión del Papa sobre el ‘administrador infiel’ que AMLO usa en spot
La campaña de comunicación del presidente López Obrador para promocionar su Segundo Informe de Gobierno ha sido objeto de incontables comentarios, pero ni la promoción a la ‘rifa’ del avión presidencial ni los ‘dequeísmos’ que pronuncia el mandatario en algunos videos han llamado tanto la atención como la cita que el mandatario hace del papa Francisco.
El spot del presidente dice así: “Tenemos nuestra conciencia tranquila y la dicha enorme de estar ayudando a la gente humilde, a los necesitados, a los desposeídos. Los conservadores sostienen que estamos llevando al país al comunismo. El papa Francisco ha dicho que ayudar a los pobres no es comunismo, es el centro del evangelio, es decirles: tengan para que aprendan”.
En efecto, el pontífice argentino pronunció en su homilía de la Misa en Casa Santa Marta el lunes 6 de abril pasado la expresión retomada por López Obrador. La reflexión del Papa lleva por nombre “Buscar a Jesús en el pobre” y hacía exégesis sobre el pasaje previo a la Pasión en que Judas Iscariote reprocha a María de Betania el haber derramado el perfume de nardo en Jesús. La escritura sanciona a Iscariote de fingir preocuparse por el derroche (‘¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?’) cuando en realidad quería el dinero para su propio usufructo, ‘porque era un ladrón’ como acusa el narrador.
A partir de este pasaje, Bergoglio advierte que la historia del administrador infiel es siempre actual. Acusa a las estructuras sociales de indiferencia ante los pobres e incluso a organizaciones denominadas como ‘humanitarias’ que reúnen dinero para altos sueldos y grandes estructuras pero que no ayudan del todo a los necesitados: “Es una forma de quitarle el dinero a los pobres”, mencionó.
Sin embargo, la parte central del pensamiento de Francisco es evidenciar que hay dos tipos de pobres en el mundo: los visibles y los invisibles. Los pobres que se ven -dice el Papa- son como estatuas en las ciudades indiferentes; “pero la gran mayoría son pobres víctimas de las políticas económicas, de las políticas financieras… víctimas de la injusticia estructural de la economía mundial… pobres que se avergüenzan porque no llegan a fin de mes… pobres de la ‘clase media’ que van a la caridad a escondidas”.
En su homilía, Bergoglio recordaba de sus años en Buenos Aires haber visitado una fábrica abandonada donde habían acampado familias de clase media, con buenos muebles y televisión, pues habían dejado sus hogares por no alcanzarles para el alquiler. El Papa explicaba que Jesús había intervenido en el reproche de Judas Iscariote con la terrible sentencia: “A los pobres siempre los tendrán con ustedes” y por ello, el centro del Evangelio es que los cristianos serán juzgados especialmente por su relación con los pobres.
Las palabras del pontífice fueron las siguientes: “Seremos juzgados por nuestra relación con los pobres. Pero si yo, hoy, ignoro a los pobres, los dejo de lado, creo que no existen, el Señor me ignorará el día del juicio. Cuando Jesús dice: ‘A los pobres siempre los tendrán con ustedes’, quiere decir: ‘Yo siempre estaré con ustedes en los pobres. Estaré presente ahí’. Y esto no es ser comunista, es el centro del Evangelio: seremos juzgados por esto”.
Nadie bien nacido estaría en contra de lo que López Obrador afirma sobre la obligación moral de ayudar en primer y ferviente lugar a la gente humilde, a los necesitados y a los desposeídos; pero habrá que preguntarse si el mandatario asimiló la homilía íntegra del pontífice. Porque Francisco pone el acento en esta historia que fustiga al administrador infiel que falsea su interés por los pobres y revela su verdadera obsesión al vender a su amigo por treinta monedas; y porque el Papa recuerda que los pobres no sólo son esas dolorosas estampas mendicantes en las calles o los pueblos sino las víctimas de las políticas económicas que los empobrecen hasta la vergüenza.
La mala gestión y los administradores que anteponen sus intereses al bien común, como se ha demostrado una y otra vez a lo largo de varios sexenios en México, han sido un flagelo para millones de personas inocentes empobrecidas. Y sólo hay un camino desde la perspectiva cristiana para dicho mal: administrar con sacrificada honestidad, cambiar la lógica del poder por la del servicio y mirar más allá de las víctimas de un sistema de injusticia dominante, mirar a las potenciales víctimas de nuestro propio sistema de injusticia.